Ni Tan Perra, Ni Tan Santa

Capítulo veintidós

: El destino conspira a nuestro favor.

 

Finalmente había dado con el clavo que empezaba a sobresalir por sobre la madera.

Ni los libros que se había encargado Vanessa de prestarme me prepararon para lo que estaba escuchando, pero era tan simple como que la pelirroja estaba enamorada de Evan. Lo sospechaba, pero de ahí a confirmarlo hay una distancia muy larga. Su enamoramiento por él hasta le sonaba absurdo a unos oídos críticos como los míos, pero aunque tenía ganas de reírme callo para no interrumpir el relato de la chica y por que me sentía incapaz de burlarme cuando yo era igual de tonta que ella.

No considero que esto sea simple casualidad o grandioso destino, pero tampoco me atrevo a ponerle otro nombre más que este mundo estaba lo suficientemente jodido como para que la novia del chico que te gusta le guste precisamente el chico que gusta de ti.

Todo empezó en la primaria elitista a la que ambos asistían. Todos los grados hicieron un viaje; ella cayó a un lago y estaba por ahogarse cuando Evan la salvó de una muerte segura. Esa vez solo dio las gracias, pero empezó a fijarse en él. Como si él fuera un superheroe rescatando a una damisela en peligro, años más tarde volvió  a rescatarla de ser atropellada por un auto. Esos encuentros ella lo interpretó como destino, así que hizo de él su primer amor. 

Sabiendo su nombre y apellido, fue con su tío a casa de los Samuels y que a agradecer, pero ella solo quería seguir viéndolo y por eso le dijo al integrante de su familia que hiciera negocios con éstos. Los negocios fueron hechos; ella pasaba tiempo en aquella casa, pero nunca obtuvo lo que quiso que era acercarse a Evan ya que este pocas eran las veces que estaba ahí. 

Saco cuentas y para el momento del casi atropellamiento ella contaba con dieciséis años. Para esa fecha ya tenía un año de novia con Sean, así que no es difícil deducir que mientras estaba con éste pensaba en otro.

— Mierda.— musito, mientras sigo escuchando la conversación de la chica y sus amigas escondida detrás de una pared que hacía de muro.

Si fuera una buena persona me compadecería de Sean, pero la verdad es que la mayoría de las veces hasta agradecería si un camión le pasara por encima que ahora me importa poco que desde muy joven ya era un ciervo. Con razón el pobre a veces se la pasaba con su cabeza gacha, supongo que no podía con el peso de los cuernos. Pensar en otro también se le puede considerar infidelidad.

— ¿Y entonces qué harás?— le pregunta una de sus amigas.

Dado que me escondo no puedo ver su reacción, pero apuesto a que tiene la misma cara de estúpida que pone siempre en las clases de matemáticas cuando no entiende ni la O por lo redondo: con sus ojos perdidos y la boca abierta como si estuviera esperando comerse una mosca.

— No lo sé.— confiesa.

Me doy el lujo de sacar mi cabeza para verlas. Ella con su rostro entre sus piernas y sus amigas viéndola.

— Bueno, hay que reconocer que es más guapo que Sean.— dice la rubia y la otra asiente.

— ¿No crees que si apareció nuevamente en tu vida es por algo?— cuestiona la otra, haciendo que Elvira levante su cabeza y la mire.

Já, esto tenía que ser una broma. Puede que no me sepa sus nombre, pero sí que ambas tienen tantos prejuicios como cabellos en la cabeza, por eso ahora que de alguna manera le dicen a su amiga que elija a Evan cuesta creerlo.

— Solo me pregunto porqué tuvo que aparecer justo ahora. — dice — Yo juraba que había quedado como un recuerdo, pero cuando lo veo mi corazón empieza a saltar en mi pecho. Pero no quiero hacerle daño a Sean porque lo amo, mas no he olvidado por completo a Evan.

— Yo me voy por que luches por Evan y se lo quites a la perra de Bradley.

He sido invocada, y como cada genio debe salir cuando escucha su nombre a paso seguro camino hacia ellas y me siento al lado de la rubia.

— Ciertamente es más perra quien tiene novio y piensa en otro que quien no tiene nadie a quien rendirle cuentas y por ello puede hacer lo que se le venga en gana. — las tres me miran no creyendo que estoy sentada con ellas.

— ¿Escuchaste? — suena más a afirmación que a pregunta.

— Sí, pero ahora, ¿quién es más perra?— ninguna es capaz de responderme, pero quien me ha llamado de esa forma es lo suficientemente altiva como para no bajar su cabeza y mirarme mal— Ya veo que aún no superas que Brett se haya fijado en mi, pero te digo algo: no es mi culpa que no tengas nada de lo que un hombre pueda enamorarse. Aparte de desabrida no tienes personalidad.

— No te permito...

— Yo misma me permito todo lo que quiera y pueda salir de mi boca, no tú. — la interrumpo.

— Ya basta. — exige Elvira que nos detengamos.

— Este mundo está loco, yo soy la perra pero ustedes son las que gruñen.— rio— En fin, ya que exigiste que dejáramos de discutir yo igual exijo hablar con la dueña de este circo y no con las payasas.— están por empezar a pelear nuevamente, pero Elvira les pide que se retiren y ellas lo hacen.

— ¿Qué es lo que quieres?— pregunta, mirándome.



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En el texto hay: juventud, desamor, amor

Editado: 05.07.2019

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