Ni contigo, ni sin ti

Capítulo 31

—Y… —Daniela hizo una pausa intencionada, saboreando el momento.

—Daniela, por favor, que me voy a comer las uñas —protestó Emma, impaciente a su derecha.

Daniela le dedicó una sonrisa antes de presionar el botón.

—¡Publicada!

La primera edición digital de La Bruma Matutina ya estaba en línea.

El corazón de Emma latía con fuerza mientras buscaba la mano de Lucas para darse valor. Después de tantas semanas de esfuerzo, después de tanto trabajo, por fin veían el resultado.

—No me lo puedo creer… —susurró Daniela, con los ojos fijos en la pantalla.

Lucas las observó y sonrió con orgullo.

—Sois increíbles, chicas —dijo antes de abrazarlas.

De repente, la puerta se abrió de golpe y Sergio entró cargado con una botella de champán y varias copas.

—¿Podemos celebrarlo ya? —preguntó con entusiasmo.

—Por supuesto —respondió Daniela, acercándose a él y dándole un beso fugaz.

Sergio parpadeó, sorprendido. Todavía no terminaba de acostumbrarse a que ahora fueran oficialmente pareja. Se sentía en una nube.

Lucas tomó a Emma por la muñeca y, sin darle tiempo a reaccionar, la arrastró fuera del despacho de Daniela.

—Nosotros tenemos algo pendiente —dijo, empujándola suavemente hacia la salida y cerrando la puerta tras de sí.

Desde adentro, Daniela y Sergio los miraron con expresiones desconcertadas.

Emma frunció el ceño, observándolo con sospecha.

—¿Qué estás tramando?

Lucas sonrió de lado.

—Lo sabrás en un momento.

No tuvo que guiarla demasiado; después de todo, su destino estaba cerca. Se dirigían a su despacho, ubicado en el mismo pasillo que los otros dos.

—Cierra los ojos —le pidió Lucas cuando llegaron.

Emma lo miró con desconfianza, entrecerrando los ojos.

—¿Confías en mí? —preguntó él, con voz suave.

Ella soltó un suspiro, pero su respuesta fue inmediata:

—Siempre.

Y entonces, obedeció.

Lucas abrió la puerta y tomó sus manos, guiándola hacia el interior antes de cerrarla tras ellos.

—Quédate aquí y no te muevas —le ordenó con tono firme—. Y ni se te ocurra abrir los ojos.

Emma asintió, pero no pudo evitar sacarle la lengua con descaro.

Escuchó cómo él se alejaba, dejando un silencio expectante a su alrededor.

Entonces, su voz la envolvió desde la distancia:

—Emma… hoy es un día importante. Lo que hemos construido con la revista… lo que hemos logrado juntos…

Su voz se fue acercando hasta que sintió su calor justo frente a ella.

Lucas tomó sus manos con suavidad y susurró:

—Ahora, abre los ojos.

Emma obedeció.

Lo primero que vio fueron sus ojos grises, mirándola con una intensidad que la hizo temblar desde dentro.

Lucas se apartó ligeramente, dejando libre su visión.

Emma contuvo el aliento.

Su despacho estaba cubierto de rosas. Rojas, blancas… de todos los colores que podía imaginar.

Llevó una mano a su boca, tratando de contener un sollozo.

Lucas la giró suavemente hacia él y, con un movimiento torpe por los nervios, se arrodilló. Soltó un suspiro antes de hablar.

Emma lo miró, incapaz de procesar lo que estaba viendo.

Ambos corazones latían desbocados, sincronizados en un mismo ritmo frenético.

—Em… —carraspeó, tratando de despejar el nudo en su garganta—. Hemos pasado por momentos difíciles y también por momentos increíbles…

Se pasó una mano por el pelo y bajó la mirada al suelo por un instante, como buscando el valor necesario. Cuando volvió a mirarla, sus ojos brillaban con intensidad.

—Quiero seguir construyendo más cosas juntos.

Emma sintió su pecho apretarse. Quería grabar ese instante en su memoria para siempre.

—Emma Vega —su voz sonó profunda, cargada de emoción—, ¿quieres casarte conmigo?

Sacó una pequeña caja de su bolsillo y la abrió.

Emma contuvo el aliento una vez más.

Dentro, no había un anillo cualquiera.

Lucas había convertido su colgante en un anillo de compromiso.

El mismo que ella creía perdido para siempre.

—Es… —empezó a decir, pero su voz se quebró.

Las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas.

Lucas sintió el corazón en un puño. ¿Eran lágrimas de felicidad? ¿Por qué no decía nada?

Emma tragó saliva, luchando contra la emoción que amenazaba con desbordarla.




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