Niñero por obligación

Episodio 14: "Embarrado"

 

ALESSANDRO SANTORO

 

Me acerco a la puerta, no sin antes revisar mi aspecto en el espejo y acomodar una que otra hebra de cabello desordenada que caía en mi frente.

 

Suspiro sin saber él porque de los nervios y abro la puerta con una gran sonrisa. Sin embargo, cuando lo hago no puedo evitar que esta permanezca y mis ojos se vayan de atrevidos a recorrer la figura entera de mi abogada.

 

Un look fresco atavía su cuerpo entero. Ese pantalón pegado a sus piernas las hace lucir ejercitadas y con una linda forma. Subo un poco más y me encuentro con una camisa pegada a su cuerpo que queda perfecta con sus deportivos y esos pechos de un tamaño que calculo, puedo apretar con mis manos y aún quedan sobrando porque son grandes y se miran apeteci… ¿Qué?

 

—¡Alessandro Santoro! —un chillido indignado me saca de mi mundo de ensoñación y con rapidez entorno mis ojos hacia sus facciones.

 

—Buenos días —respondo con seriedad. Tratando de disimular que no me la devore descaradamente con la mirada.

 

—¿Por qué me miró de esa manera? —su voz aguda y su rostro sonrojado me hace saber que se encuentra muy avergonzado.

 

—¿De esa manera? ¿De qué manera? —le miro inquisitivo.

 

—¡De esa manera! ¡Como si le diera lastima mi manera de vestir! —responde rabiosa y yo casi me rio en su cara. ¿Lástima? Lástima dan mis ganas de querer comérmela.  

 

—¿Lástima? Creo que necesita más aumento en esos lentes, señorita Alessa. Ahora, hágame el favor de pasar. Tampoco es que sea tan interesante para causar alguna emoción o sentimiento en mí —miento descaradamente. El diablo y el angelito en mi hombro parten en carcajadas. Es obvio que ella causa cosas y son muchas, menos eso que piensa.

 

Ella bufa para rodar sus ojos y pasar entre el espacio libre que dejo por la puerta y mi cuerpo. El olor de su cabello golpea notablemente todos mis sentidos. Es deliciosa… ¡Demonios!

 

¿Por qué a mí? ¿Por qué con ella?

 

—Bien, esto es rápido. No planeo perder mi tiempo aquí —ella murmura aquello en voz baja, sin embargo, yo logro escucharla.

 

—No tienes que ser tan hostil —gruño dirigiéndola a la cocina, donde preparé galletas únicamente para ofrecerle a ella.

 

Ella toma asiento en un taburete mientras observo como saca de su bolso una lista llena de muchas líneas. Con mucho orden toma su bolígrafo para empezar a anotar cosas que desconozco.

 

—¿Dónde están los niños? —gruñe, está como que molesta.

 

—Están arriba. ¿Quieres galletas? —le ofrezco tendiéndole el plato hacia ella. De repente el bolígrafo para peligrosamente fuerte sobre la hoja y un suspiro cargado de rabia me deja saber que definitivamente sí esta molesta.

 

—No, gracias —su mirada pesada cae sobre mi rostro, luego en las galletas y nuevamente empuña su bolígrafo tan furiosamente notable que me causa ternura. Parece un pequeño duendecillo todo rojo y exaltado.

 

—Pero las hice para ti —confieso en un intento de aligerar el ambiente. Ella vuelve a detener su escritura para mirarme y luego a las galletas.

 

Sin mediar palabras y en medio de otro suspiro, extiende su mano para tomar una de las circunferencias de chocolate.

 

—Espero no terminar envenenada —murmura oliendo y acercando el dulce a su boca. Yo sigo cada movimiento que emplea como un estúpido hipnotizado de ella.

 

—No terminarás envenenada, pero si puede que termines espichada porque has suspirado tanto que ya perdí la cuenta —suelto con gracia y ella ríe ligeramente mientras mastica la galleta sin emitir emociones aparentes.

 

—Es que a veces eres muy pesado, Alessandro. Tienes veintiocho años y te comportas como un chiquillo de quince —agrega y yo tomo asiento frente a ella, ignorando sus palabras a mi conveniencia.

 

—¿Y… qué tal? —le señalo las galletas.

 

—Están bien, supongo —se lanza de hombros, muy casual.

 

—¿Solamente bien? —indago necesitado de escuchar más.

 

—Sí —asiente escuetamente.

 

—¿Ni siquiera espectaculares, suculentas…? ¿Una explosión de sabores dentro de tu boca? —cuestiono con humor mientras tomo una de las galletas y me atrevo a probarlas. Mis cejas se alzan ante los sabrosos sabores que explotan en mi boca y sonrío indudablemente satisfecho de este logro.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.