Gulf no habló durante todo el camino. Parecía concentrado en la ruta, con ambas manos firmes en el volante. Pero sus pensamientos estaban con aquel joven quien ahora, sentado a su lado, sacaba la mano a través de la ventanilla para sentir la lluvia.
— ¿Van a vomitar...cada vez que me vean?
—Hasta que aprendan a respetarte....
Gulf suspiró.
—¡Amo la lluvia!— exclamó Mew.
—¿No hay...lluvia...en Nibiru?— Gulf le agradeció en silencio por cambiar el tema.
—¡Claro que hay lluvia en Nibiru! Es otro planeta, no la Dimensión Desconocida...
A Gulf le hizo gracia que Mew nombrara esa vieja serie que su abuelo solía mirar cada noche.
— ¡Aunque...no hay lluvia más bonita que la de Ganímedes!
—¿Ganímedes...? ¿La Luna de...Júpiter?
—Sí, — sonrió Mew— ese mismo Ganímedes con el que solías fantasear cuando eras un niño.
—¿Cómo supiste eso?— Gulf supuso que su abuelo se lo había contado. Pero aún así decidió seguirle el juego. Sintió que se lo debía.— ¿Acaso leen los pensamientos y los recuerdos...en Nibiru?
—Me lo contó tu abuelo...
Gulf soltó una carcajada.
— Valió la pena estrellar mi pequeño saltador. Te ves hermoso cuando te ríes así...
Gulf casi pierde el control de la camioneta mientras sentía cómo su rostro se encendía por la vergüenza... Y no se atrevió a volver a mirar a Mew durante el resto del viaje.