Buscando Trabajo
El sol ya se estaba poniendo cuando salí de la agencia de empleo. La calle estaba llena de gente que pasaba rápidamente, como si no tuviera tiempo de ver a los demás. Yo, sin embargo, no podía dejar de pensar en lo que acababa de suceder. Había recorrido decenas de agencias, he pasado de una a otra, de promesa en promesa, y siempre la misma respuesta: "Lo siento, eres menor de edad." ¿Qué más podía hacer? Petra ni siquiera me estaba mirando como una hija, sino como un estorbo. Ni siquiera me hablaba, y cuando lo hacía, era como si no importara. Cada día, todo se volvía más insoportable.
Con la cabeza llena de pensamientos oscuros y la sensación de que el futuro ya no tenía sentido, me dirigí hacia la siguiente agencia que tenía anotada. No tenía muchas más opciones. Si no conseguía algo pronto, no sabía qué iba a hacer. Cuando llegué, respiré hondo antes de cruzar la puerta. La campanilla sonó al entrar, y me quedé de pie un momento, mirando alrededor. La recepcionista era una joven con el cabello recogido en un moño desordenado que me miró de reojo.
Intenté ponerme lo mejor que tenia para parecer lo suficientemente eaduilta y responsable, una que no pudieran negarle el empleo.
Mi pelo rubio lo recogí en una cola alta, mi cabello me llegaba a la cintura y siempre cargado de hondas revueltas que me hacían parecer medio salvaje. Mi padre decía que mi madre tenia justo el mismo tono rubio cenizo y hondas.
Eso me hacia siempre sentir parte de algo, como si en verdad yo llevara algo de ella en mi todos los días aparte de su sangre.
Mis ojos eran azules muy claros, casi como los de Alexandra Daddario, en la secundaria mis compañeros siempre alegaban que era muy similar a ella inclusive en mi forma de sonreír.
Una Alexandra falsa me llamaban para molestarme.
Sin embargo, hoy no podía dejar que mis temores ganaran.
Mi pantalón de mezclilla y mi blusa blanca mangas largas, debían ganar esta batalla.
—¿En qué puedo ayudarte? —preguntó, con un tono de voz que no daba mucha confianza.
—Busco trabajo —respondí, forzando una sonrisa, aunque mi voz sonaba vacía.
La chica levantó la mirada y me miró unos segundos, con una expresión que me hizo sentir como si no fuera lo suficientemente buena. Probablemente pensaba que solo era una más de las que vienen sin saber qué quieren.
—¿Tienes experiencia en algo en particular? —me preguntó mientras revisaba algo en la pantalla de su ordenador.
—He trabajado en varios sitios... limpieza, ventas, lo que sea —respondí, tratando de sonar confiada, aunque estaba clara la verdad: nadie me había dado una oportunidad real. No había limpiado en mi vida mas que mi casa.
Mi ex casa.
La recepcionista suspiró y se levantó, caminando hacia un archivo de papeles. Lo abrió y comenzó a revisar algo en su interior. No podía dejar de pensar que estaba perdiendo el tiempo, que lo único que lograría era escuchar otro “no” más.
—A ver... —murmuró, revisando las ofertas en su pantalla. Después, levantó la vista hacia mí—. Hay un pequeño problema. Eres menor de edad, ¿verdad?
Asentí, sintiendo cómo la frustración me subía por el pecho.
Se me notaba lo joven en la cara y no podía negarlo.
—Sí, pero en dos meses cumplo los 18 —dije, apretando los dientes. —Solo busco una oportunidad. Necesito…en verdad necesito el empleo.
—Bueno, mientras tanto, las leyes laborales nos limitan. La mayoría de los trabajos que tenemos requieren que seas mayor de edad. Y esos dos meses parecen una eternidad cuando se trata de conseguir un empleo.
Lo sabía, lo sabía muy bien. Cada vez que entraba en una agencia, cada vez que me decían lo mismo, sentía que una parte de mí se moría. ¿Qué iba a hacer en esos dos meses? ¿Cómo iba a aguantar a Petra mucho más tiempo en esas condiciones? El tiempo se me escapaba y las puertas se cerraban.
Vi que la recepcionista no parecía esperanzada en darme buenas noticias. Pero, al parecer, algo pasó por su cabeza porque de repente, su expresión cambió un poco.
—Sin embargo —dijo, como si estuviera haciendo un favor—, hay una oferta, pero no es lo habitual. No sé si te interesaría.
Me enderecé en la silla, alerta. Cualquier cosa era mejor que seguir dando vueltas sin encontrar nada.
—¿Qué tipo de trabajo? —pregunté, ya sin poder esconder mi interés.
—Es para cuidar a unos niños —dijo, consultando nuevamente la pantalla. Luego miró hacia mí y añadió—: El problema es que la familia ya ha tenido varios intentos con niñeras y todas se han ido. Los niños son... complicados. No les molesta tener una joven como niñera ya que la ley nos ampara en ese aspecto. Te pagarían menos que una titulada pero la familia tiene adultos como ama de llaves y chofer, así como una doctora personal que siempre estarían cerca. Por eso tu edad no seria un limitante.
Fruncí el ceño. ¿Niñera? ¿Niños complicados? No estaba segura de si estaba preparada para enfrentar más problemas, pero la idea de estar lejos de Petra, aunque fuera por un tiempo, era tentadora.
—¿Y cuánto pagan? —pregunté, aunque me lo imaginaba: no mucho.
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Editado: 08.01.2025