Nexus Parte I: Los Remanentes.

Una disculpa vacía.

José había lanzado una patada de fuego hasta Blanca Nieves quien la evito, desviándola su espada por poco, entonces José giro para volver a patearla, a lo que su rival creo un as espada para cubrirse. Ambos terminaron alejándose, dejando estelas de veneno y fuego.  

El fuego podía quemar la nube de veneno pero José sabía que no era suficiente. De vez en cuando sentía temblores en sus músculos que no eran propios de él y estaba sudando, algo que de nuevo, sabía que no era gracias a su Lucero de fuego ni a su tesoro.

Por otro lado, Blanca Nieves era consciente de la resistencia que José podía llegar a tener a su veneno, por lo que estaba enojada con ella misma por no utilizar otra variante de veneno.

Ella también estaba temblando aunque por otra razón.

José corrió hacia ella, entonces salto para patearla desde arriba a lo que la chica retrocedió solo para recibir una segunda patada que la chica evito con su espada, entonces José se impuso hacía en frente para tratar de golpearla con uno de sus puños a lo que la chica giro su rostro para que no le diera.

Entonces José, usando su peso, trato de patear la espada de la chica hacia abajo para impulsarse con ella, girar en el aire y lanzarle una patada al rostro, a lo que la chica de nuevo la desvió usando otra espada mágica, solo que esta comenzó a derretirse debido al fuego.

José debía alejarse ahora, pues no estaba respirando y moverse así requería un esfuerzo tremendo pero quería darle la patada en el costado con todo su poder y terminarla, quizá aunque eso es ser muy positivo.

Cuando la espada se rompió debido al fuego y la patada fue hasta ella, esta le lanzo directamente a la cara, una manzana que en el aire que exploto liberando una gran nube de veneno con un color enfermizo.

Ella si termino siendo golpeada, saliendo de entre la nube de veneno, deslizándose para terminar de rodillas mientras José hacía lo mismo, para terminar también de rodillas, con una mueca de dolor.

—Te conozco mejor que nadie— Dijo la chica, tratando de recuperar el aliento.

El cuerpo de José se sentía un tanto entumecido y estaba claro que estaba temblando. Las cosas habían comenzado a moverse bruscamente a su alrededor y eso que solo entro un poco por su boca. Fue descuidado pero necesita respirar.

Pero José también quería decirle que la conocía lo suficiente, incluyendo todas sus armas y magias.  

Ella se puso de pie y aunque la ropa parecía estar ardiendo y su brazo le molestaba, estaba entera.

—Ya se terminó— Blanca Nieves hizo desaparecer la espada que aún estaba entera— No esperaba que fueras tan molesto pero tampoco esperaba lo contrario ¡Mierda!

La chica dio media vuelta para irse.

— ¿No terminaras el trabajo?— José se puso de pie como pudo, pero todo el cuerpo comenzaba a entumecérsele y sentía una pesadez que solo aumentaba— No pensé que fueras de las que huyen…

—Ya estás muerto ¿No? Mírate— Blanca Nieves ni se giró a verlo.

—Sí, siempre te gusto hacer sufrir a los demás— José se mostró de acuerdo, cayendo de nuevo de rodillas— Pero dejar las cosas a medias no es…

—Sí, no lo es… Solo por esta vez… Lo siento— Dijo la chica, dejando caer sus hombros mientras a su espalda, José colapsaba.

La chica comenzó a moverse lejos de ahí aunque antes de poder saltar para comenzar a subir por la ciudad, ella también colapso por el cansancio y debido al uso de su magia. Su traje había comenzado a desaparecer también.

Ella ahora mismo debería estarse preguntando donde estaba Bruno y por qué la ciudad no había caído pero no podía, estaba más concentrada en el dolor que la aquejaba y no solo el físico.

—Los odio a todos—Susurró para sí misma, mientras apretaba su brazo y mientras miraba hacia arriba.

El brillo de sus ojos desapareció de nuevo.

Mientras esto pasaba, Amapola apoyaba a Cenicienta con la invasión aunque con ambas al frente de la defensa, tanto los Krajs como los sectarios poco a poco comenzaban a disminuir.

— ¡Casi terminamos, no retrocedan!— Grito Cenicienta mientras lanzaba su cuchillo de cristal hasta el rostro de un Kraj de tipo Demoledor y antes de que el monstruo reaccionara, esta se había acercado para tomar el mango del cuchillo y cortar su cabeza de forma vertical.

A su lado, Amapola había extendido defensas de color carmesí, haciendo honor a su sobre nombre de niña mágica: Caperucita Roja.

Su magia le permitía crear escudos de color rojo brillante con dibujos de lobos que podían extenderse a grandes áreas del campo como si nada, sin mencionar que su resistencia era superior al del armamento más moderno.

— ¿Segura que estas bien?— Cenicienta se acercó un poco, y le miro con una ceja levantada. Verla con su ropa magia era casi antinatural, casi preocupante.

Su traje de niña mágica consistía en un vestido blanco corto que le llegaba un poco más sobre las rodillas, que dejaba libre sus hombros pero estos estaban cubiertos por unas hombreras de color plata con el rostro de un lobo, de cuello cuadrado que dejaba ver un corsé rojo que era bastante cómodo para ella aunque resaltara su busto, sus piernas hasta debajo de las rodillas portaban unas espinilleras del mismo color que la de sus hombros, con lobos marcados en rojo y sus brazos estaban cubiertos por unos guantes de metal completos. Claro, sobre este vestido llevaba una capa roja grande que también le cubría la cabeza. Sus cabellos ahora estaban amarrados en trenzas que caían alrededor de su rostro.   




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