La casa de servicio tenía ese olor a pan tibio y a madera vieja que cruje como si hablara. Bajé con la intención de perderme cinco minutos en la sala común antes de regresar a mi cuarto a fingir que duermo profundamente. Las lámparas encendidas daban una luz dorada, casi de película, y afuera el jardín se veía como un mar oscuro con islas de rosas blancas, moviéndose al compás de un viento suave.
Me crucé con la señora Pattersson justo al final del pasillo. Llevaba una bandeja con una tetera de porcelana y dos tazas. La seguí como si fuera una estrellita en un desfile de Navidad.
—Ven —me dijo, sin preguntarme si tenía tiempo—. El té ayuda a poner en su sitio las cosas que se mueven demasiado. — Parecía una señora que había pasado por todas las etapas de la mansión. —Creí que ya estarias dormida.
Agradecí el pretexto. Nos sentamos junto a una ventana que se abría hacia una hilera de magnolias. Me sirvió sin derramar una gota, con esa precisión que me recordaba a mi maestra de primaria doblando el borde de los exámenes para que quedaran perfectos.
—Bajé por agua, olvidé llevarla.— dije. —Disculpe si la molesto.
—En lo absoluto. A mi en cambio, me sucedió con el té. No puedo dormir sin un buen te de camomila. —El señor Biuk me comentó que te quedarás en la casa de servicio, a tiempo parcial. Fueron sus ordenes. Estarás con los niños pero en las noches, regresas aqui.—dijo, y el vapor del té me empañó los ojos un segundo—. Tendrás dos tardes libres.
Asentí, sosteniendo la taza con las dos manos para que no se me escapara la calma.
—Si.
—¿Que pasa con la escuela?
—No lo sé. —digo con sinceridad.
—No la dejes, la vida pasa de prisa.
—Lo sé.
—Es un consejo de alguien que tiene años trabajando en casas familiares. La vida se nos pasa aquí dentro. No te quedes aqui, tienes toda una vida por delante.
Por primera vez sentí que la Sra. Patterson tenía arrepentimientos, aunque no pude determinar si por su trabajo o personal.
—¿Que tan grande es la familia Biuk?
—No muy grande. Los dos niños que ya conociste. La Señora Evelyn casi siempre está en la mansión. Los niños tienen sus maestros privados pero escuché que en septiembre comenzarán las clases normales.
—¿El señor Biuk tiene hermanos? —pregunté, y no sé por qué me importó. De verdad que no sé.
Creo que sencillamente quería conocer más de ellos.
—Tres —respondió con esa serenidad suya—. Dos viven en París, Francia. Están muy instalados, con sus vidas de allá… rara vez los vemos por aquí. —Hizo una pausa y volvió a servirse un poquito—. El menor tiene veintidós. Viaja mucho. España, sobre todo. El pobre Sr Biuk sufre con la inestabilidad de Khalid pero ya se va a costumbrando a que es un alma libre incontrolable. Viene y va y ya ni notamos cuando se ha ido porque aparece tres días después o un mes después.
Me mordí la lengua para no preguntar más.
Dinero.
Esa es la diferencia.
Ese tercer hermano lo tenia todo.
Podía viajar de pais en pasi cada vez que quisiera.
La señora Pattersson me miró con los ojos de quien te cose un botón sin pedirte que te quedes quieta.
—¿Estás bien? —preguntó con suavidad—. Ayer estabas mas feliz que hoy que tienes finalmente el empleo.
No pude sostenerle la mirada mucho tiempo. Tragué el té como si fuera medicina.
—La esposa de mi padre quiere vender la casa—solté, y la palabra “casa” me rozó por dentro como lija. —mi padre lleva días muerto y ya ella quiere acabar con todo.
Ella dejó la taza en el platito con cuidado.
—Comprendo.
—Llevo semanas peleando con ella. Nunca me ha caido bien. Desde que salia con papá. —Dije y no sé porque de repente quiero decirle, a lo mejor necesito hablar o talvez explotaré como una palomita de maiz en microondas. —Con la construcción, con el ruido, con el polvo… —solté una risa sin gracia—. Me pasé mi vida en esa casa. ¿Como es que simplemente alguien llega y tiene la potestad de destruirme todo lo que conozco?. Y ahora… ahora quiere vender. Como si pulsara “borrar” y listo.
—Entiendo —dijo.—. No te preocupes, niña. Todos pagamos nuestros pecados, tarde o temprano. El tiempo cobra. Siempre. Asi que a esa esposa de tu difunto padre le llegará su Karma tarde o temprano.
—Es mi hogar. Es lo unico que me queda de mis padres. —Dije mirando la taza.
—No te ates a lugares. Son objetos. Vienen y van.
—Es lo unico que..
—No es lo único. En tu corazón, ahí tienes más de lo que cualquier casa será. Ya verás como todo se soluciona. Eres joven, tu vida a penas comienza.
Yo asentí. Quise creerle. También quise que ese “todos” incluyera esta ansiedad que me apretaba el pecho desde que papá no está. Menos de un mes. Menos de un mes y siento que me estoy acostumbrando a no nombrarlo para no romperme. Ridícula, me digo. No se superan las pérdidas con té. Pero ayuda. Un poco.
No escuché la puerta, sino la sombra antes de que apareciera. Un paso ligero, una llave tintineando, un carraspeo que no buscaba atención. Me giré, y ahí lo vi.
No era formal, ni solemne, ni nada parecido a esos hombres que parecen un retrato colgado en una pared carísima. Tenía una camisa clara remangada, jeans oscuros y el pelo castaño revuelto. El tipo de rostro que no pretende nada y, por eso mismo, lo consigue todo.
Sus ojos de un azul intenso, oscuro, una mirada asesina pero cargada de brillo.
Parecía tan despreocupado, un charlatán. Esa fue las dos primeras cosas que pensé al verle.
—Señora Pattersson —saludó, con un respeto sin rigidez—. ¿Interrumpo?
—Tarde, como siempre —respondió ella, con afecto—. Ven, Khalid, deja te presento a alguien. Esta es Hanna.
Khalid. No necesitaba que me lo dijeran dos veces para grabarlo. Me puse de pie demasiado deprisa. Demasiado. Mis rodillas decidieron ser de mantequilla y el tapete decidió serpentear bajo mis pies. Di un paso en falso hacia el borde de la alfombra y, en un acto perfectamente coreografiado por mi torpeza, el plato de mi galleta hizo un clinc atento, mi té se balanceó con intención de suicidarse, y yo… yo me lancé a salvar la taza.
#2432 en Novela romántica
#671 en Novela contemporánea
romance accion suspenso drama, dolor amor tristeza culpabilidad, dolor drama millonario amor suspenso
Editado: 26.08.2025