Ni Tan Perra, Ni Tan Santa

Capítulo seis:

No sé qué es peor, amar o no hacerlo.

 

Una decepción amorosa es lo peor que puede existir en la vida— luego de la muerte, claro está. Muchos lo superan con el paso del tiempo mientras otros como Vanessa se echan a morir creyendo que no podrán vivir sin el en su vida. 

Pasaban de las nueve de la noche y nos encontrábamos en el bar del viejo Isac —un tipo rubio de ojos verdes, alto y con cuerpo bien trabajado que no se parece en nada al típico hombre gordo que tanto describen como dueños de lugares como estos—,  con el fin de emborracharnos y olvidar el amargo sabor de boca que trajo consigo la infidelidad de Jorge. 

Tantas veces que le aconsejamos sobre el chico, pero como el amor a veces nos vuelve ciegas y estúpidas siguió con él y ahora tendría que afrontar las consecuencias de ello.

Todo ocurrió hoy cuando íbamos de salida de la universidad y lo vimos besándose con una chica pelirroja —mierda, las pelirrojas al parecer dominarán el mundo. 

Confieso que por instantes llegué a pensar que lo dejaría pasar como la mayoría de las veces terminaba haciéndolo, porque aunque él le decía que no era lo que pensaba y ella fingía creerle en el fondo sabía que el engaño estaba ahí,  presente en cada beso y caricia que le proporcionaba. Pero esta vez como la famosa frase no funcionó se encargó de echarle la culpa a mi amiga y eso terminó deprimiéndola y, en cierto punto, darle la razón.      

—  ¿En qué fallamos?

Me sentía mal por verla tan destrozada pero no iba a negar que me alegraba el hecho de que hayan terminado porque a la larga seguir en esa relación le haría más daño y, aunque sonara egoísta, no quería estar ahí cuando le terminara de romper el corazón porque entonces con ello también se rompería el mio al verla morir poco a poco.  

—  Si hubo alguien quien falló fue él, no tu.

—  ¿Y entonces porqué siento que tengo la culpa de todo? — escucho como sorbe por la nariz— Tal vez no di todo de mi para mantener a salvo nuestra relación.

No sé qué decirle para darle ánimos porque a pesar de estar estudiando mi primer año en psicología no soy muy buena con las palabras y menos para resolver problemas. El colmo. 

Ahora solo sé que debemos parecer dos estúpidas con nuestras manos sobre la barra y nuestros mentones apoyándose en ellas mientras nos dedicamos solo a mirar la gran cantidad de botellas, vasos, y copas de vidrios que se hallaban en la cantina del lugar en lo que a Vanessa le da por decir estupideces y a mi por escucharlas por ser su amiga y no poder ni querer dejarla sola cuando me necesitaba.  

— No sé qué hacer sin él— añade.

Consolar no era una de mis virtudes , hasta creo que si digo algo la haré llorar, pero decido hablar porque no me gusta verla de esa manera, tan abatida. No se parece en nada a la Vanessa alegre que en realidad es.

— Vivir, eso harás. — digo incorporando mi cuerpo y moviendo con mi indice el trago de whisky que se encargó de traer el viejo Isac ,sin siquiera pedírselo, hace momentos para luego mirarla. Unas cuantas lágrimas caen por sus mejillas por lo que las limpio con mis pulgares y ella solo me observa— Nadie merece tus lágrimas. Él no es indispensable en tu vida y ya verás como pronto vendrá alguien que haga acelerar ese corazón nuevamente.

— Sé que no es indispensable, pero igual duele. —me da una sonrisa que no llega a sus ojos y sigue viendo hacia la cantina del lugar.

Sé cuánto ha de estar sufriendo, porque si a mi me dolía ver a Sean con otra cuando no eramos nada, ha de ser peor terminar con alguien con quien llevas años de relación por lo que decido dejar que se desahogue así sea por medio del licor.  

— Es porque soy fea.

— No eres fea.

— Entonces, ¿es porque estoy gorda?— más que una pregunta había sonado como una afirmación; una más de todas las ya dichas esta noche.   

Había un tipo de persona que odiaba y esa era las que esperaban que otros los amaran cuando ellos mismo no lo hacían. Y me dolía que mi amiga se estuviera convirtiendo en una de ellas porque eso hace que quiera pegarle la cabeza de la barra para ver si deja de decir absurdos. 

En parte la entiendo porque descubrir una infidelidad por parte de alguien que juró amarte no es nada fácil, pero no era razón para estar echándose a morir y hasta denigrarse como mujer.    

Vanessa era hermosa, rostro muy fino, ojos oscuros, su piel pálida con algunas pecas la hacían ver adorable y si le sumábamos a ello su abundante cabellera roja entonces era despampanante.  Además, no sé de dónde ha sacado que está gorda cuando en realidad es muy delgada, pero en dado caso de que lo estuviera eso no le restaría atractivo alguno.

—   Para gorda tu, gorda yo— digo — . Tal vez te estás volviendo anoréxica.

—   No tengo algún desorden alimenticio — confiesa — Solo me siento así porque es la verdad.



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En el texto hay: juventud, desamor, amor

Editado: 05.07.2019

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