El trayecto hasta la "casa con quimeras" duró más de lo habitual. El taxista se equivocó de camino, se enfadó y estuvo mucho tiempo buscando el correcto.
Yulia incluso se alegró de ello. No quería volver a aquella casa espeluznante. Pero sus hijos la esperaban allí y no podía abandonarlos.
Cuando el taxista llegó a la calle correcta, enseguida se dio cuenta de adónde tenía que ir Yulia.
- "Será mejor que tengas cuidado en esa casa", empezó el conductor con cautela, "me acordé de cuando llevé allí a una chica. Y ahora han dicho en la tele que la han matado.
- Gracias por el aviso". Lo último que Yulia quería hacer ahora era escuchar las incomprensibles historias del taxista.
- Pero tengo buenas intenciones. Hay todo tipo de cotilleos sobre esta familia. Y tú no debes de ser de por aquí si no sabes nada.
- No, no lo soy. En mi ciudad, un taxista mató hace poco a una mujer. ¿Crees que ahora no debería coger un taxi?" Yulia sentía una aversión terrible a la familiaridad y a la intromisión de extraños en asuntos que no tenían nada que ver con ellos. Y aquí el cóctel dos en uno la hizo querer responder del mismo modo.
Pero era evidente que el conductor estaba nervioso y tenía la piel gruesa como un rinoceronte. No es fácil llegar a alguien así con sarcasmo.
- Los taxistas son todos diferentes. Y aquí, la familia es la misma. Yo trabajaba aquí cuando aún no estaba todo construido, y un día recogí a la chica del programa tan golpeada que tuve que hacer mucha limpieza en seco en el salón. Estaba llena de sangre. Probablemente fue él, nuestro benefactor de la ciudad, quien lo hizo. ¡No había lugar para los vivos!
Otra serie de duras palabras se atascaron en su garganta. Los dedos de Yulia apretaron la correa de su bolso hasta hacerla crujir.
- ¿Qué te ha dicho? ¿Te dijo que...?
- No me ha dicho nada. Quién iría en contra de esta familia, con su fama y sus conexiones. Iba a llevarla al hospital, pero saltó del coche a medio camino. Y ahora la han encontrado. Ten cuidado...
***
Dmytro y Danya saludaron a Yulia con abrazos de alegría. Danya incluso sonrió un par de veces.
"No me extraña", sonrió Yulia con tristeza para sus adentros, "me imagino lo aburridos que estaban con esa señora".
Después de comer, los chicos jugaron en el patio. Para su consternación, Yulia le pidió a Yegor que soltara a los perros. Con los niños, estos temibles animales se convirtieron en cachorros alegres, que corrían y jugaban juntos, y estaba claro que los cuatro se habían echado de menos antes. Riendo, Yulia los observó atentamente.
- "¿No tienen miedo?" Los ojos grises de Yegor la miraron atentamente.
- Son muy listos. Y conocen y quieren a los niños.
- No hablo de los perros.
- ¿De Sasha? No creo que sea capaz de... ya me entiendes. Si sabes algo, puedes hacerme cambiar de opinión si compartes la información.
- ¿Por qué?
- Saber. No es una pregunta muy inteligente.
- No me refiero a eso. ¿Por qué necesitas todo esto? ¿Por qué sigues aquí?
- Soy niñera. Soy responsable de los niños. ¿Estás sugiriendo que los deje y me vaya?
- No se trata de los niños. Hay algo más. Te gusta, ¿verdad? ¿Como Emma? Es el tipo de hombre que atrae a la gente como...
- ¿Qué tipo de gente?
- Ingenua. Pero brillante y amable. Emma era así. Ella confiaba en él. Igual que tú ahora. Incluso puedo aceptar la confianza en perros peligrosos, pero no en un asesino.
- ¿Tal vez porque él no es un asesino?
- ¿Entonces quién lo es?
- El problema es que este pueblo cree ciegamente en los chismes y piensa que el asesino ha sido atrapado. ¿Y si anda suelto y seguirá matando?
- Si es así, ya sé quién será la próxima víctima -la mirada de Yegor se oscureció aún más-.
- ¿Y quién será?
- Piénsalo. Y toma, coge esto -el guardia sostenía en sus manos un elegante reloj deportivo negro-.
- ¿Un reloj? ¿Por qué?
- Es un reloj con GPS y opción de teléfono. Tiene un botón SOS. Cuando lo pulses, podré ver dónde estás con una precisión de cien metros. Y tal vez pueda ayudarte a tiempo.
- Vaya. Eso fue inesperado. E incluso agradable. ¿Así que no me guardas rencor y aceptas mi versión de que el asesino sigue suelto?
- No es que la acepte. ¿Crees que Kowalski, con sus contactos, estará mucho tiempo entre rejas?
La pulsera apretó mi mano con fuerza. Fue como un apretón de manos amistoso y, por alguna razón, tuvo un efecto tranquilizador en Yulia.
***
En cuanto los chicos hubieron jugado lo suficiente, Yulia bajó a la cocina.
María Yurievna se movía con gracia y facilidad entre los armarios, la nevera y los fogones. Estaba claro que le encantaba su trabajo y que estaba en su sitio.
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Editado: 29.07.2024