Nexus Parte I V: La Singularidad

Una de tantas (Epilogo 3)

—No pensé que volveríamos a reunirnos acá— Dijo Lavanda cargando a una pequeña de dos años en sus brazos, con el cabello moreno y con unos ojos bicolores, uno rojo y uno azul. Ella no había cambiado mucho más allá de algunas arrugas— Es hasta nostálgico.

— ¿Ya habían estado aquí?— Preguntó una niña de unos diecisiete años de cabellos castaños y ojos de color rojo con un vestido de color blanco con flores en el borde de la falda. Era de tez clara y labios delgados— No es muy diferente a casa aunque no hay cultivos, o sea, cero trabajo.

—Hace tiempo pasamos un tiempo aquí con nuestros amigos— Acepto Gabino. Este se había dejado crecer el bigote— Ahora está abandonada.

—No parece abandonada— Dijo Lavanda pasando sus dedos por los muebles. Ni una viruta de polvo.

—Mi hermano la compro— Les dijo Irene sonriendo un poco.

— ¿De verdad? ¿Y dónde está?— Preguntó Crisa.

—Fue a comprar las ultimas cosas— Dijo esta mientras terminaba de acomodar las papas para hornearlas. A su lado estaba Colín ayudando a picar las verduras pero no parecía ser fácil para ella.

Irene termino ayudándola.

— ¿Y tu hermana?— Preguntó Lavanda.

—Ocupada. No hemos parado desde la fundación de COFOS, además, bueno, han surgido algunos problemas en algunos Oasis que mueren antes de tiempo pero no importa, a estas alturas es algo que es fácilmente corregible, la verdad. Ya casi lo resolvemos.

—Ya veo, entonces mucha suerte…

— ¡Ya vine!— Alejandro entro a la casa como si nada cargando algunas cosas. Este no había cambiado nada— Traje muchas botanas para los niños.

—No era necesario, papá— Dijo uno chico de dieciséis con el rostro un poco malhumorado, de tez olivácea, cabellos negros y ojos verdes.

Se había cruzado de brazos, tratando de mostrarse malo hasta que vio a la hija de Lavanda quien solo le miro unos segundos.

Lavanda y Navier intercambiaron miradas, sonriendo.

—Ya llegaron ¡Bienvenidos!— Diego entro también cargando algunas cosas con Amapola a su lado. A su lado llego Hela con José detrás— Me los encontré a mitad del camino tratando de localizarse.

—La última vez nos trajeron, perdón— Hela le golpeo el hombro.

Estos estaban acompañados de una chica de cabellos morenos largos, ojos grises, prácticamente una pequeña Hela, la cual hablaba con un chico de cabellos pelirrojos y ojos oscuros que se movía mucho al hablar.

— ¿Qué te parece?— Termino el chico.

—No sé de qué me serviría destruir mi escuela…

—Si todo sale bien, podrías…— Amapola le dio un golpe para silenciarlo— ¡Mamá!

José llevaba en sus brazos a un niño y una niña de tres años que venían dormidos— ¿Puedo…?

—Te digo donde los puedes aventar— Hablo Diego, entonces se aclaró la garganta— Donde los puedes poner a dormir.

—Te estoy vigilando— Hela advirtió a José como si la idea de aventarlos no haya sido solo de Diego.

— ¡No cierren!— Grito Celeste antes de que Amapola cerrara— ¡Ya llegamos!

—Hola— Saludo Edward levantando su mano.

— ¡No es posible!— Dijo Hela acercándose a ella— ¿Estas…?

—No, me hinche por comer mucho— Celeste bromeo— Aunque ya han pasado dos meses…

—Ya era hora— Gabino levanto sus pulgares.

—Los antojos han de estar brutales ¿No?— Le dijo Alejandro rodeando a Edward de su hombro.

—Peor de lo que crees— Edward negó von la cabeza— Te aseguro que no es fácil encontrar Copenag en un planeta donde nadie ha probado esa comida. Aunque he aprendido a cocinar de todo gracias a eso.

— ¿Qué diablos es el Copenag?— Preguntó Ulises a lo que todos se giraron a verlo.

—Parece que ya estamos todos— Saludo Roció detrás de todos.

— ¿Cuándo llegaste?— Preguntó Irene mirándolo.

—Llevamos un tiempo aquí— Ulises se encogió de hombros mientras Roció escondía su huso.

—Los gemelos ya están aventados y…— Diego miro a Celeste— ¿Comiste mucho, no? Seguro fue Copenag.

—Es delicioso ¿Verdad?— Dijo Celeste relamiéndose los labios.

—El niño tendrá cara de Copenag, sea lo que sea eso— Agrego Alejandro.

Edward hizo una mueca.

—Hola, señorita, un gusto exquisito compartir la mesa con usted— Era el hijo de Roció, un joven de cabellos morenos y ojos dorados mientras esbozaba una sonrisa confiada, hablando con la hija de Lavanda— Me haría el honor de pasear conmigo por el bosque un rato.

— ¡Oye!— Le detuvo el hijo de Navier.

— ¿Qué pasa? ¿Quieres acompañarnos?— Preguntó el chico esbozando una gran sonrisa.

—Que idiotas— Dijo la hija de Lavanda.

— ¿Y si vamos todos y buscamos hongos comestibles? Si comen uno y se enferman, pierden— Dijo el hijo de Amapola.

— ¿Y qué ganamos nosotros?— Preguntó la hija de Hela, alzando una ceja.




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