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Los días en la granja habían cambiado desde que Mateo y yo comenzamos a intentar reconstruir lo que habíamos perdido. Cada pequeño avance, cada sonrisa compartida, me daba esperanza, aunque el miedo a que todo se desmoronara seguía latente en mi pecho. Pero hoy, esa sensación de esperanza iba acompañada de una determinación que no había sentido en mucho tiempo. Hoy iba a enfrentar a Martha, y lo haría con Sofía a mi lado.
Habíamos descubierto algo que podía cambiarlo todo, y aunque el miedo me atenazaba, sabía que no podía dar marcha atrás.
Todo comenzó cuando Sofía, en su eterna curiosidad, encontró unos documentos en el despacho de Mateo. Había estado ayudándolo a ordenar algunos papeles, y uno de ellos, aparentemente inofensivo, llamó su atención. Al principio, pensé que se trataba de alguna vieja factura o de un contrato sin importancia, pero lo que revelaba era mucho más oscuro y peligroso.
—Valeria, tienes que ver esto —dijo Sofía, con el rostro pálido y la voz temblorosa, mientras me tendía los papeles.
Tomé los documentos con manos temblorosas, sintiendo cómo mi corazón se aceleraba a medida que leía. Era como si cada palabra que se materializaba ante mis ojos fuera una bofetada, una prueba más de que mi intuición respecto a Martha no había estado equivocada.
Los papeles hablaban de una serie de transferencias de dinero, contratos a nombre de terceros, y una propiedad en la ciudad que estaba registrada bajo un nombre falso, pero que claramente pertenecía a Martha. Todo indicaba que había estado desviando fondos de la granja para sus propios fines, aprovechándose de la confianza de Mateo y de su familia durante años.
—Esto… esto es una traición —murmuré, incapaz de procesar lo que tenía frente a mí. Todo el desprecio que Martha había mostrado hacia mí, toda su manipulación, parecía ahora tan insignificante comparado con lo que realmente estaba haciendo a Mateo y a su familia.
—Tenemos que decírselo a Mateo —dijo Sofía, su voz más firme ahora—. No podemos permitir que siga abusando de su confianza.
Asentí, sintiendo cómo la determinación comenzaba a endurecer mis nervios. Pero al mismo tiempo, no podía ignorar el torbellino de emociones que me invadía. ¿Cómo reaccionaría Mateo? ¿Y si decidía creerle a Martha en lugar de a nosotras? Después de todo, mi propia historia con él había estado llena de mentiras y secretos. Pero no, no podía permitir que esos pensamientos me detuvieran. Había cometido errores, pero esta vez iba a hacer lo correcto, aunque eso significara perderlo todo.
Sofía y yo encontramos a Mateo en la sala, trabajando en algo en su computadora. Su rostro se iluminó al vernos entrar, pero la sonrisa se desvaneció rápidamente cuando notó la seriedad en nuestras expresiones.
—¿Qué pasa? —preguntó, dejando de lado lo que estaba haciendo y poniéndose de pie.
—Mateo… hay algo que tienes que ver —dijo Sofía, con la voz firme, pero cargada de preocupación.
Mateo tomó los papeles que le extendimos, y mientras leía, vi cómo su expresión se transformaba. Primero, incredulidad, luego shock, y finalmente, una mezcla de ira y dolor que hizo que mi corazón se encogiera. Verlo así, saber que lo estábamos hiriendo con cada palabra, me hacía querer retroceder, pero sabía que no podíamos.
—¿Esto es verdad? —preguntó finalmente, su voz baja, como si aún no pudiera creer lo que estaba leyendo.
—Lo es —respondí, dando un paso hacia él—. Sofía y yo lo encontramos hoy. Martha ha estado manipulando todo, desviando dinero, ocultando propiedades… Mateo, ella te ha estado engañando todo este tiempo.
Su mirada se endureció, y por un momento temí que dirigiera su furia hacia nosotras. Pero en lugar de eso, se volvió hacia la ventana, apretando los puños mientras intentaba procesar lo que había descubierto.
—No puedo creer que… —empezó, pero su voz se quebró, y lo vi luchar por recuperar el control—. No puedo creer que haya hecho esto.
—Lo siento tanto, Mateo —murmuré, sintiendo cómo las lágrimas amenazaban con desbordarse—. No quería que te enteraras de esta manera, pero no podíamos quedarnos calladas.
Mateo permaneció en silencio durante lo que pareció una eternidad, con la mirada perdida en algún punto más allá de la ventana. Finalmente, se giró hacia nosotras, su expresión más controlada, pero aún llena de dolor.
—Gracias por decírmelo —dijo, su voz ahora un poco más suave—. Sé que no fue fácil para ustedes, y lo aprecio.
Sentí un alivio momentáneo al escuchar esas palabras, pero sabía que la verdadera confrontación estaba por venir. Mateo debía enfrentarse a Martha, y aunque no lo dijera en voz alta, sabía que esa sería una de las decisiones más difíciles que tendría que tomar.
Cuando finalmente encontramos a Martha, ella estaba en su habitación, ajena a lo que estaba a punto de suceder. Nos miró entrar con una mezcla de desdén y curiosidad, claramente desconcertada por la presencia de Sofía y yo junto a Mateo.
—¿Qué es esto? —preguntó, con una sonrisa que no alcanzó sus ojos—. ¿Una intervención?
Mateo avanzó hacia ella, sosteniendo los papeles en su mano como si fueran un arma cargada. La furia contenida en su voz cuando habló hizo que incluso yo diera un paso atrás.
—Martha, ¿qué es esto? —espetó, lanzándole los documentos—. ¿Qué significa todo esto?
Martha palideció al ver los papeles, pero trató de mantener su compostura, aunque su sonrisa se desvaneció rápidamente.
—Mateo, yo… esto no es lo que parece —empezó a decir, pero la dureza en la voz de Mateo la hizo callar.
—¿No es lo que parece? —repitió él, con una incredulidad que lo hacía temblar—. Martha, he confiado en ti, te he tratado como a una familia, y tú… ¿Me has estado robando todo este tiempo?
Martha intentó defenderse, buscó excusas, pero las pruebas eran irrefutables. Su control sobre la situación se desmoronaba con cada palabra que Mateo le lanzaba. Al final, se quedó en silencio, derrotada, mientras Mateo se volvía hacia nosotras, su decisión ya tomada.
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Editado: 31.08.2024