Ni contigo, ni sin ti

Capítulo 17

Lucas había pasado la noche en vela. Tenerla tan cerca… y, al mismo tiempo, tan lejos...

Y ni siquiera le había dejado explicarse. Le había cerrado la puerta en las narices.

¿Podía culparla? No.

Se lo había ganado a pulso. Con ella, todo lo había hecho mal.

Se levantó cuando el sol empezaba a teñir el cielo con los primeros tonos del amanecer.

El sonido de una puerta abriéndose lo sacó de sus pensamientos. Estuvo tentado de salir a su encuentro, pero se contuvo.

Miró la hora. Era temprano. Aun así, decidió bajar a la cocina y preparar el desayuno para su madre.

Mientras descendía las escaleras, escuchó el motor del coche de Emma alejándose. Ni siquiera se había detenido a desayunar.

No quería cruzarse con él.

Su madre bajó poco después, encontrándolo en la cocina.

—Buenos días —lo saludó Elena con dulzura.

Lucas respondió con una leve inclinación de cabeza.

Elena supo al instante que su hijo no había dormido bien.

—¿Todo bien, hijo? —preguntó, aunque ya conocía la respuesta.

—No es nada, no te preocupes —respondió sin convicción, dejando frente a ella un plato con huevos revueltos, una tostada y un café—. Déjame ayudarte.

Elena se dejó atender, disfrutando de la compañía de su hijo pequeño, a quien tanto había extrañado en los últimos años.

Cuando terminaron de desayunar, Lucas metió los platos en el lavavajillas.

—Tengo que ir a la revista. Volveré antes de la comida para ayudar a Sergio.

Sin añadir nada más, salió por la puerta de la cocina. Elena lo observó con preocupación.
Sabía que su hijo estaba sufriendo, aunque esperaba que, pronto, todo se solucionara.

Lucas se vistió y salió de inmediato hacia la revista.

Al llegar, la vio sentada detrás de su ordenador, concentrada en su trabajo.

—Buenos días —saludó.

Emma apenas inclinó la cabeza en respuesta.

No importaba. Tenía que hablar con ella, al menos de trabajo.

—¿Cuándo concretaste las entrevistas para el estudio? —preguntó.

Emma alzó la mirada. Sus ojos color avellana lo atravesaron.

—El miércoles —respondió al fin.

—Bien. Entonces, hasta el miércoles no hace falta que vayas al estudio —dijo él.

Ella asintió, pero en su mirada había algo más.

Lucas la vio coger el móvil y escribir con rapidez. A los pocos minutos, recibió una respuesta.

Él fingió concentrarse en la pantalla de su ordenador, pero no pudo evitar fijarse en el brillo en su mirada cuando recibió la respuesta.

Su estómago se tensó. ¿Con quién hablaba? ¿Marcos?

Él quiso preguntarle, pero se contuvo. Estaban en el trabajo, no era el momento.

La mañana fue un suplicio. Aunque logró avanzar con los retoques de las fotos para Daniela, no dejó de lanzarle miradas furtivas a Emma. Pero ella no apartó los ojos de su pantalla ni una sola vez.

Finalmente, miró la hora y se levantó.

—Yo me voy ya —anunció—. Voy a ayudar con la comida.

Emma parpadeó y lo miró con una intensidad que hizo que su corazón latiera con fuerza.

Pero no dijo nada. Simplemente, volvió la vista a su ordenador.

Lucas exhaló un suspiro silencioso, recogió sus cosas y salió.

Minutos después, su coche se alejaba rumbo a casa.

Sergio ya estaba peleándose con la comida cuando Lucas apareció en la cocina.

—Menos mal que has venido, esta cocina me odia —gruñó Sergio con frustración.

—Aparta, anda —respondió Lucas, rodando los ojos.

Sergio se hizo a un lado y observó cómo su hermano se movía con facilidad entre los fogones. Qué ironía. Quizá él también debería haberse ido de casa para aprender a cocinar así.

Cuando Lucas terminó, la familia se reunió para comer, incluida Emma.

La comida fue un éxito, y todos felicitaron a Lucas por el delicioso resultado. Como siempre, él ayudó a su madre con paciencia y cariño, sin notar que unos ojos color avellana no se apartaban de él ni un segundo.

Pero él sí lo notó.

Después de recoger la cocina, Lucas se dejó caer en el sofá junto a Sergio.

Estaban viendo la televisión cuando escucharon la puerta principal abrirse, seguida por el sonido de un motor arrancando.

Lucas frunció el ceño y miró hacia la entrada.

—Ha sido Emma —dijo Sergio, sacándolo de sus pensamientos.

Lucas giró la cabeza hacia su hermano.

—¿A dónde va? —preguntó con curiosidad.

Sergio suspiró.

—Tiene una cita con Marcos.




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