Ni Tan Perra, Ni Tan Santa

Capítulo veinticinco

: No toda oscuridad tendrá un bello amanecer.

 

Si hay algo que nos cuesta a los humanos es pedir perdón. El sonido de esa palabra puede reproducirse fácilmente en nuestras cuerdas vocales, pero es uno capaz de rasgar la garganta, porque el mayor defecto que tenemos es el de no aceptar que nos equivocamos; que la culpa también puede recaer en nosotros mismos y no en los demás como queremos creer. 

Mi caso no era pedir perdón, solo aceptar que mis decisiones no han sido las más acertadas y que también puedo y he llegado a cometer errores que podrían llevar "H" al principio de la palabra por lo grandes que son, han sido y, seguramente, seguirán siendo. 

Entonces, irremediablemente, llega ese punto en la vida en que no sabes qué hacer con la misma. Mi perspectiva de cómo he vivido hasta ahora no refleja algo bueno y eso me ha llevado a cuestionarme lo que he hecho y a reprocharme lo que he dejado de hacer. Es así como me di cuenta que mi vida, esa que creía perfecta, en realidad, no lo es tanto.

Y ahí en el salón, tamborileando el bolígrafo que repiquetea con fuerza contra la mesa, llega una de las decisiones más errónea que he llegado a tomar: haber elegido Psicología como carrera. Mi yo de ayer, aunque no se llegue a creer, estaba un poco entusiasmada con ayudar a las personas; mi yo de hoy se rehúsa a hacerlo cuando no alcanzaba ni a comprenderme a mi misma. Tan sencillo o complejo como suene, no quiero entender el comportamiento humano porque no deseo tener que unir los engranajes de la mitad del cerebro con otra, pues me gustaba como funcionaban separados; así la vida era más emocionante como trágica. 

— Nos vemos luego.— le digo a Spence, sentado a mi lado.

La clase, y más el profesor, parece alegrarle el hecho de que me he levantado de mi asiento y tomo rumbo a la salida. No los culpo, llevaba largos minutos con el fastidioso sonido del bolígrafo y escuchando al profesor decir que dejara de hacer eso o tendría que salirme de clases, pero como dicen por ahí: a mi nadie me vota, yo misma lo hago.

Ya en el pasillo, pienso que es increíble como de niños sabemos lo que queremos ser pero de grande perdemos el sendero. Darme cuenta de esto no llegó como una revelación, sino como una cubeta de agua fría cayendo en pleno invierno.

Viendo el sin fin de universitarios corriendo de un lado para otro, me doy cuenta de que hay muchas cosas que no quiero en esta vida. Cosas que no me atreví a ver hasta que la vida misma  me brindó unos lentes con mucho aumento para visualizarlas con mis propios ojos y no a través de los de los demás: odio la carrera que elegí; que mi madre no esté para mi cuando la necesito; la distancia que tengo con mi padre; elegir a Sean por sobre Evan... y aunque no odie mi vida sí gran parte de ella. Odio tantas cosas que empiezo a odiarme a mi misma.

Para mi nada va viento en popa, de hecho soy como un barco al que le fue arrancado el timón y empieza a hundirse.  Estoy siendo negativa, lo sé, por eso me propongo ser el antónimo de esa palabra y me digo que aunque no me guste la carrera elegida, sí la que elegiré; que pese a que mi madre se encuentre lejos, agradezco que esté viva; que aunque por lo ajetreado de nuestras vidas no vea constantemente a mi padre, valoro el tiempo en que nos sentamos a conversar; que aunque no le dé a cada uno el puesto que en verdad se merecen, soy feliz de que Sean y Evan formen parte de mi vida. En resumidas cuentas, amo estar viva y eso ya es algo por lo cual sonreír.

* * *

 

Es agradable cuando las personas te comprenden.

He soltado la bomba de que me cambiaría de carrera sobre mi tía y mi abuela y ambas me han apoyado. Ahora Baley y yo estamos teniendo ese tiempo abuela-nieta en el que solo nos contamos nuestras cosas mientras siento lo cálido de sus manos acariciando mi cabeza.

— Estoy orgullosa de ti, Brad. No importa lo que elijas; yo siempre te apoyaré — dice mi abuela y en respuesta le sonrío.

No recuerdo nunca que mis padres me hubieran hecho saber que estaban orgullosos de mi y eso es realmente malo porque si hay algo que desea un hijo es por lo menos un "lo estás haciendo bien" que salga de esas personas que te engendraron. Lamentablemente, en la mayoría de los casos, más fácil es que un camello pase por el hueco de una aguja a que un padre deje escapar esas palabras de su boca. 

— Será mejor que subas a cambiarte.— propone mi abuela.

Asintiendo, me levanto del sofá.

Mi habitación da asco apenas llego a ella. No solo prendas de vestir están por doquier, sino algunos restos de comida se encuentran haciendo de adornos también —resultado de noches desvelándome por hacer trabajos de la universidad y trayendo la suficiente comida para no bajar. No me gusta tenerla de esa manera, así que retándome a mí misma a ordenar en menos de diez minutos, me propongo a cumplir al pie de la letra todo. 



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En el texto hay: juventud, desamor, amor

Editado: 05.07.2019

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