Ni soy una dama, ni él un caballero

CAPÍTULO 18

Catalina

Cuando vuelvo a la habitación, Diego está recostado en el sofá, con el teléfono en una mano y la camisa medio desabotonada. Ni siquiera sé por qué me molesta que se vea tan relajado, como si el universo entero estuviera hecho para su comodidad. No digo nada por un segundo porque estoy sin palabras y porque la vista realmente es agradable aunque no debería serlo.

Se supone que este es el momento en donde hago un comentario sobre él que debería hacer que él me lance otro peor, pero eso no sucede. Levanta la vista apenas me oye entrar y arquea una ceja.

—Vaya, parece que sobreviviste a la salida con la señora Lorenne —comenta con ese tono burlón que ya debería estar prohibido por ley.

—Fue agradable —respondo, dejando mi bolso sobre la mesa y evitando mirarlo directamente—. Aunque habla mucho.

—Eso ya lo sabía. Me dio un discurso completo sobre la importancia del color de las corbatas en los eventos corporativos —dice mientras apaga la pantalla del teléfono—. No sé cómo lograste soportarlo sin dormirte.

—Soy una profesional —le contesto, fingiendo orgullo.

Él ríe por lo bajo.

—O tal vez simplemente te gusta el drama.

—¿El drama? —repito, ofendida.

—Sí, Catalina. Te alimentas de situaciones incómodas. Estoy seguro de que si un día te dejo sola en paz, te aburrirías tanto que me llamarías solo para discutir.

Me cruzo de brazos, pero no puedo evitar reír.

—Qué arrogante eres.

—Realista —responde con una sonrisa lenta, esa que parece esconder más cosas de las que dice.

Intento mantener la compostura, pero mi cabeza sigue repitiendo lo que dijo la esposa del jefe: “Hablas muy bien de él.”

Y odio admitirlo, pero ahora que lo miro… tiene razón.

—¿Qué te pasa? —pregunta Diego, notando mi distracción.

—¿Qué? Nada —respondo demasiado rápido.

—Mientes fatal.

—No estoy mintiendo.

—Tienes la cara de alguien que estuvo pensando demasiado —dice mientras se levanta y camina hacia mí. No sé si lo hace a propósito, pero hay algo en su forma de moverse, en la seguridad con la que se acerca, que me altera.

—No es nada —repito, esta vez bajando la mirada.

—Ajá —responde, colocándose frente a mí—. ¿La señora Lorenne te interrogó o algo así?

—Más o menos.

—¿Qué quiso saber?

Suspiro, rindiéndome un poco.

—Quiso saber sobre nosotros.

—¿Nosotros? —pregunta, divertido—. Qué interesante. ¿Y qué le dijiste?

—La verdad —respondo con naturalidad, aunque mi corazón late un poco más rápido—. Que somos un matrimonio perfectamente funcional, que tú eres encantador, que nos adoramos y que jamás discutimos.

—Oh, claro —asiente, fingiendo seriedad—. La definición misma de “matrimonio ideal”.

—Y también que me caes mal —añado, sonriendo con malicia.

—Eso suena más creíble —responde riendo.

Por un momento, el silencio se instala entre los dos. No incómodo, sino de esos silencios que se sienten llenos. No hay ironía, ni sarcasmo, solo una calma extraña.

—¿Y qué dijiste de mí en realidad? —pregunta entonces, bajando la voz.

Me lo pienso. Podría mentir, pero… ¿para qué?

—Dije que nunca te rendías. Que eras competitivo, terco, pero que siempre me habías tratado como alguien capaz.

Sus ojos se suavizan, aunque intenta disimularlo con una sonrisa.

—Vaya, no sabía que pensabas tan bien de mí.

—No suelo decírtelo, no quiero que te creas especial —respondo, intentando restarle importancia.

Él da un paso más hacia mí, acortando la distancia que habíamos mantenido todo este tiempo.

—Demasiado tarde. Ya me lo creí.

Mi respiración se vuelve un poco irregular. No hay contacto, ni palabras dulces, ni nada inapropiado… pero hay algo. Algo que no estaba antes.

Decido romper la tensión antes de que se note demasiado.

—Si sigues mirándome así, voy a pensar que te enamoraste.

—Tranquila —dice con media sonrisa—. Si eso pasa, serás la primera en saberlo.

—No estoy tan segura —respondo, y me dirijo hacia la cama fingiendo que no me importa.

—¿Eso es una invitación o una amenaza? —lanza desde detrás de mí.

—Una advertencia.

Él ríe, bajo y suave, y ese sonido se queda flotando en el aire incluso cuando dejo de verlo. Y aunque no quiero admitirlo, una parte de mí sonríe también.

Diego se concentra en arreglarse porque esta tarde tendremos más actividades de pareja. Y aunque quiero preguntarle cómo le fue con el jefe, lo último que deseo es escuchar que el jefe le dio lo que yo tanto quiero. Mejor vivir en la ignorancia por ahora. Mi cabeza ya está comportándose lo suficientemente rara como para añadir más pensamientos inútiles; necesito tranquilidad… y cerca de él, claramente, no la voy a tener.

Suelto un suspiro y me pongo un vestido marrón con unas sandalias. Ato mi cabello en una coleta alta e intento convencerme de que me veo completamente normal, aunque no me siento así. Cuando salgo, me encuentro con Diego recostado contra la pared esperándome. Sus ojos me recorren lentamente, y otra vez siento esa especie de voltereta mezclada con una patada de karate directo al estómago que no sé con qué identificar ni cómo detener.

—Vamos —dice él, sin apartar la mirada.

Y no sé por qué acepto la mano que me tiende. Quizá porque se ve demasiado natural, o porque me desconcierta que la sostenga como si fuera lo más lógico del mundo. Siento mi rostro arder cuando entrelaza nuestros dedos y empezamos a caminar.

Apenas damos unos pasos fuera del hotel y ahí están nuestros jefes, esperándonos. Trago saliva y trato de soltar su mano, pero Diego no parece tener intención de hacerlo. Hoy me siento terriblemente expuesta… y lo peor es que no tengo idea de cómo seguir ocultándolo.

Nuestros jefes están parados frente a la entrada del resort, radiantes, como si la idea de vernos juntos los llenara de orgullo. A mí, en cambio, me llena de sudor. Literalmente. No sé si por el calor o por el hecho de tener la mano de Diego tan firmemente entrelazada con la mía.



#57 en Otros
#36 en Humor
#235 en Novela romántica

En el texto hay: comediaromatica, enemiestolover, romcom

Editado: 16.11.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.