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Siempre he sido una mujer de acción, una que no se queda de brazos cruzados esperando a que las cosas sucedan. Ver a Valeria irse de la granja fue como una victoria silenciosa para mí, pero sabía que no podía confiarme. Mateo es un hombre difícil de alcanzar, y si algo he aprendido en todos estos años, es que los sentimientos pueden ser tan peligrosos como las armas.
La oportunidad se presentó cuando me crucé con Mateo en el mercado del pueblo. Era una mañana fresca, y la brisa cargaba el olor a tierra húmeda y hierba fresca. Lo vi desde lejos, con su andar decidido y su mirada fija en los productos locales. A pesar de su porte serio y reservado, había algo en él que siempre me atraía, algo que me hacía querer estar cerca, incluso cuando él se mostraba distante.
Me acerqué con una sonrisa, fingiendo casualidad.
—¡Mateo! —lo llamé con un tono que pretendía ser despreocupado—. Qué sorpresa verte por aquí.
Él levantó la mirada, sorprendido al verme. Su sonrisa fue leve, casi cortés, y eso me hizo sentir una punzada de frustración.
—Hola, Marta —respondió mientras se inclinaba para inspeccionar unas manzanas—. ¿Qué tal estás?
—Bien, bien. —Levanté una bolsa de compras para enfatizar la trivialidad de mi presencia—. Solo haciendo algunas compras para mi padre. Ya sabes cómo es, siempre queriendo lo mejor de lo mejor.
Mateo asintió, pero su mirada volvió rápidamente a las frutas. Vi mi oportunidad para adentrarme un poco más.
—He escuchado que Valeria ya no está en la granja —comenté, fingiendo desinterés—. ¿Ha pasado algo?
Su cuerpo se tensó ligeramente, lo noté en la forma en que sus hombros se enderezaron y su mirada se volvió más distante. Sabía que había tocado un punto sensible.
—Sí, se ha ido —dijo con una voz que intentaba ser neutral, pero había una sombra de algo más, algo que no podía identificar del todo. ¿Decepción? ¿Frustración?
Sonreí para mis adentros, pero mantuve mi tono suave.
—Es una pena, realmente parecía llevarse bien con los gemelos. Aunque… —Hice una pausa, como si estuviera dudando si debía continuar—, había algo en ella que siempre me pareció un poco… fuera de lugar.
Él frunció el ceño y me miró por primera vez con verdadera atención.
—¿Qué quieres decir?
Ahí estaba, la grieta que necesitaba.
—No quiero parecer chismosa, Mateo, pero… ¿no te pareció extraño que alguien con su porte y sus modales se dedicara a ser niñera? Siempre me pregunté si no tendría otros motivos para estar tan interesada en la granja.
Mateo me miró con una expresión que no pude descifrar del todo. Sabía que estaba plantando semillas de duda, y era solo cuestión de tiempo antes de que comenzaran a echar raíces. Su silencio me indicó que había llegado a él, aunque no lo admitiría tan fácilmente.
—No sé, Marta —dijo finalmente, su voz más fría de lo que había esperado—. Valeria… no es lo que parece, eso está claro. Pero eso no significa que estuviera aquí con malas intenciones.
Decidí dar un paso atrás, no quería presionarlo demasiado en este momento.
—Quizás tengas razón —dije con una sonrisa suave—. Pero sabes que siempre he querido lo mejor para ti y los niños. Solo espero que tengas cuidado.
Mateo me miró con una mezcla de gratitud y desconfianza. Era el equilibrio perfecto, justo lo que necesitaba para seguir trabajando en mis planes sin levantar sospechas.
—Gracias, Marta —dijo, y aunque sus palabras fueron educadas, su tono dejó claro que no quería hablar más del tema.
Nos despedimos, y mientras me alejaba, sabía que la semilla de la duda ya había sido plantada en su mente. Solo necesitaba tiempo para que germinara. Mientras tanto, continuaría acercándome a Mateo, mostrando mi apoyo y dedicación, esperando que finalmente se diera cuenta de que Valeria no era la persona en la que podía confiar.
Mientras caminaba de regreso a mi casa, me sentí satisfecha. Valeria podría haber salido de la granja, pero yo me aseguraría de que no regresara. Y si lo hacía, me aseguraría de que Mateo la viera tal y como realmente era: una amenaza, una intrusa en nuestras vidas.
El sol comenzó a ocultarse tras las colinas, y con él, mi determinación se hizo aún más fuerte. Mateo y los gemelos merecían alguien en quien pudieran confiar, alguien que no los traicionaría. Y estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para ser esa persona.
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Editado: 31.08.2024