No importa lo que ocurra, vine por ti, y no me iré de aquí. -
Hermes siguió la huella de Drake. Era una energía emanada de él, que expedía una tonalidad penumbrosa. Desde el cielo lo único que se encontraban eran algunas bestias que iban y venían como zombis. Y allí pudo divisar el final del camino. Una cueva inmensa en forma de castillo medieval de piedra.
Drake ingresaba. Dos escoltas lo seguían detrás. Eran demonios que se habían aferrado a sus órdenes. Al entrar, a sabiendas de Hermes, duplicó la guardia.
- Quiero a todos listos, por si nos atacan. –
Los demonios silenciosos, asintieron las órdenes de Drake sin ninguna objeción. -
- ¿Aún estas dormida? – Confesó, en preguntas así mismo Drake. Cleo parecía despertar
– Será mejor que ingreses a la celda. Continuaremos con todo este rito luego.
– Drake debía descansar. Los golpes recibidos como heridas, causaron cierta disminución de su poder. – ¿Cómo es posible?
Las balas, y cuchillas de Hermes, Hartman; los ataques de Manni.
- Solo son simples mortales. Incluso el hibrido demonio del mundo humano. No podrían hacerme daño. -
Cleo despertó. Sus ojos claros veían un lúgubre aspecto de una celda sofisticada. Se incorporó y fue caminando a los barrotes. Se hallaba débil como para abrirlos con su magia.
Hermes avistó los primeros monstruos, y disparó con su metralleta. Todos se colocaron en posición de guardia. Él, sobre volaba hacia ellos como un halcón a su presa, cazando. Estaba enfurecido y sus ojos delineaban en un matiz rojo.
- ¡Van a pagar! – Se decía. Drake fue avisado del ataque de aquella ave metálica a la cual se referían, mientras se recuperaba en un baño de sangre. No hizo gestó alguno más que apuntar con su dedo y hacer que se destruya aquella bestia.
- No me molestes, mientras estoy dando mi curación, monstruo inmundo. Ya les he dicho que deben prepararse. – Drake continúo a fin de concluir ello. –
Hermes entre el apuro dio sus últimos disparos antes de quedarse sin balas en ambas metralletas, e hizo un aterrizaje forzoso estrellándose contra la entrada de la torre mayor del castillo, cuando uno demonio alado golpeó con su garra el cuerpo del biplano. Allí varios demonios fueron contra él, pero había escapado. Comenzó éste a correr por unas escaleras. Estaba completamente solo, y no podía lograr evadirlos a todos.
Los demonios iban y venían exaltados. Hermes aguardaba escondido. Algo tomó su mano, era otra, y lo llevó directamente en dirección a una roca. E hizo que apoyase la misma, para abrirse el pasadizo. Y luego lo transportó. -
- ¡¿Qué es esto?!
- Saor i (ven liberala)
La mano soltó a Hermes. .
- ¡¡Espera!! ¡¡ Regresa!! – No existía indicio de que era lo que se acercó a Hermes, pero con seguridad estaba presintiendo que Cleo estaba por allí. -
Éste prosiguió por un corredor oscuro. Allí sacó su encendedor de mechero, para poder alumbrar. ¿Dónde estoy? Se preguntaba, ¿Quién era aquel sujeto que trajo aquí?
Cleo en sus mazmorras, presentía que alguien la llamaba.
- ¡Sácame de aquí! ¡Libérame! ¡Nigromante! -
- ¿Quién está allí?
La voz se iba apagando. – Libérame, libérame.....
saor mi
saor mi
saor mi
(Libérame, libérame, libérame.)
Cleo se acercó a los barrotes, la voz se esfumó. Sintió unos pasos por el otro pasillo. Una tibia luz menor que luego se apagó.
Un demonio venía hacia la celda con cierto barullo. Cleo se asustó de aquel esperpento.
- La dama, interesante. – El monstruo se iba acercando y estaba dispuesto en su semblante a cometer una locura, sin medir consecuencias. –
- ¡Auxilio! – Grito Cleo Y se lanzó hacia el fondo de la cárcel. -
De la nada, el mechero se consumía, y Hermes apareció de entre la contienda detrás de monstruo, arremetiendo con su cuchilla que brillaba. Estaba justo allí entre todas las mazmorras. Luego con un golpe cortante de la puerta de la celda se abrió. Cleo veía como una sombra se acercaba con una espada en su mano que relucía cuando estaba cerca de ella. La luz clarificó la oscuridad y allí estaba Hermes.
- Señorita. Su carruaje espera. – Comenta con gracia.-
- ¿Hermes eres tú?
- Tu Héroe de siempre mi vida. – Se jacta con un amplio carácter de ego levantando la espada al cielo
- ¡¡¡¿Ehh?!!! ¡¡¡Eres un idiota llora ella!!! ¡¡¡Es peligroso!!! ¡¡¡Es muy peligroso!!!
- ¿Cómo? ¡¡¡Con un demonioo!! Vine sorteando todos los problemas desde que te desmayaste con ese asqueroso orate de Drake. ¡¡¡Y tu vendrás conmigo maldita seaa!!
- ¡¡Tú no entiendes nada!! ¡¡¡¡Que voy hacer contigo?!!! – Se lanza a llorar Cleo y luego se enfada. -
- Eyy!! Vine a rescatarte y que yo sepa en este tipo de situaciones el rescatista le dice al rescatado. Aquí estoy mi dama he venido por ti y tu llorando de alegría dirías ¡Ohh Hermes!, ¡mi héroe! ¡Sálvame!, ¡Sálvame! Así por lo menos se supone que debería ser. – le grita con todo el sarcasmo del mundo. -
- Pues no se en que cuento de hadas estás viviendo. Así no funciona esto. – Se enfada más aún.
- Mira Cleo basta de discusiones y larguémonos de éste infierno. Vine por ti y saldremos de éste lugar; las almas de tu madre y hermana están bien, y venceremos a Drake. No te voy a dejar sola jamás ¿Entendido?
¡Diablos que es difícil tratar contigo! – Regaña.
- Yo. – Cleo se acerca a él y lo abraza sollozando y besa intensamente - No sé qué decir. – Se entristece ella – Eres un tonto Hermes, viniste hasta aquí por mí – Cleo lo vuelve a besar - ¡Te amo!
- Ya niña, claro que vendría. Cruzaría mundos; todos los mundos posibles por ti – Y Hermes le devuelve el beso – ¡Ya! ¡larguémonos de aquí!
Ambos se fueron por otro corredor avanzando a gran velocidad. Cleo aún continuaba débil en su aspecto, por todo el poder que emanado de ella se expandió con la destrucción del laberinto, y los embrujos de Wotan, y Drake.
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Editado: 09.11.2024