Nibiru 2.0

Epílogo

Gulf aún despertaba con la sensación de que sólo había sido un sueño. Se apresuraba a bajar las escaleras sólo para ver al extraño, que en tan pocos días, le daba la sensación de que había vivido con ellos por siempre.

Un extraño que una noche de Navidad había aparecido. Y como agradecimiento por rescatar al abuelo Conrad, había sido invitado a quedarse en la granja hasta el otro día. Sólo que ese otro día nunca llegaba. 

Porque a la semana de estar allí, Mew anunció que ya era tiempo de partir. Pero como si se hubieran puesto de acuerdo, el abuelo Conrad y el joven Gulf, con una mirada cómplice bastó para pedirle que se quedara.

Que hacía falta un ayudante.

 Que no tenía dónde ir. 

Que no había nadie que lo echara de menos. 

Gulf no lo recordaba. Solo sabía que había venido de algún lado, y que se llamaba Mew. Pero se había dado cuenta que desde aquel joven extraño que se maravillaba cada vez que había puré o maíz para almorzar había aparecido, las pesadillas no habían vuelto, el abuelo Conrad ya nos escabullía, siempre lo recordaba y... Su corazón latía emocionado, sin entender por qué, cuando aquel extraño Mew le sonreía como lo hacía ahora, con su taza de café esperándolo en la cocina. Gulf sentía que ya nunca más podría vivir- o acaso no querría- si no volvía a escucharlo exclamar:

¡maíz... puré... bebé... maravilloso!

parecían ser las palabras favoritas de Mew.

Como cada mañana, al recibir aquella taza de café humeante, el corazón de Gulf se calmaba al ver a Mew allí, y saber que no había sido un sueño.

Pero aquella mañana, algo parecía estar cambiando en Gulf. Porque con el primer sorbo de café, miró a Mew y lo percibió... distinto...

Nunca había seguido sus instintos como lo hiciera aquella mañana pero , sin miedo de parecer un tonto o un loco, se acercó a Mew, tan cerca que podía sentir su aliento cálido y abrasador y mirándolo a los ojos fijamente le susurró :

—¿Crees en... alienígenas... , Mew?

Mew sonrió.

Había esperado que llegara ese día con ansias incontrolables. Y aquella mañana, al despertar, había sentido a la Apono Astos, estacionarse en el aire en modo invisible justo encima de la vieja casa.

Y supo que junto con su nave... los recuerdos volverían... y no esperó más.

Besó a Gulf sintiendo que una nueva y maravillosa historia entre alienígenas y humanos, conocida entre su gente como la cosecha, comenzaba a escribirse en aquella granja olvidada de Antoine- Hills, tal como había sucedido tres milenios antes, en el legendario monte Hermón. Y también en un planeta errante conocido como... Nibiru...




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