Ni contigo, ni sin ti

Capítulo 13

Emma se despertó a la mañana siguiente sin recordar con exactitud cómo había llegado a su cama. Lo último que tenía claro era haberse subido al coche de Lucas; después de eso, todo era borroso.

Se miró y comprobó que seguía con la ropa del día anterior. Frunció el ceño. No podía estar segura, pero algo le decía que había sido Lucas quien la había llevado hasta su habitación.

Suspiró y se levantó para cambiarse. Durante un instante, dudó si debía agradecerle o no lo que había hecho. Al final, decidió hacerlo.

Salió de su habitación con determinación y se acercó a la puerta de Lucas. Justo cuando estaba a punto de llamar, se quedó con la mano suspendida en el aire, asaltada por la duda.

¿Qué le diría cuando él abriera? ¿Estaba segura de que quería hacer esto?

Antes de que su mente pudiera frenarla, sus nudillos golpearon suavemente la puerta. Esperó. Nadie respondió.

Volvió a intentarlo, esta vez con un poco más de fuerza. Nada.

En ese momento, Elena apareció por el pasillo.

—¿Pasa algo? —preguntó al verla allí, inmóvil.

—Nada, solo quería preguntarle algo a Lucas —respondió Emma, intentando sonar indiferente.

—Lucas no se quedó anoche. Dijo que tenía que estar en la ciudad temprano —le informó Elena. Estaba a punto de seguir su camino cuando pareció recordar algo—. Ah, me pidió que te avisara que vendrá a recogerte después de comer.

Dicho esto, se alejó, dejando a Emma con una extraña sensación en el pecho.

¿Pero qué le pasaba? ¿De verdad la afectaba el hecho de no verlo esa mañana?

Negó con la cabeza, como si con ese gesto pudiera espantar la idea, y continuó su camino hacia el coche de Sergio.

Se subió y se dirigió al trabajo.

En la oficina, Emma se preparó un café y se sentó en su escritorio, lista para terminar su artículo cuanto antes. Estaba emocionada.

Llevaba un rato sumergida en su trabajo cuando Daniela apareció.

—Buenos días, Em —la saludó con una sonrisa.

—Buenos días, Dan —respondió Emma.

—¿Qué tal va el artículo?

—Muy bien, la verdad. Lo tengo bastante avanzado.

—Me alegra.

Daniela había ido a recoger unos papeles y ya se disponía a marcharse cuando Emma recordó algo de repente.

—Daniela —la llamó.

—¿Sí?

—¿Quién te habló de mí para este trabajo? ¿Fue Sergio o Lucas?

—Fue Lucas —respondió sin dudar.

Emma parpadeó, sorprendida.

—Yo lo contacté para encargarle unos reportajes para la revista —continuó Daniela—, y en la conversación mencioné que necesitaba gente. Él te vendió tan bien que prácticamente estabas contratada antes de cruzar la puerta.

Emma se quedó literalmente con la boca abierta. Sintió un cosquilleo extraño en el pecho. ¿Lucas había hablado así de ella? Se llevó una mano a la garganta, como si algo la hubiera atrapado de repente.

—¿No lo sabías? —preguntó Daniela al notar su expresión.

Emma negó con la cabeza ya que no podía pronunciar palabra. Se le habían quedado todas atascadas en la garganta.

—A ver, esto lo corroboré cuando te entrevisté, me encantaste. Confirmé que serías una gran adquisición para la revista. Y con el artículo de la semana pasada... —hizo un gesto hacia la revista sobre el escritorio—. Apenas tuve que corregirlo. Estuvieras donde estuvieras, estabas infravalorada, y yo estoy encantada de tenerte aquí. Hasta vendimos un 20% más de ejemplares esta semana.

Emma sintió un nudo en la garganta.

—¿En serio?

—Sí, aunque creo que parte de la culpa la tiene Lucas.

Emma la miró sin entender.

—Compró varios ejemplares para llevárselos. Estaba muy orgulloso de ti.

"¿Lucas, orgulloso de mí?"

¿Había cambiado tanto o siempre había sido así y ella nunca lo notó?

Y entonces lo recordó.

Su mente viajó lejos, a un invierno cuando tenían ocho y nueve años. La escena cobró vida con una claridad sorprendente.

Estaban junto al árbol de Navidad en casa de los Ruiz. Aquel año, Emma había perdido a su madre, y los Ruiz los habían invitado a pasar las fiestas con ellos.

Lucas desempaquetaba un regalo con emoción.

—¡Guay! —exclamó al ver el contenido—. Empezaré a sacar muchas fotos y me convertiré en un gran fotógrafo.

Sin perder un segundo, comenzó a disparar fotos a todo lo que lo rodeaba, incluida Emma.

Era su turno. Desenvolvió su propio regalo y encontró un set de escritura.

—Boh, qué aburrido —comentó Lucas al ver su regalo.

Emma lo fulminó con la mirada.

—Pues a mí me encanta —replicó, apartándose de él—. Mejoraré mi escritura y me convertiré en una gran periodista.




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