Ni soy una dama, ni él un caballero

PRÓLOGO

Catalina

La paciencia no es mi virtud y tengo una lengua que no puedo controlar, por eso ahora mismo siento el rostro más rojo que un tomate frito. Respiro como toro en plena corrida y miro de reojo al hombre a mi lado, tan pálido y trágico como si en vez de una bendición, acabara de recibir sentencia de muerte: conseguir, al fin, una esposa. El idiota que nunca ha tenido ni una triste novia.

—¡Quiero el divorcio! —mi chillido hace que todos nuestros compañeros de trabajo giren con la velocidad de una telenovela en su mejor escena. El chisme, claro, es más fuerte que el café gratis de la oficina.

Y sí, yo también estaría gozando de primera fila… si no fuese porque soy la protagonista de este circo. La imbécil que se emborrachó y, de entre tantas historias divertidas, terminó casándose con la única persona con la que jamás debía hacerlo.

Mi maldito némesis.

Ese hombre que odio con pasión, mi competencia directa por el puesto de directora en la empresa hotelera más importante del país.

Cuando los ojos de “Go, Diego, Go” se clavan en mí, casi puedo jurar que el muñeco de Ken a escala humana está a punto de hacer un berrinche. Pero no: en lugar de eso, curva los labios en una sonrisa que me eriza hasta el último pelo de la nuca.

Todos creen que Diego es un santo caído del cielo, pero yo sé la verdad: tras esa sonrisa amable se esconde un maldito arrogante que me saca canas verdes.

—Oh, es mi esposa —se burla, y yo pongo los ojos tan en blanco que casi me veo el cerebro.

—El divorcio —mascullo, y él se pone de pie obligándome a levantar la mirada hacia su ridícula estatura de modelo de catálogo.

—Créeme, Catalina, no hay nadie en el planeta que desee firmar esos malditos papeles más que yo —gruñe.

—Por favor —bufé—, yo no pienso estar casada contigo. ¡Si eres de esos hombres que lloran viendo Titanic!

Sus mejillas se tiñen de rojo, y casi me río en su cara.

—No te hagas ilusiones, Catalina. Ese puesto será mío. Y si tu “gran estrategia final” fue casarte conmigo, que sepas que acabas de perder —su sonrisa arrogante hace que me hierva la sangre.—¿Quieres apostar quién termina llorando primero? —inquiere él. —Te propongo un trato que te gustará.

—Encantada —respondo con media sonrisa venenosa.

Un reto: el primero que pida el divorcio pierde. Mientras tanto, habrá que ver quién sobrevive al desastre que estamos a punto de provocar.

Porque yo nunca he sido una dama de modales, y Diego solo finge ser un caballero. Es hora de que el juego por la dirección de la empresa comience.

Y yo pienso ganarlo.



#296 en Otros
#135 en Humor
#943 en Novela romántica

En el texto hay: comediaromatica, enemiestolover, romcom

Editado: 16.09.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.