A la mañana siguiente, Emma se vistió y salió en dirección a la revista en el coche de Sergio, sin haberse cruzado con nadie de la familia Ruiz por el camino.
El trayecto hasta la oficina le pareció más largo de lo habitual. Su mente iba y venía entre su trabajo y lo que había pasado en la casa Ruiz. Lucas estaba siendo… diferente. Demasiado. Suspiró y negó con la cabeza, concentrándose en la carretera. "No pienses en eso ahora, Emma", se dijo. "Tienes trabajo que hacer".
Ya en el trabajo, Daniela le entregó un nuevo artículo que debía preparar esa semana. Esta vez era más largo y requería varios días de investigación.
Estaba concentrada en ello cuando un sonriente Lucas entró en la oficina.
—Buenos días, Em —la saludó.
—Hola —respondió ella sin apartar la vista de la pantalla del ordenador.
—Hoy, después de comer, salimos inmediatamente para la ciudad —informó él mientras se sentaba en su escritorio.
Emma asintió con la cabeza, sin prestarle demasiada atención.
—Supongo que andas liada con la nueva historia. No te molesto más.
Lucas comenzó a teclear en su ordenador, y ambos se sumergieron en su trabajo sin volver a dirigirse la palabra.
De repente, una notificación sonó en la pantalla de Emma. Un correo.
Al abrirlo, vio que Lucas le había enviado un mensaje con varias fotos adjuntas.
Eran imágenes de ella, tomadas la semana pasada, el día de la regata.
Emma levantó la mirada y lo observó.
Él sonreía.
—Unas fotos que te saqué mientras no me veías. Son tuyas.
Emma volvió a mirar una a una las imágenes. Eran buenísimas.
—Gracias —musitó, sin saber muy bien qué decirle.
Intentó volver al trabajo, pero le resultaba imposible concentrarse. Sus ojos iban de la pantalla a Lucas una y otra vez.
A él parecía ocurrirle lo mismo, porque sus miradas se cruzaron más de una vez.
Lucas no podía dejar de ver aquellas fotos. Cada una de ellas capturaba un momento que quería atesorar.
Ojalá pudiera hacerle una sesión de fotos de verdad. Guardaría ese recuerdo para siempre.
Ambos estaban tan ensimismados en sus pensamientos que no se dieron cuenta de la hora hasta que Daniela apareció por la puerta.
—¿Qué hacéis aún aquí? —preguntó sorprendida. No esperaba verlos todavía en la oficina. Eran casi las tres de la tarde.
—¡Mierda! —exclamó Lucas. Iban a llegar tardísimo a la ciudad.
Emma miró la hora, incapaz de creer que se les había pasado tan rápido.
Lucas se levantó de golpe y se acercó a ella. La tomó suavemente de la muñeca y tiró de ella con urgencia.
—Tenemos que irnos ya.
Emma asintió.
Cogieron sus cosas y se despidieron de Daniela, quien los observó sin entender nada.
—No nos da tiempo a comer. ¿Te parece si cogemos algo rápido de camino y comemos en el coche? —preguntó Lucas mientras se subía a su coche.
Emma miró el vehículo de Sergio.
—Déjalo ahí, luego le diré a Sergio que lo recoja —sugirió él.
—De acuerdo —aceptó finalmente, subiendo también al coche de Lucas.
De repente, se dio cuenta de lo que significaba el viaje: una hora entera juntos, en el mismo coche. ¿Iba a poder soportarlo?
Lucas arrancó en dirección a la autovía.
Emma lo observó conducir. Era la primera vez que podía mirarlo sin que él estuviera atento a cada uno de sus movimientos.
Desde el asiento del copiloto, recorrió con la mirada su perfil. Tenía la mandíbula fuerte, el pelo marrón chocolate algo largo y despeinado, como si se lo hubiera revuelto con las manos más de una vez.
No podía evitar pensar que era muy atractivo.
Entonces, Lucas giró el rostro hacia ella y sus ojos grises se clavaron en los suyos por unos segundos.
—¿Pasa algo? —preguntó, volviendo la vista a la carretera.
—No… —carraspeó ella—. Nada.
La había pillado mirándolo. Sus mejillas se tiñeron de un leve rubor por la vergüenza.
Lucas había notado su escrutinio. Su corazón latía con fuerza desde que ella había subido al coche.
Hacía un gran esfuerzo por centrarse en la carretera, pero estar tan cerca de ella lo ponía extremadamente nervioso.
Emma fijó la vista en la ventana. El paisaje de campos abiertos daba paso, poco a poco, a edificios y calles concurridas.
Habían llegado a la ciudad casi sin darse cuenta.
—Voy a parar allí por algo de comer y luego lo tomamos en mi estudio —comentó él tras el largo silencio que habían compartido.
Y así hizo. Se detuvo unos minutos mientras Emma lo esperaba en el coche y volvió con un par de bolsas.