Ni contigo, ni sin ti

Capítulo 30

Esa noche llegaron a casa de los Ruiz con las ideas claras.

Acabarían con Marcos.

Juntos.

—¡Lucas! —exclamó Elena al verlos entrar—. Me tenías muy preocupada.

Lucas la abrazó con ternura y le susurró palabras tranquilizadoras, al tiempo que le pedía perdón por haber sido tan egoísta.

—¿Cómo lo has encontrado? —preguntó Sergio.

Emma miró a Lucas, y él le devolvió la mirada.

—Porque nos conocemos —dijeron al unísono, con una amplia sonrisa.

—Sentaos —pidió Emma.

—Tenemos que contaros nuestro plan —continuó Lucas.

Todos obedecieron, y entonces les pusieron al día sobre la increíble idea que se les había ocurrido.

—Es… —Sergio intentó hablar, pero la emoción le cerró la garganta.

Apenas media hora antes, había estado con Daniela, dándole vueltas a cómo solucionar lo de la revista. Y ahora… esto. No solo significaba una oportunidad profesional, sino algo más.

Si Daniela aceptaba, se mudaría a la ciudad.

Emma vio a Sergio parpadear con fuerza y supo lo que estaba pensando.

—Sí —confirmó ella, como si hubiera leído su mente—. Esto significa que podríais estar juntos.

Lucas y Elena la miraron, sin entender de qué estaba hablando.

Sergio se acercó a Emma y la abrazó.

—No… —carraspeó para deshacer el nudo en su garganta—. No sé si lo has hecho pensando también en nosotros, pero no sabes lo mucho que significará esto para Daniela y para mí.

Lucas y Elena se miraron, frunciendo el ceño.

—¿De qué hablas? —preguntó Elena.

Emma suspiró con frustración.

—¿Acaso no os habéis dado cuenta? —inquirió, mirándolos.

Sergio respiró hondo y decidió acabar con el misterio.

—Daniela y yo estamos enamorados.

Elena abrió la boca y la volvió a cerrar, sorprendida.

Lucas miró a su hermano y luego a Emma.

—¡Claro! —exclamó de repente, comprendiendo todo—. Fuiste tú quien le dijo a Daniela que me llamara para aquellas fotos. Nunca entendí cómo supo que estaba de vuelta.

Sergio sonrió con timidez.

Lucas se acercó y le revolvió el cabello como cuando eran niños.

—Hermano… —dijo con una sonrisa burlona—. Qué calladito te lo tenías.

Elena observó a sus hijos y sonrió, feliz. Enamorados y con dos grandes chicas. Por fin podía dejar de preocuparse por esos dos zoquetes.

Se despidió de ellos y se fue a su habitación con su marido.

Lucas, Emma y Sergio siguieron charlando durante horas, afinando los detalles de su plan.

En un momento, Lucas miró a Emma, que conversaba animadamente con su hermano.

Y lo supo.

Esta vez, ella confiaba en él. Y nadie los separaría nunca más.

Metió la mano en su bolsillo y tocó el colgante que Emma le había tirado.

No se lo había devuelto porque tenía otros planes para él.

Al día siguiente, los tres fueron temprano a visitar a Daniela.

Ella se encontraba en su despacho, rodeada de montones de papeles, haciendo cálculos frenéticos para intentar salvar su adorada revista.

Emma irrumpió como un torbellino.

—Daniela, escúchame —dijo con urgencia.

Daniela la miró, sorprendida por su intensidad.

—Soy una idiota —continuó Emma, acercándose a ella y tomándola de las manos para obligarla a levantarse—. Perdóname. No supe reaccionar bien a la noticia y ni siquiera pensé antes de marcharme el otro día…

Daniela alzó las manos, pidiéndole silenciosamente que frenara su verborrea.

—Tranquila, no estoy enfadada —aseguró.

De repente, su mirada se desvió detrás de Emma. Allí estaba Lucas… y, justo a su lado, Sergio.

El color subió de inmediato a sus mejillas. Carraspeó antes de continuar:

—Tú no tienes la culpa de nada. Sé que eres parte esencial de todo esto.

Emma sonrió como una niña emocionada y empezó a dar pequeños saltitos de anticipación.

Daniela la miró, desconcertada, y luego observó a los hermanos Ruiz. Ambos le devolvían la sonrisa.

—Tenéis un plan, ¿verdad? —preguntó, cruzándose de brazos y apoyándose contra su escritorio—. Soy toda oídos.

Emma no perdió el tiempo y le contó, con lujo de detalles, todo lo que habían planeado para el futuro de la revista.

Los ojos de Daniela se abrieron como platos.

Lo que Emma le explicaba era exactamente lo que necesitaban: la forma perfecta de reinventar la revista y llevarla a otro nivel.

Pero una duda cruzó su mente.




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