Nexus Parte I: Los Remanentes.

La Masacre del Veinticuatro.

La llegada de los Kraj destruyo más que las grandes ciudades de la humanidad.

De un momento a otro ellos aparecieron, invadiendo ciudades, destruyéndolas y con ellas a sus habitantes. Fue una masacre sin precedentes ya que la humanidad no sabía cómo enfrentarlos y las armas convencionales eran más bien inútiles. Las armas nucleares tampoco sirvieron mucho.

Con el descubrimiento de la magia y de las niñas mágicas, la humanidad comenzó a ganar confianza en que podían atacar pero fue un poco tarde, pues la primera Guerra Humano-Kraj se perdió, dejando casi inevitable la tierra.

Pero aun así, fue gracias a la magia fue que se pudo construir la Madriguera y la Ciudad de los Cielos, además de algunos refugios humanos que sirvieron para coordinar el contraataque a los Krajs con un arma que después de todo, les hacía daño.

Y así, la esperanza regreso por mucho tiempo pues los Krajs perdían terreno y con paso del tiempo, comenzaron a retroceder e incluso a disminuir.

Pero eso no significaba que la humidad no perdiera combates, aun lo hacía y significaba muchas pérdidas, no solo de soldados, de humanos, si no de salud mental en todos los guerreros desesperados.

Y uno de esos ejemplos era la Masacre del Veinticuatro, de hecho, era el mejor ejemplo.     

La Navidad Sangrienta era otro nombre de la Masacre del Veinticuatro pero muy pocos suelen llamarlo así, pues era manchar una celebración que siempre ha traído felicidad a la humanidad con algo que la marcaría para siempre, para mal.

Durante ese fatídico día, cuando una de las colonias protegidas de la humanidad en la tierra se preparaba para celebrar Navidad, fue atacada por los Krajs de manera sorpresiva y pese a que la humanidad estaba lista para recibirlos, no fue suficiente.

Ni con la participación de los más poderosos, los cuales llegaron en auxilio.

La ciudad fue aplastada casi sin resistencia y los guerreros más poderosos se vieron abrumados por última vez por el gran número de Krajs que habían llegado por lo que sin más opción, tuvieron que perder para salvar a toda la gente posible

Ese día Alejandro y Amapola perdieron a sus compañeros mientras que Ulises descubrió una horrible verdad.

— ¡Todo estará bien!— Dijo Ulises a un grupo de supervivientes que estaban esperando las naves de evacuación. Él estaba en el centro de aquel lugar, protegiéndolos— ¡Las naves llegaran pronto!

Trataba de sonreír pero sabía que la situación era grave desde antes de llegar ahí pero incluso siendo quien es, no iba a desanimar a los niños en esa situación. No quería desanimar a nadie.

— ¿De verdad todo estará bien?— Preguntó un chico, de quizá unos diez años, a su lado, sujetando su brazo.

Si era honesto, lo mejor era decirle que la cosa marcha mal pero sabía que no podía hacer eso, no podía desmotivar a toda esa gente, a ese niño, debía darles esperanza, porque si no, qué sentido tiene que todos estén ahí, peleando.

—Nosotros estamos aquí, así que estaremos bien— Dijo Ulises apartándolo de él— Debo salir a apoyar pero estaré aquí cerca ¿Si? Yo y mis amigos nos haremos cargo de sacarlos y estarán a salvo.

Si, era su responsabilidad. Y de alguna manera ya no se sentía tan solo cargando con ella.

La armadura de Ulises, similar a la de José y Gabino, solo que en un tono verde en el blindaje, y que gracias a la magia que contenía, simulaba la formación de grandes vientos dentro de ella.

Él saco sus armas, un par de discos conocidos como los Vientos de Rudra y los lanzo contra un par de Krajs de tipo Demoledor que terminaron sin cabeza debido a la velocidad y al poder de corte de las armas.

Las armas gemelas regresaron a sus manos con un gran viento siguiéndolos. De cerca, eran discos cortantes delgados, solo gruesos en el mango que brillaban de un tono verdoso en los filos y que generaban vientos a su alrededor que solo Ulises podía resistir.

Ulises desvió un látigo negro que fue hasta él hacía un lado con mucha facilidad gracias a los vientos. Lo desvió lejos del área donde estaba la gente.

—Tenía que haber de esos aquí— Ulises miro a su nuevo enemigo.

Los Acorazados eran cuadrúpedos, con la máscara incrustada en el pecho, sin cuello ni cabeza, blindados hasta los dientes, sin rastros de músculos y con varios picos que pueden ser lanzados como látigos o proyectiles que iban por toda su columna. A uno de sus costados llevaba un escudo que cubría parte de su pecho junto con su cara y del otro lado, una especie de metralleta que lanzaba proyectiles que destrozaban todo lo que tocaban.

Todos los picos del monstruo fueron contra él y contra el lugar donde estaba la gente.

Ulises se concentró y entonces hizo volar ambos discos mientras él mismo giraba en el aire tras un gran salto.

Los discos comenzaron a cortar los látigos y gracias a que Ulises estaba en al aire, pudo controlar los vientos de sus armas para destrozar los látigos sin que estos tuvieran la necesidad de regresar a sus manos.

El Kraj entonces comenzó a dispararle en el aire con su arma.




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