—Eso me recuerda— Celeste miro a Irene antes de que se fuera del otro lado, seguro a su laboratorio, mientras ellos iban a las habitaciones— Edward no tiene un tesoro sagrado ¿Cómo haremos con eso? ¿Crearon un nuevo tesoro…?
—Me hubiese gustado— Irene negó con la cabeza con cierta vergüenza— Recuerden que solo creamos algunos porque es complicado hacerlos pero Beatrisa y Edwina pensaron en algo que se podrá usar en caso de ser necesario…
—Y también soy una niña mágica ¿Qué pasara con eso?— Insistió Celeste.
—De eso hablo, que pensaron en algo, tranquila, pero que solo será usado en el peor de los casos, así que espera lo mejor.
—Ahora yo espero lo peor…
Los chicos se fueron a sus cuartos, preparando los suministros que les habían sido entregados.
Diego salió hacia el pasillo para cambiar un par de cosas en la bodega.
— ¡Ah!— Ese grito lo hizo girarse. Diego reconoció la chillona voz de Marie Winston— ¿Dónde diablos estabas? La gente aquí no me quiere dejar ir y tampoco me decían dónde estabas, trate de matarlos, digo torturarlos para que me contaran y…
Era una chica de baja estatura, de piel blanca, cabellos dorados largos y bien cuidados peinados con varios rulos, de labios delgados y nariz respingada, además de unos bellos ojos de un color carmesí. Su rostro denotaba inocencia pero solo aquellos que la conocían sabían lo cruel que llegaba a ser.
Ese día llevaba un vestido blanco bastante poco llamativo para sus ropas de lolita clásica, con algunos moñitos cosidos en los bordes. Era un poco más corto de lo normal y dejaba ver sus clásicas calcetas largas casi hasta las rodillas.
—Yo la detuve— Aseguro Bianca Esquivel, tranquilizando a Diego.
Bianca era una chica bajita, piel clara, cabellos cortos negros, ojos negros, labios delgados. Era delgada pero bastante bien dotada, lo que resaltaba con su playera negra ajustada y sus vaqueros azules.
Ella era una niña mágica de la vieja era, donde los enemigos se llamaban Deformados y donde el origen de sus poderes provenía de otras científicas a diferencia de las nuevas niñas mágicas, nacidas de Irene y Beatrisa.
—Es bueno verlas— Diego les sonrió mientras Marie le abrazaba con fuerza— Ya, ya… ¿Por qué no las dejan salir?
—Escuche que algunos aquí quieren saber de dónde vienen sus poderes así que mantienen una vigilancia muy alta sobre ambas, de todas formas yo, Irene y Edwina la estamos cuidando para que no se le acerquen— Explico la misma Bianca.
Marie formo parte del experimento del Orfanato, donde la doctora Heldegarde trato de curar a algunos niños que tenían, según ella, la enfermedad de la monogamia y que más tarde fueron convertidos en los Remanentes del Kraj, sus más fuertes monstruos.
Ella fue la única superviviente gracias a su propia testarudez y debido al experimento quedo con el poder de crear hilos para controlar a la gente con ellos.
—Ya los habría matado a todos pero no me dejan… De todas formas, tenía razón para quedarme aquí— Acepto la chica.
— ¿Cuál?— Preguntó su hermano mayor.
—Despedirme de ti, claro— La chica se separó y lo miro— La primera vez que nos vimos por poco te mato, lo admito pero gracias a ti puede liberarme así que… Gracias y bueno, ahora hare lo que quiera ¿Te molesta?
—Haz lo que tengas que hacer pero no mates a nadie, por fa, evítalo lo más que puedas— Le dijo su hermano.
—No prometo nada pero tranquilo, hare lo posible porque no escuches cosas malas de mí— Dijo la chica, entonces dejo salir un largo suspiro— Por cierto, ten mucho cuidado, escuche que las cosas no han terminado así que… ¡Esfuérzate!
—Gracias…—Dijo el chico, acariciando su cabeza.
La chica dio media vuelta— Bianca, ya vámonos, finalmente podremos salir de aquí pero no será una salida tranquila.
Diego miro a Bianca— ¿Irás con ella?
—Esa chica está loca, prefiero tenerla vigilada— Dijo mirándola caminar con despreocupación, entonces se giró hacia Diego— Además… Me recuerda a alguien así que quizá solo lo hago porque soy sentimental…
— ¿Tu? Eso es nuevo pero sospecho que a ambas les hará bien, quizá puedan volverse una familia aunque no recomiendo tener una niña tan loca como ella de hija— Diego alzo una ceja en su dirección.
— ¿Tú crees? Aunque quizá, no suena tan mal aunque la veo más como una hermana muy molesta— Admitió Bianca y choco su puño con él del chico— Cuando termines, ven a visitarlos, por los viejos tiempos…
—Claro que sí.
Diego se sintió terriblemente triste cuando las vio irse.
— ¿Estás bien?— Amapola lo vio en el pasillo, mirando a la nada. Ella también tenía que cambiar algo por lo que salió.
—Sí, tranquila ¿Vas a cambiar algo? Vamos…
Una alarma sonó en todo el lugar.
—Mejor vayamos en otro momento— Diego la detuvo, esbozando una sonrisa avergonzada.
Amapola no entendió nada.
El abordaje comenzó a primera hora de la mañana.