Niñero por obligación

Episodio 22: "Fuego y rabia"

 

ALESSANDRO SANTORO

 

La ducha cae sobre mi cuerpo entero, bien helada y en busca de alivianar toda la tensión que acrecienta en mi zona baja. Lo cierto es que ya he perdido la cuenta de cuantas veces he tenido que recurrir a este método para bajar toda la excitación que esa enana provoca en mí. No solo las veces que nos vemos, sino las veces que pienso en ella y en su boca. En la manera inexperta en la que besa, pero se deja guiar tan bien que resulta delicioso.

 

Nunca había tenido que recurrir a estos métodos, por lo general cuando esto me ocurría con alguna mujer, simplemente terminábamos todo porque mi manera de seducir era implacable. Sin embargo, esa terca mujer es difícil, joder. Ni mis métodos de seducción le gustan, le incitan y es frustrante y me gusta. Son emociones diferentes que no logro identificar, pero que, por lo pronto, puedo tolerar.

 

Me emociona, ella me regala un sentimiento de exaltación cada vez que la veo. Y es que… es divertido tentarla, llevarla al borde y luego comérmela. La frescura que emana de su inocencia me resulta encantadora. Es tan determinada y madura para muchas cosas, pero tan niña cuando se trata de toqueteos que me resulta simplemente encantadora.

 

Alessa es todo lo que nunca he tenido, vivido o experimentado y aquello me gusta y me vuelve loco. Joder. Sin olvidar que es la primera loca mujer que casi me extirpa un dedo del pie con su locura.

 

Cierro la ducha y tomo la toalla para envolverla alrededor de mi cintura. No seco el agua que escurre ante la premura, no quiero dejarla mucho tiempo sola. La probabilidad de que se escape de la casa es muy alta y eso, me baja los ánimos de cierta manera.

 

Salgo con rapidez de mi baño a la par que la puerta de mi habitación se abre con rapidez. Yo abro mis ojos cuando me doy cuenta de quien aparece, sus mejillas son tan delicadas que solo tardan segundos en explotar de ese intenso color sonrojado.

 

—¿Qué? —cuestiono cuando la observo mirarme con los ojos abiertos, enseguida mi sonrisa depredadora brota de mis labios. «Me salió mirona la niña».

 

—Yo… yo so-solo estaba buscando el baño —susurra en un tartamudeo mientras su mirada no se despega ni por un segundo de mi cuerpo húmedo.

 

—¿Y crees que lo encontrarás mirando mi torso como si quisieras comerlo? Pensé que aquí, el del hambre era yo, abogada —suelto con una voz inevitablemente ronca, ella me vuelve loco… ¡Joder! Sus ojos se posan sobre los míos como dos balas y enseguida todas sus facciones se endurecen.

 

—He visto hombres más musculosos que tú, no te creas tanto. Apenas se le notan —bufa con chocancia y yo sonrió sabiendo que eso no es cierto.

 

—Yo si tengo espejos y estoy muy seguro de mis atributos. ¿Quiere tocarlos para que vea lo mucho que se marcan? —sugiero con mirada felina, la recorro por completo.

 

—¡Atrevido! ¡Yo no voy a tocar nada! —chista nerviosa, yo me río con ganas cuando su nerviosismo es hasta palpable.

 

—Entonces salga de mi cuarto o mejor, entre a mi baño. Prometo no escuchar su… chorrito de nuevo —recuerdo aquel momento y una sonrisa inevitable brota de mi boca.

 

—Insoportable, solo dígame donde está el baño y me largo. Así no tengo que ver su horrible rostro —bufa indignada con sus brazos cruzados sobre su pecho mientras mira al techo, en espera de mi respuesta.

 

—¿Qué? ¿Le tiento tanto que no puede mirarme a la cara? —cuestiono acercándome a ella, solo para mostrarle el baño.

 

—¿Tentarme? Por favor, ya quisiera. Solo limítese a mostrarme el baño. En ningún momento le pedí que me mostrara su cuerpo insípido —escupe, yo estoy seguro de que esas palabras solo tratan de convencerla a ella misma.

 

—Claro, como digas —me paso por su lado, ella por un instante deja de respirar y yo lo noto. Solo me rio por dentro mientras disimulo a la perfección lo que ella causa en mí. A veces es tan tierna.

 

»Allí está el baño —quedo justo a su frente, muy pegado de su cuerpo mientras extiendo mi brazo. Es tanta mi cercanía que puedo sentir el calor natural que emana de su cuerpo pequeño.

 

—Gracias —su voz forzada acelera mi corazón.

 

—No es nada, me vestiré rápido y la espero abajo —murmuro tragando saliva, muy cerca de su oído ante nuestra cercanía. Ella es fuego, es tentación para mí y no se da cuenta.

 

—Bien —responde con dejos de temblor mientras se aleja con rapidez de mí. ¿Será que estoy siento invasivo?

 

No le presto mucha atención a aquel pensamiento y cuando su trasero al fin desaparece privándome de aquella vista gloriosa, me adentro a mi habitación para esperarla abajo tal y como le dije.




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