Esa tarde, cada uno trabajó en su despacho. Cuando cayó la noche, subieron al coche de Lucas y emprendieron el regreso al pueblo.
Al llegar, Lucas se detuvo frente a la casa.
—Hasta el viernes no nos veremos —le dijo antes de que ella bajara—. Tengo algunos asuntos que atender en la ciudad.
Emma asintió sin decir nada y se quedó en la calle, viendo cómo se alejaba. Una sensación de vacío se instaló en su pecho. Sabía que lo iba a extrañar.
Lo que no sabía era que Lucas necesitaba esa distancia. La aparición de Marcos lo había descolocado y necesitaba tiempo para asimilarlo.
El miércoles amaneció gris, reflejando el humor de Emma. La ausencia de Lucas pesaba sobre ella como un nubarrón.
Se sumergió en el trabajo y pasó la mañana concentrada en su artículo. Al terminar su jornada, ya lo tenía prácticamente listo; solo faltaban los últimos retoques antes de la publicación del viernes.
Por la tarde, se encerró en su habitación con un libro entre las manos, aunque su mente estaba en otro lugar.
"¿Qué estará haciendo Lucas?"
Desvió la mirada hacia la mesita de noche y vio la tarjeta de Marcos. Aún no le había escrito.
Dudó un instante antes de cogerla y guardar su número en el teléfono. Abrió la aplicación de mensajería y le envió un mensaje preguntando por su coche.
La respuesta no tardó en llegar.
"El viernes estará listo. Si quieres, te lo dejo en casa."
Emma no quería darle su dirección.
"Llévalo al estudio, lo recogeré cuando vaya con Lucas."
Marcos respondió con un simple "Ok", dando por finalizada la conversación.
Cuando miró el reloj, ya era tarde. No tenía hambre y decidió no bajar a cenar.
Apagó la luz y se metió en la cama. Su último pensamiento antes de quedarse dormida fue para Lucas. Extrañaba su sonrisa, sus ojos grises...
A la mañana siguiente, la rutina volvió a envolverla. Trabajó, terminó el artículo y se lo envió a Daniela.
Al salir, regresó a casa sin ganas de nada. Aunque escuchaba a Sergio y Elena en la piscina, la idea de unirse a ellos no la animó.
Esa noche, al acostarse, la imagen de Lucas seguía rondando su mente. Pero esta vez, la esperanza de verlo al día siguiente le dibujó una sonrisa antes de dormir.
El viernes por la mañana, su humor había cambiado por completo. Se levantó con energía y pasó varios minutos revisando su armario, buscando el conjunto perfecto para ese día.
Se tomó más tiempo del habitual para arreglarse, y ahora iba tarde al trabajo. Sin embargo, cuando llegó al edificio de la revista y vio el coche de Lucas aparcado frente a la entrada, cualquier preocupación se desvaneció.
Subió las escaleras corriendo y se dirigió a la oficina.
Pero Lucas no estaba allí.
Frunció el ceño, preguntándose dónde estaría. Unas voces provenientes del despacho de Daniela llamaron su atención. Se acercó y llamó a la puerta.
—Adelante —respondió la voz de Daniela desde dentro.
Emma entró y lo vio.
Lucas.
Una sonrisa apareció en su rostro de manera automática.
—Buenos días —saludó a ambos.
Lucas giró la cabeza hacia la puerta y la vio. Su corazón latió con más fuerza y un nudo le apretó la garganta.
"Dios, cómo la he echado de menos."
Algo en Emma había cambiado. Llevaba el pelo suelto en ondas que caían sobre sus hombros, un poco de maquillaje que realzaba sus facciones y, en lugar de sus habituales vaqueros y camiseta, vestía un ligero vestido veraniego que dejaba a la vista sus largas y morenas piernas.
Lucas se quedó embobado.
Emma también sintió un impacto al verlo. No recordaba haberlo encontrado tan atractivo como en ese momento, sentado con su habitual aire seguro en aquel sillón.
—Buenos días, Emma —saludó Daniela, ajena a las reacciones internas de ambos—. Justo estábamos hablando de ti y del increíble artículo que has escrito.
Emma apartó la vista de Lucas y se centró en Daniela.
—¿En serio? —preguntó con emoción.
—Ha sido perfecto —afirmó Daniela.
Emma dejó escapar un pequeño grito de felicidad y dio unos saltitos, cohibida al principio. Pero cuando Daniela la tomó de las manos y empezó a saltar con ella, la risa se le escapó y terminó entregándose al momento.
Lucas las observó, sintiendo cómo una calidez inusual se expandía en su pecho. Le encantaba verla así, triunfando.
—Te lo mereces —dijo al fin.
Emma lo miró cuando dejaron de saltar, y sus ojos brillaban de alegría.
Daniela le entregó la revista recién impresa. Emma la tomó y su corazón dio un vuelco al ver su artículo en sus páginas.
"Mi sueño se está haciendo realidad."