Marianne Curie era una científica sin visión, al menos no quería pensar más allá de su trabajo y tomando en cuenta que estaban por empezar otra guerra, la verdad es que menos ganas tenia de estar en ese laboratorio.
La gente usaba la ciencia para crear armas para matar y siendo ese un laboratorio del gobierno alemán, no podía esperar menos de sus encargos. Armas químicas y biológicas estaban tratando de ser diseñadas.
Josefina Mengele entro al laboratorio a paso resuelto.
Una mujer de cabellos morenos largos con algunos cabellos quebrados hacia dentro de su rostro, con un peinado de cola descuidada que dejaba ver algunos mechones rebeldes. Sus cabellos eran oscuros y estaba llena de ojeras, sus labios eran delgados y su nariz respingada.
Era una mujer alta, delgada que llevaba una blusa blanca apretada, resaltando sus atributos. También vestía unos pantalones ajustados de color negro y sobre estas, una bata blanca igual de apretada que toda su ropa, además de una corbata negra bastante larga. Sus lentes eran cuadrados de color rojos.
Marianne acomodo sus lentes, esperando lo peor.
—Me salgo— Dijo la mujer con despreocupación— He decidió cortar lazos con el gobierno y por ende, este laboratorio ya no recibirá financiación así que podría decirse que todos están despedidos.
Eso ños sorprendió a todos.
— ¿Por qué?— Pregunto uno alzando la voz y caminando hacia ella— Estamos trabajando bien y hacíamos logrado mejorar el gas mostaza, ahora puede matar a más del doble con menos y…
—Ah, un trabajo excelente pero eso no es ciencia— Le dijo la mujer mirándolo como escoria— La ciencia significa crear cosas nuevas, cosas mejores que las que tenemos ¿Mejoras armas y venenos ya creados? Eso es ridículo, se los dije a los de arriba y se negaron a darme financiación para cosas nuevas…
— ¿Solo por eso?— Pregunto otro.
—No tenemos tiempo para discusiones, la guerra está a la vuelta de la esquina así que pueden irse y buscar otro trabajo. Parece que abrirán otro laboratorio aquí pero ya no soy su jefa.
La mujer se levantó y se fue de ahí como si nada.
Todos se miraron con incomodidad y comenzaron a empacar, entonces otros hombres llegaron listos para ofrecernos seguir trabajando ahí aunque bajo el mando de otro jefe y del gobierno mismo. La mayoría acepto y esa mayoría no incluía a Marianne.
Marianne llego a su casa solitaria algo trise aunque aliviada de no tener que participar más en esas tonterías de las armas, aun así le pareció difícil de creer que la jefa haya renunciado por algo tan tonto como trabajar sobre otro trabajo ya hecho.
Su teléfono personal sonó y respondió.
Marianne escucho con atención a su papá pero cuando termino colgó y salió corriendo rumbo al hospital.
—Mamá— Marianne entro a la habitación de su mamá tras pedir direcciones y se sentó a su lado, su padre estaba del otro lado mirándola con tristeza— ¿Cómo estas mamá? ¿Por qué no me avisaron antes?
—Estoy bien, mi pequeña— Le dijo su madre, muy parecida a ella aunque muy delgada, con los cabellos cenizos y una expresión dolorosa. Sus ojos eran de un color marrón y su nariz era más fina que la de Marianne.
—Los doctores tampoco lo explican, fue muy repentino— Dijo su padre.
—Imposible— Dijo Marianne y se levantó para ir a buscar a los médicos y hablar con ellos. Una persona no podía empeorar de un momento a otro ¿O sí? ¿Cáncer solo así? ¿Y en fase final?
Marianne fue hablar con los doctores pero fue en vano, nadie se explicaba como creció tan rápido el cáncer lo que la dejo deprimida. Deicidio quedarse con su mamá esa tarde para que su papá pudiera descansar.
De todos modos no es como que tuviera trabajo.
Cuando su madre se quedó dormida ella fue a buscar una bebida en los pisos inferiores.
Encontró un pequeño puesto donde había otros tantos médicos cenando ahí, café con panes o incluso algo más pesado. Se sintió un tanto desanimada pero decidió ignorarlo mientras tomaba su café amargo.
—Ah, Mariana ¿No?— Una voz que no esperaba volver a escuchar después de esa tarde la llamo desde el grupo de médicos que estaban ahí.
—Es Marianne— Dijo la chica mirando a su ex jefa.
—Claro, claro ¿Buscas trabajo en el hospital?— La mujer le contemplo con atención— Pensé que te quedarías en el otro laboratorio a menos que estés aquí por un paciente, que creo que es lo más probable.
—La verdad si renuncie— Dijo encogiéndose de hombros.
—Claro, era una gran jefa, ahora viene otro a ocupar mi lugar, esos si son buenos empelados— Dijo Josefina con una sonrisa en el rostro mientras le daba palmaditas en la espalda a Marianne— ¿Entonces si buscas trabajo?
Negó con la cabeza— Mi mamá está mal.
—Oh, lo siento, se recuperara, ya verás…
—Cáncer en fase terminal…
—Lo siento— Josefina se quedó callada y le miro con atención— Regresa al laboratorio, seguro te aceptan, buscan vacantes, aun pagan bien. También podrías trabajar aquí, creo que buscaban químicos pero ambas sabemos que cubrimos con creces esos requerimientos.