ALESSANDRO SANTORO
Limpio el sudor de mi frente cuando termino de colocar las frutas sobre los panqueques. Poso el paño de cocina sobre mi hombro y suelto un largo suspiro por el esfuerzo que supone hacer comida, sin embargo, una sonrisa de orgullo se dibuja en mi rostro.
Los diablillos entran por la puerta de la cocina y se sientan sobre el gran mesón mientras yo aprovecho y les tiendo lo que prepare con una sonrisa de suficiencia.
—Desayunen. Los esperaré para llevarlos al colegio —poso delante de ellos dos vasos que lleno con el respectivo jugo de naranja.
—¿Qué es esto? —Apunta Lucas con su dedito al desayuno que yo preparé. La confusión me hace mover la cabeza.
—¿Cómo que qué es esto? —inquiero quitando la toalla de mi hombro para limpiar el poco de jugo derramado.
—Si —punza Nicci—. ¿Se supone que esto es un desayuno? Eso parece algo deforme —la mueca de asco que expresa el rostro de ambos me hace apretar los puños.
—Yo no comeré esto —recita el niño, seguro de sus palabras y tomando el vaso de jugo para beber, yo abro mi boca al ver como tan pronto lo probo, lo escupe.
—¡Esto es jugo artificial! —chilla, ¿indignado…? ¡Indignado estoy yo! Boqueo inútilmente, incapaz de formular palabras ante sus exigencias de adultos prematuros.
—¡Es lo que había en la nevera! ¡Solo desayunen y dejen la estupidez! —es mi turno de chillar mientras empujo los platos hacia ellos—. ¡Es su comida favorita, no entiendo el problema!
—¡Eso está quemado, deforme y no parecen panquecas! Además, las frutas deben estar dentro de la crema, es decir, debes juntarlas para que pueda ser “crema con frutas” —habla como si fuese obvio, encerrando aquellas palabras entre sus deditos satánicos—. Y no veo el chocolate por ningún lado —señala mi contrincante con su ceño fruncido. Yo sigo boqueando, shockeado ante las exigencias de estos demonios.
—¡Quieres que nuestras venas se llenen de grasa y nuestro nivel de azúcar llegue hasta la galaxia con ese jugo artificial! —sigue Nicci. Yo maldigo por lo bajo mientras prenso mi mandíbula.
—Bien… —susurro tratando de no perder la calma, inhalando y exhalando como nunca en mi vida lo había hecho.
»Nicci y Lucas, tomen sus bolsos y de camino les compro algo —agrego con todo el esfuerzo y autocontrol del mundo. Mi voz fluye en un hilo y ni yo mismo la reconozco.
—¿Comida callejera? —el rostro de Nicci me observa como si fuese un estúpido.
—Este es el peor sirviente que hemos tenido —refunfuña Lucas por lo bajo, bajando de la silla y siendo seguido por su hermana. Yo respiro, tomando uno de los platos para comer algo.
Tomo el chillo y corto un trozo de panqueque con crema y frutas. Una arcada me domina al instante de poner aquella cosa en mi paladar.
—¡Puajj! —el sonido sale estrangulado mientras corro hacia el fregadero para escupir con rapidez aquella mezcla asquerosa de alimentos mientras una serie de convulsas arcadas tratan de hacer que escupa el estómago vacío por la boca.
Reviso con rapidez todos los ingredientes que tome y… ¡Demonios! En vez de azúcar coloqué sal. Ahora, entiendo su mal aspecto y sabor ya que también agregué más huevos de los que eran. Eran dos o una taza de leche y yo coloqué 20 huevos.
«Esa “o” parece un cero», pienso. Tratando de no sentirme tan inútil al preparar, por primera vez, una comida.
(…)
Las almas oscuras bajan del vehículo y al cerciorarme de que ya entraron a su escuela, me marcho de vuelta hacia la casa. Prendo el estéreo, pero la música no dura nada al recordar que debo llamar urgentemente a mi abogada de medio metro.
Coloco el teléfono en voz alta mientras espero con paciencia que me coja el teléfono. Tarareo una que otra canción para olvidar la desgracia que vivo ahora mismo, estos niños son algo particulares… el reciente berrinche que armaron en la panadería me pareció de muy mal gusto.
»Abogada Alessa Digiorni ¿En qué puedo ayudarle? —su voz profesional hace que mi rostro dibuje una sonrisa muy vaga e inconsciente.
—Me sorprende que no tenga mi número agendado, abogada, cuando ayer por la noche me estuvo llamando —es lo primero que digo, extrañamente receloso ante su saludo sinsabor.
Editado: 01.09.2022