Ni Tan Perra, Ni Tan Santa

Capítulo cinco:

Ni Los Addams son tan raros como esta familia.

 

Trabajar en una boutique no era lo soñado, pero la paga era buena y necesitaba el dinero. Además, sabía que esto era temporal y no algo permanente porque no me visualizaba en unos años en el mismo lugar. Yo no me quedaría estancada cuando sé puedo avanzar.

Habían cosas que no me gustaban de este tipo de trabajo; odiaba el hecho de tener que soportar a personas que me hacían sentir como popó de perro cada que caminaba detrás de ellos —aunque en realidad los llegaba a entender dado que cuando visitaba  una tienda y alguien me seguía me hacían sentir como si estuvieran vigilando de que no me robe algo. Tampoco me agradaba la idea de tener que mentir para que me compraran algo porque no iba mucho conmigo decirle a alguien que pida mi opinión que se ven maravillosas cuando en realidad no es así. 

Pero lo que en verdad me desagradaba era tener que fingir sonrisas cuando no estaba para ello, porque como cualquier humano normal tenía mis días malos y hoy era uno de ellos. No había razón para estar de pésimo humor, sencillamente algunas veces me despertaba odiando a la mayoría de las personas y quería pagarla con el primero que se me atravesara en el camino aunque no tuviera culpa de nada; y me tengo que tragar todo porque es mi obligación tratar a la clientela lo mejor posible para que se sientan cómodos, aunque debo confesar que me he metido en problemas cuando me voy de lengua larga. 

Y ahora daba gracias de que me haya tocado atender a una persona que a simple vista se ve agradable y no a un ogro que me hiciera estallar porque estaba segura de que si me salían con algún insulto lo más probable es que terminaríamos a los golpes.

— ¿Cómo me veo?— Pregunta la trigueña, de contextura delgada y baja, frente a uno de los enormes espejos.

Horrible, esa sería la respuesta correcta. Claro, debo adornar un poco mis palabras para que no se sienta mal o le de por agarrarme de los cabellos, porque aunque la enana no se ve como alguien agresiva eso no significaba que no lo fuera ya que las apariencias engañan. 

— Si vas para una entrevista de trabajo o a un funeral, entonces la respuesta es bien.— Sus ojos viajan a su ropa y parece analizar lo que le he dicho.

Había elegido un conjunto que constaba de una falda gris de talle alto que llegaba solo un poco más abajo de las rodillas, una camisa blanca manga largas y encima de esta un blazer del mismo color que la falda y que la hacía parecer más pequeña de lo que era. No me veía vistiendo tan formal, pero tendría que hacerlo cuando me graduara de psicología y montara mi propio consultorio, pero eso estaba aun lejos.  

— Voy a una cita. — Informa, mirándome nuevamente.

¡Por las pelucas de Celia! Definitivamente esa no era ropa para ir a una.

— Pues si no quieres espantar al chico deberías considerar la opción de escoger algo más... atrevido.

Llevaba meses trabajando en el lugar y me he metido en serios problemas al decirle a la clientela cómo se ven. No obstante, son ellos quienes piden mi opinión pero al no recibir la respuesta que desean empiezan a insultarme, e incluso algunas han intentado golpearme y dicho que soy una perra envidiosa ya que consideran deshonestos mis comentarios asegurando que solo quiero que esté en mi cuerpo la ropa que en esos momentos está en el suyo y como no tengo para comprarla entonces no me queda de otra más que criticarlas. Bah, no entiendo para qué entonces piden opiniones.

— Pero...— se detiene para verse una última vez antes de darse por vencida— bien, ¿qué me recomiendas?

— Oh chica, eso déjaselo a la experta.— me sigue cuando retomo mis pasos por la boutique. 

Me detengo al ver el hermoso vestido en tonalidad rosa pastel que desde que llegó me ha fascinado. No me gustaban los tonos pasteles pero tenía que admitir que en dicho vestido se veía más que bien. 

Es una lástima que no me lo haya podido comprar por lo costoso que es, así que el día de hoy había decidido rendirme con el. O eso creía, porque cuando la chica lo toma entre sus manos empiezo arrepentirme. Tal vez aun no estaba preparada para que se lo llevaran, porque aún tenía la ilusión de poder comprarlo. Ella se ve tan feliz que me produce cierta envidia, solo faltaba que lo abrazara y se pusiera a dar vueltas con el.

— Es hermoso.

Y es mío.

Sí, el vestido era sencillamente hermoso, es ajustado hasta la cintura y a partir de ahí es volado y quizá se deba a que es descubierto en la espalda que lo hace ver más llamativo. Era uno de los pocos que estaba en exhibición en uno de los maniquíes, supongo que por esa razón era que muchas chicas preguntaban por el, por eso siempre que veía que se le acercaban corría a decirle a las personas que estaba apartado, lo cual era absurdo dado que no había sistema de apartado. 

— No. Es mío, de mi propiedad.— Finalmente respondo.

Y debo parecer una loca cuando intento quitárselo y ella lo sostiene así que nos encontrábamos forcejeando. Absurdo. No es hasta que escucho la risa de Hannah que decido cortar esto por lo sano.



#12188 en Joven Adulto
#45132 en Novela romántica

En el texto hay: juventud, desamor, amor

Editado: 05.07.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.