Nexus Parte I V: La Singularidad

Conectando…

La nave aterrizo con suavidad en la arena.

— ¿No nos hundiremos en la arena?— Preguntó Celeste, extendiendo sus manos como si quisiera sostenerse del aire.

—No, claro que no, hundirse es casi imposible— Edwina aparto ese comentario con su mano.

— ¿Casi?— José se le quedo mirando.

— ¡No importa, vamos, vamos!— Edwina aplaudió y se encamino hacia la salida de la nave dando saltitos— Debemos apurarnos para comenzar con la conexión con el Origen porque podría tardar un tiempo.

— ¿Qué tanto?— Preguntó Hela.

—Ni idea— La chica se encogió de hombros— Desde segundos hasta años pero ¡Les falta espíritu de aventura! ¡Sera mucho menos si somos positivos, creo!

—No nos queda mucho tiempo— Le recordó Alejandro.

La nave desplego la plataforma para que todos salieran. Su impacto contra el suelo levanto un poco de la arena.

Edwina salto en la arena como si nada. Ya había estado ahí, estaba muy acostumbrada.

Todos pisaron la arena, dándose cuenta de que de verdad era como la arena normal. Algunos la tocaban con sus dedos mientras que otros habían comenzado a moldear cosas con ella como si nada.

­—Yo no lo haría— Edwina negó con la cabeza mirando a José— No sabemos lo podrías traer a la vida.

Diego y Alejandro se detuvieron de construir su castillo.

—Esta arena es como…— Dijo Navier, tocándola con mucha curiosidad.

—Tu poder, si— Edwina se acercó a ella tomando sus manos— Tu eres la que tiene mayor compatibilidad con este lugar. Con tu poder lograste invocar arena blanca a un Oasis y eso es imposible... Se creía imposible así que tú eres nuestro comodín, nuestra carta de triunfo.

—No estás sola…— Le dijo Alejandro.

— ¡Claro que no!— Edwina se apartó con un movimiento brusco— En este combate la participación de todos es muy importante ¿Lo entienden? Debemos comenzar ahora, amigas mías.

Edwina chasqueo los dedos y entonces Katze, el gato apareció de la nada, cargando algo en una mochila pequeña en su espalda.

— ¡Que adorable!— Señalo Lavanda.

Edwina comenzó a acomodar algunos aparatos que iban sobre la oreja de las niñas mágicas, mientras colocaba otro aparato más parecido a un chip en los tesoros sagrados de los chicos.

—Tienen que activar sus poderes, por favor— Dijo Edwina, entonces Beatrisa le susurro algo—Ah, cierto ¿Dónde está?

Beatrisa presiono su pulsera, entonces de la nave un ave se deslizo hasta la arena blanca.

—Ay no, él no— Celeste hizo una mueca.

—Tampoco me alegra mucho verte, niña— Dijo Tool cruzando sus alas.

Tool era una especie de pájaro de muchos colores en sus plumas, estas cambiaban cada cierto tiempo, de hecho, muy parecido a un Quetzal, con unos ojos brillantes y amarillos que denotaban que no era un ser vivo y de hecho, era el encargado de brindar el contrato a las niñas mágicas, pero más bien les inyectaba un parasito para que la transformación comenzara.

Según Irene, era para llamar más la atención y no se sienta tan peligroso pero a Celeste no le caía bien.

—Tool fue modificado para ser el plus de Celeste en caso de ser necesario…

— ¿De verdad? El pollo que no me cae bien— Dijo Celeste haciendo una mueca.

Diego se mostró lastimado por alguna razón.

—No lo hago porque así lo quiera, niña, ellas me ofrecieron el hacerlo y yo lo acepte, porque al final mi deber es proteger a la humanidad y lastimosamente, eso te incluye— Tool se mantuvo en su postura orgullosa. 

—No, pues gracias…— Celeste hizo una mueca.

—Qué bueno que todos se llevan tan bien— Dijo Edwina dando algunos aplausitos— Vamos a comenzar, vamos, entren en su estado de niña mágica y ustedes, activen el tercer nivel de su tesoro e invoquen su poder.

Los chicos activaron sus tesoros sagrados.

Las botas de Hermes de José se iluminaron con un fuego intenso que parecía quemar la arena blanca pero al instante esta pareció arremolinarse en ellas. Lo mismo pasó con el resto que al principio parecieron afectar a la arena, pero luego ya no, siendo más bien rodeados por la arena.

Los guantes o Rugidos de Bóreas de Alejandro, el cañón de fotones de Diego, los chakram de Rudra de Ulises y la lanza de Geb de Gabino fueron cubiertos de arena pero ninguno de los chicos pareció percatarse.

Las niñas mágicas simplemente se concentraron, portando su atuendo magistral. La espada Raijin de Celeste no se cubrió de arena pero destellaba con fuerza.

Entonces las cinco niñas abrieron los ojos.

— ¿Qué está pasando?— Pregunto Navier, mirando solo a sus amigas. Ni los chicos ni las científicas estaban ahí.

— ¿Estamos muertas?— Celeste hizo una mueca.

—No lo creo— Amapola señalo a una mujer en medio de todas.

Cuando la miraron a los ojos, sintieron ver toda su vida, desde su nacimiento hasta el momento exacto en que estaban ahí, todo pasando con rapidez mientras el peso de sus elecciones parecía hacerlas caer.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.