Ni soy una dama, ni él un caballero

CAPÍTULO 9

Catalina

La paciencia no es mi virtud y tengo una lengua que no puedo controlar, por eso ahora mismo siento el rostro más rojo que un tomate frito. Respiro como toro en plena corrida y miro de reojo al hombre a mi lado, tan pálido y trágico como si en vez de una bendición, acabara de recibir sentencia de muerte: conseguir, al fin, una esposa. El idiota que nunca ha tenido ni una triste novia.

—¡Quiero el divorcio! —mi chillido hace que todos nuestros compañeros de trabajo giren con la velocidad de una telenovela en su mejor escena. El chisme, claro, es más fuerte que el café gratis de la oficina.

Y sí, yo también estaría gozando de primera fila… si no fuese porque soy la protagonista de este circo. La imbécil que se emborrachó y, de entre tantas historias divertidas, terminó casándose con la única persona con la que jamás debía hacerlo.

Mi maldito némesis.

Ese hombre que odio con pasión, mi competencia directa por el puesto de directora en la empresa hotelera más importante del país.

Cuando los ojos de “Go, Diego, Go” se clavan en mí, casi puedo jurar que el muñeco de Ken a escala humana está a punto de hacer un berrinche. Pero no: en lugar de eso, curva los labios en una sonrisa que me eriza hasta el último pelo de la nuca.

Todos creen que Diego es un santo caído del cielo, pero yo sé la verdad: tras esa sonrisa amable se esconde un maldito arrogante que me saca canas verdes.

—Oh, es mi esposa —se burla, y yo pongo los ojos tan en blanco que casi me veo el cerebro.

—El divorcio —mascullo, y él se pone de pie obligándome a levantar la mirada hacia su ridícula estatura de modelo de catálogo.

—Créeme, Catalina, no hay nadie en el planeta que desee firmar esos malditos papeles más que yo —gruñe.

—Por favor —bufé—, yo no pienso estar casada contigo. ¡Si eres de esos hombres que lloran viendo Titanic!

Sus mejillas se tiñen de rojo, y casi me río en su cara.

—No te hagas ilusiones, Catalina. Ese puesto será mío. Y si tu “gran estrategia final” fue casarte conmigo, que sepas que acabas de perder —su sonrisa arrogante hace que me hierva la sangre.—¿Quieres apostar quién termina llorando primero? —inquiere él. —Te propongo un trato que te gustará.

—Encantada —respondo con media sonrisa venenosa.

Un reto: el primero que pida el divorcio pierde. Mientras tanto, habrá que ver quién sobrevive al desastre que estamos a punto de provocar.

Porque yo nunca he sido una dama de modales, y Diego solo finge ser un caballero. Es hora de que el juego por la dirección de la empresa comience.

Y yo pienso ganarlo.

************

Fingir que no ando arrastrándome por la vida sería, sin duda, el eufemismo del año. Porque, sinceramente, no sé qué clase de demonio decidió poseerme para que no terminara con el bendito matrimonio entre Diego y yo. Sí, lo sé, matrimonio. Qué palabra tan espantosa cuando lleva su nombre al lado.

Y ahora todos lo saben. Mi familia, mis amigos, el vecino, la señora del supermercado y hasta mi ex, que parece haberse convertido en diseñador gráfico profesional, porque no hay día que no me envíe un meme sobre mi “romántico enlace con el hombre del que me quejé los últimos cinco años de mi vida”. Maravilloso. Debería cobrarle derechos de autor por usar mi tragedia como entretenimiento.

Básicamente, soy el circo familiar. El payaso principal, la función estelar. Así que, cuando finalmente decido salir de mi habitación —porque encerrarme para siempre sonaba tentador, pero mamá tiene la molesta costumbre de recordarme que necesito “aire fresco”—, no debería sorprenderme que mi hermano me esté esperando con una sonrisa de oreja a oreja.

—Oh, la recién casada ha salido de su cueva —dice, mientras yo camino por el pasillo, fingiendo que no lo escucho. Y por si fuera poco, empieza a cantar una canción que, por supuesto, habla de bodas. —Oh, Diego, amor mío, bésameeeee, eres el hombre que deseooooo— entona como si estuviera en un musical barato.

Pongo los ojos en blanco tan fuerte que casi veo mi propio cerebro. Juro que si encuentro un zapato, se lo lanzo.

Bajo las escaleras deseando haberme quedado en mi apartamento, pero como mamá insiste en que pase algunos días en casa, no tuve el valor de decirle que no. Y ahí está ella, sonriendo al verme entrar. Somos iguales, solo que ella con más elegancia y menos ojeras. Mirarla es básicamente mirar mi futuro con filtros y mejor iluminación.

—Pensé que te quedarías encerrada toda la vida —dice divertida.

Antes de poder responder, mi hermano sigue con su concierto:

—Oh, Diego, mi esposo adoraaaado.

—¡Deja de molestar a tu hermana! —le regaña mamá, aunque no puede esconder su sonrisa—. Pero debo decirte, cariño, que te superaste a ti misma. Te pasaste años quejándote de Diego y ahora estás casada con él. ¡Eso es tener constancia!

Mis mejillas arden como lava justo cuando papá entra en la cocina. Su mirada recorre la escena, se detiene en mí, y con la sutileza de un elefante dice:

—Al fin conseguiste a alguien que te aguante. Felicidades por no morir soltera.

Y ahí pierdo la poca dignidad que me queda.

—¡No lo soporto! —grito furiosa, mientras ellos se ríen como si mi desgracia fuera el mejor chiste de la semana—. ¿No se dan cuenta de que lo detesto? Todo fue culpa del alcohol. ¡No vuelvo a tomar en toda mi vida! Así que ya lo saben: no me inviten a beber. Es perjudicial para la salud, para el hígado y para mi reputación.

Mamá deja mi desayuno frente a mí, con esa sonrisa que mezcla ternura y burla.

—No importa el por qué, hija. El hecho es que te casaste, y todavía no conocemos al muchacho. Tráelo esta noche a cenar, quiero ver cómo es el jovencito que conquistó el corazón ebrio de mi hija.

—No fue conquista, fue accidente —murmuro, hundiendo mi cara en el café.

Pero, claro, nadie me escucha. Todos siguen riendo porque me he convertido en la mejor comediante de la familia.



#159 en Otros
#83 en Humor
#649 en Novela romántica

En el texto hay: comediaromatica, enemiestolover, romcom

Editado: 28.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.