ALESSANDRO SANTORO
—¡Basta! ¡Detente, Lucas! —grito corriendo hacia él, con la intención de despojarlo de su absurda pistola de juguete.
—¡Auxilio! ¡Se metió un loco a mi casa! —la voz de Nicci sigue insistiendo que soy un infeliz ladrón.
—¡Auch! —me quejo cuando, en medio de mi carrera, me resbalo por culpande la humedad y mi trasero para de manera estrepitosa en el suelo. —¡Basta! ¡Deténganse! ¡Sus padres me dejaron a su cargo! ¡Dios mío, ayuda! —mi voz sale afónica ante el quincuagésimo grito que he pegado en pocos lapsos de tiempo.
Rogándoles a los cielos que envíe ángeles guerreros que me protejan ante estos seres extraños y poseídos en tamaño miniatura.
—¿Quieres decir que mis padres te contrataron como nuestro niñero? —el niño, a paso seguro y astuto, se acerca a mí sin dejar de apuntarme con la pistolita.
—¡Que sí! —chillo y toso ipso facto cuando un chorro de agua es disparado hacia mi cara y entra todo a mi boca, ocasionando que me ahogue con rapidez.
—Aquí no gritamos, tonto niñero —Nicci se para al lado de su hermano, quien se mantiene en silencio.
Yo los observo con furia, sintiéndome humillado por dos engendros del demonio que miden menos de un metro. Los detallo por primera vez y sus miradas demoniacas me observan por igual.
Nicci tiene el cabello largo y rubio. Su hermano Lucas, lo tiene del mismo color, pero lleno de crespos ligeros. El color en sus ojos es exactamente el mismo y la sonrisa satánica que se dibujan en sus labios, igual.
—A la servidumbre no se le trata de esa manera, Nicci —objeta Lucas y yo no puedo creer que estos niños tengan una educación tan horrible.
—¿Qué sabes tú si lo que dice ese señor es real? Deberíamos llamar a la sirvienta y que nos indique el nombre de este… empleado —su voz fastidiosa, creída y mal educada se dirige a mí.
—¡Miren! ¡Pequeños engendros de satanás! —me levanto con rapidez, aprovechándome de mi estatura y la gran diferencia que existe para tomarlos por sus brazos y así dejarlos sentados en el sofá.
»¡No ha pasado ni una hora y ya me tiene harto! ¿Qué clase de educación les ha dado Greta? ¡Dios mío! —los señalo con un dedo, mientras que con la otra mano me limpio los restos de agua de mi rostro. —La llamaré y le notificaré de este comportamiento tan inaceptable por parte de ambos.
—Si llamas a mamá y le dices algo, le diremos que te encontramos dormido —lucas me saca la lengua y Nicci sonríe con amenaza—. Además, le contaremos que teníamos hambre y que por tu estar dormido en nuestro sofá, tuvimos que cocinar y nos hemos quemado los manitos —ahora un puchero se forman en sus labios mientras extienden sus manos hacia el frente y las mueven.
«Actores salieron», pienso.
—Ustedes son malvados, ¡están podri…! —me detengo al pensar mejor las cosas. Son solo niños, no son un reto para mí. Esto es solo un malentendido.
Respiro una y otra vez, mientras sus ojitos me escanean como si el reto fuese para ellos y sonríen, ¡los mocositos sonríen como si hubiesen ganado una batalla ante mi silencio! Yo entorno mis ojos hacia ellos.
Si quieren guerra, se las daré… ¡A Alessandro Santoro nadie lo humilla! ¡Menos unos enclenques! Poso mis manos en forma de jarra sobre mis caderas para seguir retándolos con la mirada.
Una idea se enciende en mi cerebro… ¡¿Cómo no lo pensé antes?!
—Ahora sé lo que quieren hacer —me rio con gracia—. Quieren hacerme la vida imposible para que así desista de la idea de cuidarlos —razono y ellos, en medio de la poca inocencia que poseen, abren sus ojitos como si hubiese dicho algo realmente impresionante.
—¿Nosotros? ¡Claro que no! —Nicci se defiende con tal ferocidad que enseguida me doy cuenta de que lo que digo es verdad. Lucas asiente ante sus palabras.
—Claro que sí, eso prefieren… ¿Pero saben qué? No lo lograrán porque a quedar preso, prefiero cuidarlos. ¿Creían que me pondría a llorar por sus travesuras? Son astutos, no lo niego. Pero si quieren guerra, guerra tendrán —aseguro con mis ojos entrecerrados. Los orbes de los gemelos se prenden en fuego puro.
«Son niños y te estás comportando como uno más de ellos», objeta mi consciencia, pero solo evito escucharla.
»Soy Alessandro Santoro. Su tío y me deben respeto, no soy solo un niñero. ¡Soy la persona que está a cargo de ustedes y las cosas se harán como demando! —les señalo y en respuesta esperaba llantos y disgustos. Eso me haría muy feliz, sin dudas. Sin embargo, solo escucho pequeñas carcajadas como si hubiese dicho el chiste más grande del mundo.
Editado: 01.09.2022