Niñera por accidente

Capitulo 28

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Tomás

La mañana era fresca, con el aroma del rocío impregnando el aire y el suave murmullo de las hojas mecidas por el viento. Me desperté antes que Sebastián, algo poco común, pero sentía un nudo en el estómago que no me dejaba dormir. Quizá era porque, después de todo lo que había pasado, hoy sería el día en que finalmente le diríamos a Valeria lo que ambos habíamos estado sintiendo.

Salí de la cama en puntillas, sin hacer ruido, y me dirigí a la cocina. No era un gran cocinero, pero Valeria siempre nos preparaba algo rico por las mañanas, y pensé que sería bueno hacerle un gesto que le demostrara cuánto la apreciábamos. Mientras buscaba los ingredientes para hacer panqueques, mi mente no dejaba de repasar los últimos meses.

Valeria había llegado a nuestras vidas como un huracán. Al principio, Sebastián y yo no sabíamos qué pensar de ella. Era distinta a cualquier otra persona que hubiera estado en la granja, y aunque sabíamos que papá la apreciaba, nosotros no estábamos seguros. Habíamos visto cómo las cosas habían cambiado para él desde que ella llegó, y para nosotros también, pero no queríamos aceptarlo.

*Sebastián*

Cuando desperté, noté que Tomás no estaba en la cama, lo cual me preocupó un poco. Era raro que se levantara tan temprano. Pero cuando salí y lo vi en la cocina, batallando con la mezcla de panqueques, supe que algo estaba tramando.

—¿Qué estás haciendo? —pregunté, acercándome a él con una sonrisa burlona.

—Quiero preparar el desayuno para Valeria —respondió, concentrado en su tarea—. Creo que ya es hora de que le digamos cómo nos sentimos.

Me quedé en silencio por un momento, asimilando lo que Tomás acababa de decir. Habíamos hablado de ello en varias ocasiones, sobre lo mucho que Valeria había hecho por nosotros, cómo nos cuidaba, nos escuchaba y se preocupaba por nosotros como si fuéramos sus hijos. Pero admitir que la veíamos como una madre… Eso era un paso grande, y no estaba seguro de si estábamos listos.

—¿Y si ella no quiere que la veamos así? —pregunté finalmente, dejando salir el temor que había estado guardando.

Tomás me miró con una mezcla de determinación y nerviosismo.

—Creo que ya lo hace, Sebas. Solo que no hemos sido capaces de decírselo. Es como si todos estuviéramos esperando a que alguien diera el primer paso.

Asentí, sabiendo que tenía razón. Valeria había hecho más que suficiente para ganarse un lugar en nuestras vidas y en nuestros corazones. Y si no le decíamos lo que sentíamos, podría pensar que no la aceptábamos, que no queríamos que fuera parte de nuestra familia.

*Tomás*

Cuando los panqueques estuvieron listos, Sebastián y yo los pusimos en un plato y los llevamos al comedor. Valeria ya estaba allí, terminando de limpiar la mesa. Al vernos entrar con el desayuno, se sorprendió, pero sonrió con esa calidez que siempre me hacía sentir seguro.

—¿Y esto? —preguntó, su mirada moviéndose entre nosotros y el plato que sostenía Sebastián.

—Queríamos sorprenderte —dijo Sebastián, aunque pude notar el nerviosismo en su voz—. Y… también queríamos hablar contigo.

Valeria nos miró, dejando a un lado el paño con el que limpiaba. Parecía un poco preocupada, pero se sentó frente a nosotros, como siempre hacía cuando sabía que teníamos algo importante que decir.

—¿De qué se trata? —preguntó, su tono suave, como si no quisiera presionarnos.

Me senté a su lado, y Sebastián hizo lo mismo del otro. Sentí cómo mi corazón se aceleraba, pero tomé una respiración profunda antes de hablar.

—Valeria, desde que llegaste… las cosas han cambiado mucho para nosotros. Para papá, claro, pero también para Sebas y para mí. Y al principio no estábamos seguros de qué pensar. —Hice una pausa, tratando de encontrar las palabras correctas—. Pero ahora, después de todo lo que has hecho por nosotros, creo que ambos estamos de acuerdo en algo.

—¿En qué? —preguntó Valeria, sus ojos buscaban los nuestros con preocupación.

*Sebastián*

—Te vemos como una madre —dije, rompiendo el silencio que se había hecho largo y tenso—. No queremos que te sientas presionada ni nada, pero… creemos que ya eres parte de esta familia. Y no solo porque estás con papá, sino porque… porque nos importas.

La expresión de Valeria cambió, sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no parecía triste. Más bien, se veía como si estuviera profundamente conmovida. Extendió una mano y tomó la mía, mientras la otra alcanzaba la de Tomás.

—No saben cuánto significa esto para mí —dijo, su voz entrecortada—. Ustedes… ustedes son increíbles, y no saben lo feliz que me hace escucharlos decir eso. He tratado de no imponerme, de no ocupar un lugar que no me corresponde, pero… siempre he querido ser algo más para ustedes. Algo más que solo la pareja de su papá.

*Tomás

Nos quedamos allí, en silencio por un momento, dejando que el significado de nuestras palabras se asentara. Valeria nos apretó las manos con fuerza, como si quisiera asegurarse de que estábamos realmente allí, que esto no era solo un sueño.

—Queremos que te quedes con nosotros —añadí, finalmente encontrando mi voz otra vez—. Y no solo porque seas importante para papá, sino porque eres importante para nosotros. No sabemos cómo será el futuro, pero queremos que estés en él.

Las lágrimas de Valeria comenzaron a caer, pero su sonrisa era la más amplia y sincera que había visto nunca. Nos abrazó a ambos, sin soltarnos, como si ese momento fuera lo más preciado del mundo. Y en ese abrazo, sentí que algo dentro de mí se asentaba, como si finalmente hubiera encontrado un lugar donde pertenecer, una familia que era más fuerte que cualquier desafío que pudiera venir.

*Sebastián*

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Valeria nos soltó, aunque sus manos aún temblaban un poco.

—No sé qué decirles —murmuró, con los ojos brillando de emoción—. Solo… gracias. Gracias por dejarme ser parte de sus vidas. No saben cuánto significa para mí.




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