ALESSA DIGIORNI
Su boca se posa sobre la mía luego de segundos de tortura y se aplasta contra mis labios vírgenes. Suspiro en medio de ese roce, atónita por su atrevimiento y terriblemente complacida de ello. Mi mano recorre su brazo trabajado y lleno de montañas de músculos del tamaño perfecto para hacerme babear y en un gruñido, sus labios empiezan a moverse.
Yo respondo nerviosa, sin saber qué hacer o como moverme en medio de la torpeza de mi primer beso. He visto videos y trato de replicarlos, sin embargo, nada se compara a esta primera experiencia.
Sus manos grandes me aprietan su cuerpo y en medio de gruñidos que emanan de su garganta, me dejo llevar y pego más mi boca a la suya. Acaricia la piel de mi espalda y sube hasta cuello para enredar sus dedos con mi cabello. Yo solo siento como este roce me humedece y me pone a temblar… ¿Acaso es normal?
Su lengua se pasea por mi labio y la razón llega a mí para caer como un balde de agua fría sobre mi cabeza… ¿En serio estoy besando a este hombre pretencioso que me ha desplantado tantas veces? Aquella pregunta no encuentra respuesta cuando siendo sus dedos hincados en mi mejilla, profundizando un beso que me sorprendo de saber seguir a medias.
«Pero sus besos con ricos», pelea mi consciencia obnubilada bajo el hechizo de Alessandro Santoro, y ahí caigo más en cuenta mientras en mi debate interno, sigo disfrutando de su toque y su roce. De su beso, de este beso que es mi primero y que se siente suculento y muy prohibido porque él es mi defendido.
De repente una mano apretando mi trasero me hace dar un brinco brusco que me hace alejarme de él con alerta.
—¿Me tocaste el culo? —cuestiono con la respiración agitada mientras lo observo, incrédula e incapaz de creer mis propias acciones y ese besazo que nos dimos.
—Lo si-siento, de verdad. Me dejé llevar —murmura en un tartamudeo con su ceño fruncido y mejillas terriblemente sonrojadas. Sus labios rojos e hinchados me hacen morder los míos en un acto inconsciente. Yo respiro agitada, tratando de llevar un poco de cordura a mi mente, esa que se imagina miles de escenarios subliminales que hacen estremecer por completo.
—¡Esto está mal! ¡Muy mal! —chisto apenas lo pienso mejor y el arrepiento me llena por completo. Tapo mi rostro con mi mano mientras ahora mismo me veo incapaz de mirarlo directamente a los ojos.
—Mírame, Alessa —pide y yo niego con mi cabeza una y otra vez, cayendo por una especie de túnel de vergüenza y arrepentimiento que me azora sin piedad alguna—. ¿Acaso fue tu primer beso para que actúes de esa manera tan inmadura? —chista y yo aprieto mis labios, sabiendo que sí, que es mi primer beso y que, además, es la primera vez en la vida que no sé cómo coño actuar.
—¿Y qué si lo fuera? —ladro con agresividad, dirigiéndome al otro lado de la encimera para empezar a recoger mis cosas e irme de aquí. Así como me encanta, las caga. Pero en grande.
Tomo todas mis cosas que se caen en varias ocasiones de mis manos y yo solo tengo ganas de llorar porque le di mi primer beso a un cretino egocéntrico con problemas de narcicismo.
—¡Alessa, cálmate! —siento su presencia acercarse a mí y eso solo me inyecta más ganas de irme, de correr… de huir porque quede de nuevo en ridículo con él.
—Aquí no ocurrió nada, señor Alessandro —espeto entre dientes y dándome vuelta, sin embargo, su mano me toma y me pega de él con rudeza. Su mano se enreda en mi cuello y yo boqueo sorprendida ante su toque que me electrifica entera.
—¿No ocurrió nada? ¿Eres tan descarada para decir esa desfachatez? —sus palabras y toque rudo me hacen jadear ruidosamente mientras siento su respiración apurada en mi oído.
—Alessan-sandro —tartamudeo, sorprendida por su rudeza que me gusta y me embravece en partes iguales.
—Si, así me llamo —él asiente, yo trago saliva. Confundida ante todo que paso tan rápido, en su desespero por tomarme justo ahora—. Lamento haberte dicho inmadura, solo que no pensé que besando tan exquisito ese haya sido tu primer beso, es evidente que merecías algo más especial, con alguien más… especial.
—¿Ahora me estás diciendo que te arrepientes? —gruño con rabia, golpeando con mi trasero su cuerpo en busca de soltarme, me meneo con furia sin medir las consecuencias.
—Maldita sea, Alessa. Me estás prendiendo y como te sigas moviendo de esa manera no únicamente seré tu primer beso —brama y mi boca se abre al entender su referencia. Chillo, impresionada y deteniéndome tan rápido al ritmo de la tensión que recorre mi cuerpo entero.
Editado: 01.09.2022