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La mañana había comenzado de una manera desconcertante, con el eco del beso de anoche aún resonando en mis pensamientos. Cada movimiento, cada palabra, parecía estar impregnada de una nueva tensión. Aunque había logrado salir airosa del momento íntimo con Mateo, sabía que no podría mantener el secreto por mucho tiempo. La tormenta había pasado, dejando un aire fresco y renovado, pero también un clima emocional que no dejaba de inquietarme.
Mientras me preparaba para comenzar las tareas del día, la voz de Marta llegó hasta mis oídos, cortando la calma que había intentado recuperar. Ella estaba cerca, y podía escuchar el tono agudo y curioso que siempre la caracterizaba. La preocupación comenzó a acumularse en mi pecho, sabiendo que cualquier pequeño error podría desvelar mi verdadera identidad.
Decidí que lo mejor era mantenerme ocupada en la cocina. Allí, con las manos en la harina y los utensilios de cocina, trataba de concentrarme en algo tan mundano como preparar el desayuno. El aroma del pan recién horneado comenzaba a llenar la casa cuando escuché pasos apresurados acercándose.
—¿Valeria? —La voz de Marta sonó en el umbral de la cocina. No me molesté en disimular el sobresalto que sentí al escuchar su llamada. Intenté parecer relajada mientras me giraba para enfrentarla.
—Sí, Marta. ¿Qué sucede? —dije, tratando de mantener una sonrisa natural en mi rostro.
Ella entró en la cocina con un aire de curiosidad mal disimulada, sus ojos se movieron por la habitación, deteniéndose en los detalles, como si buscara algo. Su presencia tenía una forma de intimidar, como si estuviera buscando errores, descubriendo secretos.
—Estaba buscando a Mateo. No lo he visto en un rato. Pensé que podrías haberlo visto —dijo, su mirada fija en mí.
Intenté no mostrarme incómoda. Mateo y yo habíamos compartido un momento cercano la noche anterior, y la idea de que Marta pudiera descubrir algo era una perspectiva aterradora. Mi mente se movía rápidamente para encontrar una excusa plausible.
—Mateo estaba en el granero, creo —respondí, buscando algo que pudiera darle una pista, sin revelar demasiado—. Deberías encontrarlo allí.
Marta me observó con un ceño fruncido, y su expresión no mostraba ninguna señal de relajación. Ella avanzó un paso hacia mí, y por un momento, el silencio en la cocina se volvió denso, cargado de una tensión que podía cortar con un cuchillo.
—¿Todo bien contigo, Valeria? —preguntó, su tono más agudo de lo habitual. Podía sentir que estaba evaluando cada una de mis respuestas.
—Sí, claro —dije, tratando de sonar tranquila—. Solo me estoy adaptando a todo esto. Las cosas han sido un poco... caóticas últimamente.
Marta no pareció completamente convencida, pero asintió lentamente antes de girarse hacia la salida de la cocina. Me sentí aliviada cuando la vi alejarse, aunque la tensión en mi cuerpo no se desvaneció por completo. Me tomé un momento para respirar profundamente, permitiéndome relajarme un poco antes de retomar mis tareas.
No pasaron más de unos minutos cuando escuché el ruido de la puerta del granero abriéndose y cerrándose con un golpeteo fuerte. La tormenta de la mañana había dejado todo mojado, y el granero parecía estar aún más desordenado de lo habitual. Mi mente volvió a pensar en Mateo y en lo que había sucedido entre nosotros. Aunque había intentado mantener las cosas en orden, la intrusión de Marta había añadido una capa de incertidumbre que ahora debía manejar.
Después de un rato, me armé de valor y decidí salir de la cocina para ver cómo estaba Mateo. La situación con Marta no había sido una coincidencia, y sabía que la tensión entre nosotros era algo que debía resolver. Cuando llegué al granero, vi a Mateo de pie junto a un montón de madera, su mirada distraída.
—Hola, Mateo —dije, tratando de sonar casual mientras me acercaba.
Él levantó la vista, y pude ver que su expresión reflejaba tanto preocupación como intriga.
—Hola, Valeria —respondió, con una sonrisa que parecía tener una mezcla de calidez y distancia—. ¿Todo bien?
—Sí, todo bien —dije, sintiendo cómo la preocupación empezaba a disiparse, aunque la tensión seguía presente—. Solo quería ver cómo estabas después de la tormenta.
Mateo asintió, y mientras hablábamos, la atmósfera en el granero parecía más relajada, aunque la tensión de la noche anterior seguía flotando entre nosotros. Hablamos de las tareas del día y de cómo la granja había resistido bien a la tormenta. Aunque el tema de la conversación era trivial, no podía evitar sentir que había algo más profundo y no dicho entre nosotros.
Finalmente, después de una conversación que se sintió demasiado corta, Mateo se dirigió hacia la casa, dejando que yo me quedara un momento más en el granero. Miré alrededor, sintiendo la presión de la situación, y comprendí que cada momento que pasaba aquí, cada conversación con Mateo y Marta, me acercaba más a una revelación inevitable. Sabía que debía actuar con cuidado, y que cada paso que diera tenía que ser medido para mantener mi secreto y seguir adelante con mi misión.
La vida en la granja había comenzado a ser un complicado equilibrio entre mi verdadera misión y los sentimientos que comenzaban a emerger, tanto hacia Mateo como hacia el entorno en el que me encontraba. Mientras salía del granero y me dirigía a la casa, sentía que la lucha por mantener mi secreto solo había comenzado.
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Editado: 31.08.2024