Ni contigo, ni sin ti

Capítulo 19

Emma se levantó del suelo con pesadez, como si cada movimiento le costara el doble. No quería ir al trabajo. No quería enfrentarse a lo que el día le tenía preparado. Pero sabía que no podía quedarse allí, atrapada entre sus dudas. El reloj avanzaba sin piedad, recordándole que el mundo no se detenía por su caos interno.

Se metió en el coche de Sergio. Apoyó la cabeza contra el volante y la golpeó suavemente, una, dos, tres veces, hasta que un destello de dolor la obligó a detenerse.

"Tienes que ir a trabajar." Se lo repitió en su mente como un mantra antes de encender el motor. Echó un último vistazo a la casa y, con un suspiro, se marchó.

Con la mente en otro lado, apenas se dio cuenta de que había llegado a la revista. Aparcó, respiró hondo y salió del coche con pasos vacilantes.

Subió las escaleras sintiendo cada peldaño como una carga adicional sobre sus hombros. No se detuvo a saludar a nadie. No se atrevió. Temía que si abría la boca, su voz le temblara... o, peor aún, que las palabras simplemente no salieran.

Se dejó caer en su silla y miró la pantalla del ordenador.

No podía concentrarse.

Lo único que ocupaba su mente era Lucas.

Lucas y sus palabras.

Lucas y sus sentimientos.

Lucas, Lucas y más Lucas.

El sonido de un mensaje en su móvil la sacó bruscamente de su ensoñación.

"¿Te apetece quedar hoy?"

Emma parpadeó, enfocando la pantalla. Marcos. Él era calma, estabilidad… justo lo que necesitaba ahora.

"Podemos quedar para comer."

Él aceptó enseguida.

Aprovechó para escribirle a Sergio y decirle que pasara a recoger su coche. Después de su cita con Marcos, recogería el suyo.

El cambio de tema la ayudó a concentrarse en el artículo que tenía pendiente. No volvió a pensar en Lucas en toda la mañana. Tampoco él apareció por la oficina, algo que, en el fondo, agradeció.

Cuando llegó la hora del almuerzo, Emma tomó sus cosas y salió. Afuera, Marcos la esperaba junto a su coche.

—He reservado en un restaurante cerca de aquí —anunció con una sonrisa encantadora.

Emma asintió y subió al coche. No se dio cuenta de que Daniela, desde la puerta de la oficina, los observaba con creciente suspicacia.

La comida con Marcos transcurría con una facilidad casi inquietante.

Era imposible no compararlo con Lucas. Polos opuestos.

Los ojos verdes de Marcos brillaban con algo que Emma no supo descifrar.

—Emma… —su tono era suave, casi cuidadoso—, ¿hay algo entre Lucas y tú?

Emma lo miró, desconcertada.

—No… —tomó un sorbo de agua, tratando de disimular el nudo en su garganta—. Nada.

Marcos aprovechó el momento para deslizar su mano sobre la mesa hasta rozar la de ella. Sus dedos se tocaron en un permiso silencioso.

—Genial —murmuró, entrelazando sus dedos con los de ella.

Emma miró sus manos unidas. Algo dentro de ella gritó que eso no estaba bien, pero no se apartó.

—Me gustaría hacerte dos ofertas —continuó Marcos—. Una ya la sabes: quiero que trabajes conmigo en el periódico. Allí tendrás mucho más reconocimiento que en esta revistilla de pueblo.

Emma frunció el ceño. Había algo distinto en su tono. Su mirada, antes cálida, ahora tenía un brillo calculador.

—Yo… —empezó a decir, pero él la interrumpió.

—Déjame terminar.

Apretó su mano, impidiéndole soltarlo. Emma se estremeció.

—Espera, por favor, escúchame —su expresión cambió de nuevo, ahora más suave, casi vulnerable—. Mi segunda oferta es… quiero que seas mi novia.

Emma parpadeó, aturdida.

Se lo había dicho así, como si fuera otra propuesta laboral. Palabras textuales.

—Piénsalo —añadió, soltándole la mano al fin—. Tú y yo, escribiendo juntos en el periódico, mano a mano. Además, juntos como pareja. Seremos la sensación. Todos nos envidiarán.

Acompañó cada palabra con gestos amplios, como si abarcara el mundo con sus manos.

Emma no entendía nada. Se sentía como… un accesorio.

Por un instante, la idea de estar con él sonó más a una estrategia de negocios que a una relación real.

—Solo piénsalo, ¿vale? —dijo él con una sonrisa encantadora mientras se levantaban de la mesa.

El resto de la conversación tomó otro rumbo mientras conducían hacia el puerto a recoger el coche de Emma. Pero su mente seguía dándole vueltas a todo.

Había algo en los cambios de actitud de Marcos que no terminaba de cuadrarle.

Sentía que aunque las palabras de Marcos eran correctas, algo en su mirada la inquietaba.

Al llegar, se despidió con dos besos que duraron más de lo necesario. Se bajó del coche sintiendo un escalofrío en la nuca.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.