Ni Tan Perra, Ni Tan Santa

Capítulo once:

Sé que me quieres, el problema es que no sé cuánto.

 

He decidido perdonar a Sean.

Realmente, como la mujer adulta y madura que soy, he decidido dejar los rencores a un lado y perdonarlo.

Bien, mejor dejo de mentir.

Le haré creer que lo he perdonado, pero la verdad estoy disfrazando mi enojo mediante una sonrisa más falsa a la posibilidad de existir un unicornio mientras toco su puerta esperando que él abra.

Estoy segura, él no se está muriendo por el hecho de que yo no le hable. Solo soy yo yendo hacia él como la tonta que a veces puedo llegar a ser cuando lo más probable esté feliz de tenerme a kilómetros de distancia.

Así mismo confieso, no fue una decisión fácil la de venir. Tuve que luchar contra uno de los enemigos de la humanidad llamado orgullo, ese que no te permite dar tu brazo a torcer y te hace perder personas importantes.

Me dividí a mi misma en dos partes para llegar a esta sabia decisión. Una parte de mi me decía que no perdiera mi dignidad mendigando amor en alguien que no deseaba brindarme ni las sobras; la otra, insistía en que de nada vale eso cuando perdería a la persona que quiero. Y ciertamente yo no quería perder a Sean aunque este por ahora no desee que lo retenga, pero como dije, eso es solo por estos momentos porque después será él quien venga hacia a mi y entonces lo haré sufrir.

Gran parte de este progreso, si puede llamarsele así al simple hecho de haber optado por hablar con él, se lo debo a Drew, quien a la final decidió ser un buen amigo y darme consejos para conquistar a Sean.

De verdad pensaba que dentro de esa cabeza no había ni un ápice de materia gris, pero me sorprendió un poco lo sugerido: Pedirle perdón mientras le sonrío, demostrarle cuán arrepentida estaba — no tengo idea de cómo haré esto — , decirle que fuéramos simplemente amigos porque me rendiría con él, obtener su confianza y de a poco conquistarlo hasta finalmente ganarme su corazón. De nada de lo anterior funcionar, no parecer una loca porque a los chicos no les gusta las mujeres histéricas. Consejos sencillos con cierto grado de complejidad.

No es una mala estrategia a mi parecer, pero había la posibilidad de fallar porque no era hipócrita y no tenía ganas de sonreirle, no estaba arrepentida de lo que hice , no quiero ser su amiga porque entonces podría contarme lo feliz que es con su novia. También puedo llegar a perder la razón y cometer otra locura porque soy impulsiva.

Todo lo que hago por él y no valora ninguno de mis esfuerzos.

Mi sonrisa crece cuando es quien abre y se desvanece tan pronto cierra la puerta en mi cara. Joder, menos mal estaba un poco alejada porque de lo contrario ahora tendría el tabique desviado y sangre recorriendo por mi nariz. Tendría que hablar con Sofía seriamente para que le enseñara normas de cortesía a su hijo y aprendiera a respetar a los visitantes.

¡Pudo haberme hecho mucho daño físico! porque el emocional, ese ya estaba siendo causado.

Si de por si estaba molesta por las palabras hirientes que me dijo la última vez que hablamos, con eso mi enojo aumenta mucho más.

Abro la puerta y cuando está apunto de subir el primer escalón para ir al segundo piso lo detengo por uno de sus brazos haciéndolo que me mire .

—  ¡¿Qué es lo que quieres?!  — doy un respingo ante su grito y lo veo pasar su mano libre por su cabello en una clara muestra de frustración. — Maldición, déjame en paz. Te lo diré nuevamente, no te quiero y jamás te querré.

—  Te recuerdo que en el hospital dijiste quererme.

—  Solo fue producto del momento, pero nunca te he querido Bradley. Entiéndelo de una buena vez, ya mi corazón tiene dueña y esa no eres tu. Elvira representa la parte buena de mi vida y tu, bueno tu eres la pesadilla que me tocó vivir en ella.— vaya mierda.

Se dice que lo más difícil para un pintor es capturar la mirada del retratado, y en este momento si yo fuese una no sabría capturar la suya, principalmente porque es una que no logro identificar del todo. Es cierto, Sean no es que me vea con ojos de amor en lo que llevamos conociéndonos pero jamás me ha visto de la forma como lo está haciendo ahora, con una mirada que profesa desagrado cuando con ella recorre mi cuerpo, una que por primera vez me hace sentir pequeña por el desprecio que me brindan sus ojos.

Entonces, solo estoy segura de algo y eso es que tengo miedo de que él me haya empezado a odiar de verdad.

Una parte de mi tiene la pequeña esperanza de que se retractará de lo dicho, pero lo conozco tan bien y sé lo próximo que dirá logrará desarmarme.



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En el texto hay: juventud, desamor, amor

Editado: 05.07.2019

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