Nibiru 2.0

2

El sol de la mañana despertó a Gulf. Se levantó de la cama y miró a través de la ventana, sintiendo un nudo en la garganta.

Tenía la sensación de haber soñado algo extraño. Pero no recordaba ningún detalle. Había dormido toda la noche y aún así sentía su cuerpo cansado como si hubiese hecho un viaje largo...

Miró fijamente el horizonte y se refregó los ojos: el campo enlodado y los árboles moribundos y famélicos estaban teñidos de blanco. La víspera de Navidad llegaba con la primera nevada de Diciembre.

—¿Abuelo?—Gulf bajó las escaleras con miedo.

Siempre le producía miedo el amanecer. Porque nunca sabía si su abuelo lo iba a reconocer. Pero aquella era una de esas pocas mañanas en las que el viejo Conrad sí recordaba a su nieto.

—¡Mira, Gulf, mira!— el abuelo señalaba la televisión mientras le alcanzaba una taza llena de humeante café.

"Luego de dos días de intensa búsqueda, por fin han capturado a los cinco enfermos mentales que se habían dado a la fuga..."

El corazón de Gulf dio un vuelco al oír aquella noticia. Jamás olvidaría las tres horas de caminata bajo la lluvia fría, hasta su granja, esa noche, cuando su camioneta averiada lo hizo testigo fortuito del accidente de la ambulancia a causa del temporal.

"Aquí tenemos las fotografías de los cinco trastornados...", seguía diciendo la reportera.

Los rostros pálidos, ojerosos, intimidantes le hicieron helar la sangre a Gulf.

"¿Qué hubiese sucedido si alguno de aquellos locos me encontraba en la ruta?," pensó, temblando.

Bebió un sorbo de café para entrar en calor.

Con la calidez del líquido recorriéndole la garganta sintió una extraña sensación. Inconscientemente, miró hacia las escaleras que bajaban del altillo, donde él dormía. Las escaleras estaban vacías, aún así tuvo una extraña sensación. Sentía que alguien lo observaba...

Pero aquella extraña sensación lo abandonó por completo cuando oyó la voz temblorosa de su abuelo, gritándole:

—¿¡Quié es usted!? ¿Es uno de esos locos fugitivos? ¡Auxilio! ¡Hay un loco fugitivo en mi cocina!

Gulf, impactado, dejó caer su taza de café, haciéndose añicos contra el piso de madera. Temblando, ante los gritos de su abuelo, se agachó y comenzó a recoger trozo por trozo.

Al recoger el último, se sorprendió del silencio repentino. Y entonces se dio cuenta de que su abuelo se había escapado por la puerta trasera y corría ahora por la tierra nevada, en piyamas, gritando.

Gulf suspiró lleno de tristeza. Y salió tras él, tomando uma vieja manta del sillón. Siempre sucedía lo mismo. El abuelo Conrad correría hasta la cerca. Se calmaría y lo miraría preguntándole qué había para desayunar. Gulf, en silencio, lo traería de vuelta hasta la casa, y se encerraría en su altillo unos minutos, para que el abuelo Conrad no lo viera llorar.

Como todas esas veces, Gulf subió hasta su habitación y lloró en silencio, abrazando a su almohada como si fuera una persona real...

 

Mew no pudo evitar llorar también. La gran pantalla se apagó y el Comandante de la Ya-U-Guru lo miró.

—El procedimiento está completo. Se les ha borrado la memoria a cada uno de los humanos con los que has interactuado allí en Urantia. Ninguno te recuerda. Y por supuesto hemos anulado cada cambio que has realizado. Sabes que ese tipo de intervención está prohibido. Podemos ir a ese planeta, observar, y eventualmente hablar con ellos. Pero conoces la Ley: no se debe cambiar nada y no se debe dejar ningún tipo de rastro de nuestra presencia en esas culturas inferiores, y eso incluye recuerdos... Serás juzgado al llegar a NIBIRU. Y puedo adelantarte que por la gravedad de tus actos, serás condenado... al exilio, en un asteroide errante. Se te anularán todos tus poderes y probarás la muerte física, morirás como esas criaturas que tanto quieres... Y nunca más, Comandante Mew, pisarás ese insignificante planeta al que esos humanos salvajes llaman Tierra...




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