Niñera para el millonario {fraternal's Love #4}

Capítulo 3

Marcus

Me cuesta devolverle el abrazo, primero, porque mis brazos son demasiado largos y, segundo, porque empieza a llorar de nuevo y no tengo la menor idea de lo que puedo hacer para que deje de hacerlo.

—Aquí está todo lo que necesitarán para la primera noche —dice la niñera en voz baja mientras se acerca a mi espalda—. Mañana vendrá el camión de mudanzas y se llevará todo lo que sea necesario.

—¿Camión de mudanzas? —pregunto perdido mientras el renacuajo empieza a calmarse en mis brazos y me pongo de pie.

—Me tomé la libertad de encargarme de un par de cosas —dice el abogado entrando a la habitación—. Y en caso de que se lo pregunte, sus padres ya se fueron.

—¿Sin despedirse de ya saben quién? No me lo creo —el abogado se me queda mirando con cara de extrañeza, pero no le pongo atención—. ¿De qué se encargó?

—Bueno, he pensado que, como esto lo tomó un poco por sorpresa, no habrá pensado en cómo va a llevarse las cosas a casa y todo lo que va a necesitar, así que, junto a la bolsa para dos noches que prepara la niñera, hablé con un equipo de mudanzas para que puedan mover todo lo que hay en esta habitación hasta su departamento. Así no tendrá que comprar nada y Matías puede sentirse más cómodo con sus cosas.

Cómodo… Santo Dios, se supone que tengo que llevármelo a casa ahora.

—Pero, ¿dónde dormirá hoy? —pregunto, y cuando me doy cuenta de que no se está moviendo tanto como hace un rato y que los sollozos pararon, lo alejo un poco de mi pecho, solo para darme cuenta de que acaba de quedarse dormido, esto es increíble.

—Pensé que se lo llevaría a casa.

—Es lo que voy a hacer, pero no tengo ninguna cama extra, ¿dónde se supone que voy a acostarlo?

Como si ambos pudieran percibir mi pánico, se miran entre ellos antes de que el abogado tome el bolso de deporte que tiene la niñera y me lo tienda.

—Estoy seguro de que encontrará la manera de pasar la noche. Ya sea que compartan la cama o que se quede en el sofá, lo importante es llevarlo a casa tan pronto como sea posible y esperar que poco a poco se vaya aclimatando. No se pueden hacer las cosas de golpe, es solo un paso a la vez y, a lo que debe ponerle atención en este momento, es a llegar a casa.

Sostengo el bolso sobre mi hombro y abro la boca para soltar una nueva retahíla de las cosas que pueden salir mal y el cómo lo voy a arruinar, pero el hombre me pone una mano sobre el hombro y me mira directamente a los ojos, como si estuviera a punto de compartirme un secreto muy importante.

—Su hermano confiaba en que sabría resolverlo, Marcus. No contempló a nadie más para esta tarea, así que estoy seguro de que puede hacerlo.

Si su intento era que me sintiera mejor, no pudo haberlo hecho peor. Que me recuerden a mi hermano en este momento no es algo que me haga demasiado feliz, en especial cuando, en este momento preciso, lo único que me gustaría hacer es golpearlo en la cara.

Mientras bajamos las escaleras, la niñera me recita de memoria la rutina diaria del monstruito. Me dice lo que se supone que debo darle para cenar y en ese momento mi mente se desconecta. Mi dieta se basa en un ochenta por ciento de almuerzos ejecutivos y un veinte por ciento de comida adomicilio. Si hay algo en mi refrigerador, es muy posible que se haya echado a perder, lo que significa que estaré metiendo la pata desde el primer día.

Cuando llegamos a mi auto, tengo que esperar unos veinte minutos a que desmonten el asiento para el coche del antiguo vehículo de mi hermano al mío y me doy cuenta de que ahora tendré que andar con eso a todos lados. Mierda, ¿y quién lo va a cuidar cuando esté trabajando? No puedo llevarlo a la compañía, por lo menos no todos los días, probablemente ninguno, ¿y entonces qué? Pasaré de ser un tío ausente a un tutor ausente y seré la persona en la que dejará caer su odio por todos los adultos. ¿Y cómo se supone que lo distraiga cuando se aburra?

—Ya está —dice la niñera tras acomodarlo en el asiento especial y dándome una carpeta—. Aquí está anotada su rutina y otras cosas que podría necesitar. En la última página le agregué el número de varias niñeras con las que puede contactar, también agregué mi número al final en caso de que tenga alguna pregunta que yo pueda responder.

—Gracias —digo pasándome una mano por el rostro mientras empiezo a sentirme abrumado. Me quedan tres horas de camino y espero que ese tiempo sea suficiente para, al menos, asimilar la idea de que mi hermano murió y acaba de dejarme a cargo de otro ser humano—. ¿Hay algo más que tenga que saber? —le pregunto al abogado y él hace una leve negación con la cabeza.

—Todo está en orden. Le recomiendo que vaya a casa y descanse, a lo largo de la semana le estaré enviando los documentos necesarios para que se compruebe todo lo que haga falta y cuando tenga una idea de lo que quiera hacer con lo que ahora le pertenece, solo tiene que llamar.

—De acuerdo. Bueno… gracias, supongo.

Me meto en el auto y eho un vistazo al retrovisor, capturando el rostro dormido de mi sobrino e intentando no enloquecer por el hecho de que, oficialmente, estoy metido hasta el cuello en esto.

—Espero que me hayas dejado una buena guía, Milton —digo en voz baja mientras me interno en la carretera—, porque estoy seguro de que lo enviaré a un internado si no ocurre un milagro.




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