—Huelo...visitas...—dijo Mew de repente.
Unos segundos después se escuchó el motor de un automóvil y otros segundos más, un golpe fuerte en la puerta.
Gulf miró con disimulo por la.ventana. El patrullero del jefe de policía estaba estacionado a metros de la entrada.
El abuelo tomó el control remoto de la televisón y comenzó a subirle el volumen mientras le guiñaba un ojo cómplice a su nieto.
Gulf sujetó del brazo a Mew y lo obligó a esconderse en la pequeña alacena debajo de la escalera. Miró a su abuelo y, ante una seña de éste, caminó hacia la puerta y la abrió.
—Buenos días...— saludó con voz bastante ruda el sheriff.
Gulf hizo un gesto con la cabeza.
— Necesito hablar con tu abuelo.—pronunció cada palabra exageradamente despacio.
Y sin esperar a ser invitado, empujó a Gulf levemente hacia un costado y avanzó directamente hasta el sillón, ensuciando el piso de madera con el lodo de sus zapatos.
—Buenos días, abuelo.— dijo el sheriff.
El abuelo ni se inmutó.
—¡Buenos días! —ahora el jefe gritaba cerca del oído del viejo.
Pero al notar la indiferencia del abuelo, el sheriff arrebató con violencia el control remoto de aquellas manos arrugadas y apagó el televisor, justo cuando Gulf se acercaba a su abuelo, temblando.
—Tranquilo, muchacho...Sólo quiero hablar unas palabras con ustedes. Y luego podrán continuar con...— el sheriff miró a su alrededor, haciendo muecas de asco al ver cada mueble roto, cada ventana con los cristales emparchados y cada puerta desvencijada— continuar con sus vidas...Hubo un accidente anoche, en la intersección de la ruta cinco con la veintiseis. Una ambulancia que trasladaba a cinco pacientes psiquiátricos se estrelló contra unos árboles...
—¡Qué barbaridad!— dijo el abuelo— ¿Por la tormenta?
El sheriff suspiró frustrado mientras repasaba sus notas.
—No. Al parecer el conductor estaba ebrio. Porque asegura haber visto una luz intensa cruzar el cielo y se asustó y desbarrancó...
Gulf no tuvo que hacer ningún esfuerzo para recordarlo. Él había visto dos veces aquella luz, en forma de destello.
—Los cinco locos..., enfermos mentales, son peligrosos y muy violentos. Huyeron del lugar, reduciendo a los policías que los escoltaban.
El sheriff omitió la parte de sus notas en las que uno de los policías afirmaba haber visto aquella luz también. Ya había tenido problemas de conducta por su adicción al alcohol así que esa parte de su testimonio sería borrada del informe final. El sheriff tenía poco personal, así que casi siempre hacía la vista gorda.
En unas cuarenta y ocho horas nos enviarán las fotografías de los cinco locos. Pero por ahora, les sugiero que si ven a algún extraño, lo informen de inmediato. Cualquier rostro que sepan que no pertenece a este pueblo. ¿Ha visto a alguien extraño, abuelo?
—¡Sí, por supuesto!— dijo el viejo mirando a Gulf— Quiero reportarlo pero mi nieto no me lo permite. ¡El chupacabras! Lleva años merodeando por esta zona. Nos roba gallinas y...
El jefe de policía reprimió un gruñido. Volvió a mirar con asco el lugar y luego, con la misma mirada de asco, miró a Gulf.
Gulf parpadeó nervioso y negó con la cabeza.
—¡Claro que no has visto nada! ¡Los imbéciles como tú nunca ven nada!
—¡Yo tampoco vi nada, señor! — la voz de Mew sorprendió a todos.
Gulf volvía a parpadear nervioso y desconcertado al ver que aparecía descendiendo del altillo. Entonces con disimulo miró hacia la alacena vacía.
—¿Y...tú eres?— el sheriff llevó lentamente su mano a su arma sujeta en su cinturón.
Un silencio tenso invadió la humilde sala y Gulf temió lo peor...