Ni tan diabla, ni tan santa

Deseo cumplido

Como en una suave nube, rodeaba de una rica calidez y un aroma a canela. Así despertó Roxi, no conocía aquella hermosa habitación de colores blancos y beige, y pronto se dio cuenta que no era la suya, ni la de nadie conocido.

Intentó levantase, pero un fuerte mareo la hizo volver a hundirse en aquellos blandos almohadones.

—Buenos días —saludó su tita, entrando a la recamara con una bandeja llena comida—, ¿cómo sigue la enfermita?

Roxana la vio acercarse, usaba ropa entallada y su pelo usualmente blanco estaba pintado de un rubio luminoso, que de verdad le favorecía.

—¿Tita?, ¿cuándo te pintaste el pelo? —preguntó, incorporándose de a poco.

—Cariño, si tú misma me hiciste la cita, ¿a qué quedó chulísimo? —indagó dejando la bandeja en la linda mesa de noche, para modelarle.

Roxana asintió, su abuela jamás había aceptado teñirse el pelo y, esa alegría con la que había entrado no se la veía desde antes de la muerte de sus padres.

—Bueno cariño, te dejo que Luisito me está esperando...

—¿Luisito? —indagó confundida.

—Bueno, Luisito, pichón, amorcito, mi novio o cómo quieras llamarle —dijo la anciana con gesto pícaro—. Vamos ir a bailar ¡Tango!

Sin más que decir le dio un par de besos y salió apresurada.

La castaña comenzó a escanear la habitación, en seguida llamó su atención una foto de Mauro. Estaba guapísimo con un esmoquin negro mirando con amor a una chica vestida de blanco, en seguida enfocó más su vista en la mujer, que cubría su rostro con un suave velo de encaje.

Un sobresaltó la obligó a salir de la cama buscando con desesperación más fotografías, encontrando así un par extra, no había duda, esa mujer sonriente, llena de alegría y amor, no era otra, que ella.

Un fuerte mareo la obligó a sentarse otra vez en la cama, intentando recordar, forzando su memoria al máximo evocó el día en que fue atropellada afuera del bar por el mismo Mauro, y después de eso, en blanco. Sintió un miedo profundo, ¿qué había pasado todo este tiempo con su vida?

—Roxiiii. —Una conocida voz se coló en la habitación—. Dime que ya te sientes mejor.

Wendy entró echando tiros, llevaba un vestido largo pegado al cuerpo y su pelo rubio estaba recogido por un lindo y elegante moño. Pero lo que más llamó la atención de la joven fue su acompañante, se trataba nada más y nada menos, que del mismo Capi.

—¿Cómo amaneciste linda? —dijo Capi saludándola con un beso —, ¿qué tal los achaques?

—¿Achaques? —preguntó Roxana, volviendo a sentir el mareo.

—Si querida, ¿cómo se está portando Maurito hoy? —dijo Wendy, acariciando el plano vientre de su amiga.

Un sentimiento de total confusión, pánico y asombro se instaló en el estómago de Roxi, ¿qué rayos estaba pasando?

—Capi, ¿puedes traerme un vaso de agua mineral? No me siento muy bien —pidió, tratando de quedarse a solas con la rubia.

Capi asintió, dejando solas a las chicas.

—Ahora que lo dices estas palidísima, ¿quieres que llame a Mauro?

—¡No! —gritó con énfasis—. Digo, no lo molestes.

Wendy fue a sentarse a su lado, con una mirada extrañez tomó su mano.

—Amiga, sabes que puedes confiar en mi...

—Wendy, no sé qué pasa —interrumpió, sin poder aguantarse.

—¿De qué hablas? —respondió prestándole atención.

—Ayer me atropelló Mauro, y hoy despierto en esta habitación y resulta que nos casamos, que mi tita se tiñó el pelo y que yo estoy...

—Embarazada —finalizó la rubia, con una mueca de confusión—. Debería llamar a Mauro, no es normal que no recuerdes....

—¡No! —volvió a gritar poniéndose de pie—. Solo explícame, por favor, debe ser algo momentáneo.

El rostro de súplica de la castaña convenció a Wendy, que asintiendo respiró hondo para comenzar a hablar.

—¿Recuerdas que Mauro te arrolló mientras huías de Mazzini? —Roxana asintió, volviendo a sentarse frente a ella—. Bueno, obviamente Luciano te despidió y Mauro te dio empleo en la recepción de su hospital...

—¿Su hospital? —interrumpió tratando de aclarar todo.

—Bueno, en ese entonces de su padre. Creo que te financiaron un plan para pagar lo de la enfermedad de tu hermano, y al año te metiste a terminar tu carrera de diseño de interiores...

—¿Y lo hice?

—Mira a tu alrededor, ¡Claro que lo hiciste!

Roxana miró la hermosa habitación, unas súbitas ganas de recorrer toda la casa se apoderaron de ella, pero tenían que esperar un poco más.

—Luego me convenciste de salirme del bar, no fue fácil, pero lo hiciste. Me conseguiste trabajo en la limpieza del hospital, mientras estudié estilismo profesional. Por si tampoco lo recuerdas, te lo agradezco en el alma, ahora me va mejor.




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