El sol de la mañana despertó a Gulf. Se levantó de la cama y miró a través de la ventana, sintiendo un nudo en la garganta. Jamás se perdonaría el no haber querido despedirse de Mew.
Miró fijamente el horizonte y se refregó los ojos al no creer lo que estaba viendo: todos los árboles frutales estaban cargados de frutos, y a pesar de la nieve que había caído durante la noche, anunciando la próxima Navidad, los surcos que hasta el día anterior estaban enlodados ahora se veían cubiertos de verduras, incluída una vieja vid con pesados racimos que prácticamente la cubrían en su totalidad.
—¿Abuelo? ¿Ya has visto el campo?—Gulf bajó corriendo las escaleras.
El abuelo Conrad lo esperaba con café recién hecho.
—¡Mira, Gulf, mira!— el abuelo señalaba la televisión.
"Luego de dos días de intensa búsqueda, por fin han capturado a los cinco enfermos mentales que se habían dado a la fuga...– decía una joven reportera– luego de que la ambulancia que los trasladaba se accidentara en la carretera estatal. Esta misma mañana el quinto prófugo ha sido capturado..."
El corazón de Gulf dio un vuelco. La reportera del canal local, prosiguió:
"Aquí tenemos las fotografías de los cinco trastornados peligrosos que ya están bajo custodia federal..."
Y entonces Gulf dejó caer su taza de café, haciéndose añicos contra el piso de madera. Repasó con la mirada una y otra vez cada rostro de cada fotografía.
Ninguno de ellos era Mew.
—¡Te lo dije!— exclamó el abuelo Conrad— Él decía la verdad. Ya prontó volverá. Nos prometió un viaje a Nibiru.
Cuando Gulf empezaba a reponerse de la noticia se agachó y comezó a recoger los trozos de cerámica regados por todo el piso.
"Si vuelves, Mew, prometo...comerte la boca a besos...", pensó Gulf pícaro, "Aunque...ya debes de estar a un millón de años luz de este...bendito planeta...¿A cuántos años luz estará Nibiru...?", pensó Gulf, recogiendo el último trozo de su vieja taza.
—Nibiru orbita a unos cuatro mil millones de kilómetros de Urantia, que es como llamamos a este...bendito planeta..., justo más allá de la órbita de Neptuno...
Gulf se incorporó, sintiendo que su corazón se saltaba un latido. Miró hacia la escalera que descendía del altillo y volvió a dejar caer los trozos rotos.
— Abuelo Conrad, mire por la ventana...Esa es la nave en la que sirvo: APONO ASTOS.
El abuelo se tapó la boca asombrado al ver una inmensa nave triangular descendiendo en su jardín nevado.
—¡Nos vamos a Nibiru! ¡Nos vamos a Nibiru!— canturreaba el viejo mientras salía y le hacía señas a la nave.
— ¿Y qué...? ¿Cumplirás la promesa que acabas de hacer o tendré que hipnotizarte...y robarte un beso? Sería la primera vez que lo hiciera...
Temblando, y sintiendo miedo de que aquella visión desaparecería al querer tocarlo, Gulf acercó su mano a aquel rostro. Un rostro ahora rosáceo, casi púrpura, con brillantes ojos azul- violáceos y cabello de textura nívea. Lucía un brillante traje fulgurante y metalizado que le cubría el cuerpo entero y un aroma, Gulf supo que aquel aroma era el aroma característico de Mew, embriagador a sándalo y especias lo invadió. Y antes de que pudiera pensar en nada más, sintió la boca de Mew sobre la suya.
Y mientras la lengua de Mew jugaba atrevidamente con la suya, escuchó lo que éste pensaba:
"Algunas luces son ambiciosas,
algunas luces son errantes.
Cada persona es una luz.
Todas ellas son hermosas.
Mientras más profunda es la noche,
más brillará la luz de tu estrella...
Estás a mi lado...
Te miro y respiro...
Estoy a tu lado..."
— Para siempre, estaré a tu lado, Gulf...— susurró Mew— ¿Te he dicho que eres...maravilloso?