Ni contigo, ni sin ti

Capítulo 6

Tras una mañana de trabajo que para Emma lo significaba todo—un nuevo comienzo en el mundo laboral—, llegó a casa de los Ruiz exhausta y hambrienta.

En la cocina, Sergio la esperaba con la comida hecha y la mesa puesta.

—Come, seguro que vienes famélica —dijo mientras le servía un plato de ensaladilla.

—Gracias —agradeció ella con la boca llena de comida.

—No se habla con la boca llena —la reprendió como si fuera una niña pequeña—. ¿Qué tal el primer día?

Emma masticó lo que le quedaba en la boca y tragó a cámara lenta, haciendo que Sergio se impacientara.

—¿De verdad quieres saberlo? —preguntó finalmente, mirándolo acusadoramente.

En ese momento, Sergio se dio cuenta de que ella ya sabía que él estaba al tanto de todo.

—¿Tan malo fue? —preguntó tras un largo silencio.

—Más que malo, fue inesperado. Después, simplemente lo ignoré.

Sergio le sonrió con timidez, pidiéndole perdón con la mirada.

—¿Por qué siempre acabas ayudándolo? —preguntó Emma con sinceridad.

Sabía que era su hermano, pero no entendía por qué siempre se ponía de su lado cuando la que acababa mal parada era ella. La que sufría siempre era ella.

—Emma, él no lo hizo con mala intención. Además, lo del nuevo trabajo fue idea suya.

Emma frunció el ceño y bajó la mirada, pensativa.

—No sé, Sergio... Yo he trabajado muy duro toda mi vida y, para él, todo siempre ha sido un juego.

—¿Eso crees? —preguntó él, observándola con intensidad—. ¿De verdad no lo sabes?

—¿Saber qué, exactamente? —preguntó ella, confusa.

Sergio chasqueó la lengua, frustrado.

—¡Joder! Ya sabía yo que no contarte nada de él no era buena idea. Se lo dije tanto a mis padres como al tuyo. Que si supieras la verdad...

—¡¿De qué cojones estás hablando?! —exclamó Emma, deteniendo de golpe su sinsentido.

Sergio la miró con seriedad. En ese momento decidió que debía contarle la verdad. Sobre todo, a ella.

—Los últimos diez años han sido muy duros para Lucas. Si está donde está ahora, es porque trabajó mucho. No ha sido un camino de rosas. Al igual que tú, ha tenido que pasar por mucho y, además, hacerlo solo. Se fue porque aquí no iba a poder sacarle partido a su pasión.

Emma se quedó estupefacta. ¿Por qué nunca le habían contado nada? Siempre le habían dicho que Lucas estaba bien, que estaba viviendo su sueño. Tal vez ese sueño había sido, en parte, una pesadilla.

Siempre había pensado que Lucas lo había tenido todo fácil. Era el niño consentido de la familia, el que nunca tuvo que esforzarse demasiado. ¿Había estado equivocada todo este tiempo?

Bajó la vista a su plato, donde la ensaladilla seguía a medio comer. De repente, ya no tenía hambre. Empezó a revolver la comida con el tenedor.

—¿Por qué nunca quisieron decirme nada? —preguntó finalmente.

Sergio miró al techo, pensativo.

—No lo sé... —admitió—. Al igual que no sé por qué Lucas nunca quiso hablar contigo mientras estuvo fuera. Seguro que hay algo que no nos han contado.

Entonces, se giró hacia ella con el ceño fruncido.

—Emma, ¿pasó algo antes de que Lucas se fuera?

Emma levantó la vista del plato y lo miró sin verlo realmente. Su mente ya estaba lejos, viajando al pasado. El pasado que había intentado enterrar y que ahora volvía para abrirse paso en su mente con la misma claridad que aquel día en la piscina.

Recordaba perfectamente cómo se había enterado de que Lucas se iba. Fue él mismo quien se lo dijo, como si nada.

Habían pasado la tarde jugando en la piscina, como cuando eran pequeños. Y, por primera vez en mucho tiempo, no habían discutido ni una sola vez.

Entonces, de repente, él se puso serio y le dijo que se iba a estudiar fotografía a otro país.

Algo dentro de ella se rompió en ese momento. Y lo peor fue que su reacción no fue tristeza, sino enojo. ¿Por qué le había molestado tanto que se fuera?

Y ahora, igual que se había ido, había regresado. Poniendo su vida patas arriba, como siempre hacía. ¿Por qué su sola presencia la ponía tan histérica? ¿Por qué le seguía molestando tanto estar en la misma habitación que él?

Emma suspiró y dejó el tenedor sobre el plato.

—Da igual. Es pasado, y en el pasado se queda —dijo, levantándose de la mesa y recogiendo su plato.

Sergio la observó con atención. Algo había pasado por su mente, algo que no quería contarle. Cada vez estaba más seguro de que Emma ocultaba muchas más cosas de las que él pensaba.

—Creo que me voy a dormir un rato, estoy cansada —dijo ella antes de salir de la cocina.

Subió las escaleras hasta su habitación, se dejó caer en la cama y se quedó mirando el techo, absorta en sus pensamientos. Un torbellino de emociones cruzaba su mente.

Tomó los cascos que tenía en la mesita de noche y los colocó en sus oídos. Cerró los ojos y se perdió en su playlist favorita, tratando de silenciar los recuerdos.




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