ALESSA DIGIORNI
Estaciono el auto justo en la entrada de la mansión con miles de pensamientos en mi cabeza… ¿De qué se trata todo esto? ¿Por qué esa mujer que ofrecería dinero? Hay muchas posibilidades y puedo pensar en un millón de casos y me estimo que ninguno puede ser bueno.
Bajo y cuando menos me percato, ya estoy tocando el timbre de la entrada. La puerta se abre segundos después y logro ver una manito manchada tomando la puerta debajo. Instintivamente, mi vista baja aquel lugar y me encuentro con Lucas sonriéndome. Abro mis ojos al darme cuenta de que su rostro está manchado con pintas de colores. ¿Qué rayos harían?
—Hola princesa, no sabíamos que vendrías —se hace a un lado y yo entro al helado lugar.
—Pues, tu tío me pidió ayuda con algo que hicieron —le miro y él se remueve con picardía aniñada mientras cubre su boca con una mano.
—Solo hicimos arte, pero el tío lo ve de distinta manera. Dice que lo pueden botar y yo no lo creo, ni mi hermana ni yo lo vamos a pertimir… permitir —repite la palabra que se le enredo y yo solo le miro con extrañeza sin entender a lo que se refiere… ¿arte? ¿Qué hicieron arte, dijo?
—A ver, llévame a donde está ese arte, a ver porque Alessandro arma tanto alboroto —le incito mientras él toma de mi mano y me lleva escaleras arriba. Detallo su ropa y me doy cuenta de que verdaderamente jugaron con pintura porque están todos manchados del material.
—Sí, es muy exagerado —niega con su cabeza a la par que entramos a una habitación. A primera vista no se ve absolutamente nada. Pero cuando me volteo, mi boca se quiere pegar del piso.
—¡Carajos! —chillo inconscientemente mientras me alejo para detallar las obras de arte que fueron… pintadas por los gemelos.
Observo la firma de la pintura y tapo mi mano con mi boca para mirarla más de cerca. “John Myatt” la costosa réplica de más de 1,11 millones de euros ha sido dañada con un bigote… ¡UN BIGOTE!
—¡Alessa, viniste! —la voz sorprendida de Alessandro se escucha interrumpida por mi propio siseo mientras le mando a callar y sigo observando aquello de manera atónita.
—No me digas que esta es… —chillo, pero su voz me interrumpe.
—Sí, es —afirma y yo dejo de mirar la pintura para verlo a él. Trago saliva mientras vuelvo a ver el bigote.
—Dios mío, Alessandro. Creo que hasta a mí me van a botar —susurro contenida, sin embargo, eso no es nada. Más quiero morir cuando observo el resto de las obras de arte donde los gemelos hicieron “más arte” y siento que mis piernas flaquean.
—Alessa, que digas esas cosas solo me preocupa más. En esta relación, tú eres la que siempre encuentra buenas soluciones… ¡Siento que me voy a cagar encima! —chista bajito, pero tan asustado como lo estoy yo. No puedo prestar atención a sus palabras, solamente me centro en idear como coño limpiar esto sin que se den cuenta de lo que verdaderamente ocurrió aquí.
—Dios mío, hasta el grito ti-tiene pelo —tartamudeo mientras me acerco a la pintura y termino tomando mi cabello.
—He aquí en lo que necesito ayuda —Alessandro susurra a mis espaldas y yo me volteo para mirarlo.
—Necesitas un milagro más bien —aclaro con grandes ojos mientras él suspira, dejando caer sus hombros.
—Alessa, me van a correr y voy a terminar en la cárcel —ataja en un hilo de voz que me hace posar una mano sobre su apabullado y derrotado cuerpo. Sus pupilas brillan con temor desconocido y yo le sonrío con suavidad.
—Algo haremos, primero vamos a probar a quitar las manchas con alcohol absoluto —farfullo mirándolo a los ojos para atribuirle un poco de confianza, sin embargo, ni yo misma confío. Estas pinturas son realmente costosas y es que, ni vendiendo todo lo que poseo, logro llegar siquiera a la mitad del precio de estas, y eso es, para que se hagan una idea.
—Bien, entonces voy a comprar alcohol absoluto —él asiente mientras se aleja de mí.
—También compra algodones, acetona, pinturas de óleo y doritos —le pido y esté alza sus cejas ante lo último, yo le miro con una sonrisa inocentona.
—¿Qué? —cuestiono con la misma expresión.
—¿Doritos?
—Sí, para concentrarme mejor —le cuento con gestos de obviedad y él ríe para negar. Me mira tan intensamente como siempre lo hace cada vez y con rapidez se acerca a mí para dejar un beso sobre mi frente. Se aleja tan rápido que no me da tiempo de decir nada más. Y es que, en sí, no creo que pueda decir muchas cosas. Como siempre, me quedo sin palabras cuando cualquiera parte de su cuerpo roza con el mío.
Mis mejillas se acaloran y me doy cuenta como Lucas sale detrás de él y Nicci se queda conmigo en la habitación.
—¿Te gusta mi tío? —ella indaga, preguntándome algo que jamás espere que saliese de una pequeña como ella.
—¿De dónde sacas esas cosas? Solo somos amigos, además, yo soy su abogada y fui quien lo hice cuidarlos —le cuento con nervios mientras niego y me concentro en ver de cerca “el arte” que ellos hicieron.
—Pues, te pusiste roja cuando te dio el beso en la frente. Además, en una película que vi ayer, decía que cuando un hombre le da un beso en la frente a una mujer es porque la quiere mucho —apunta con sabiondez, yo solo trago saliva aún llena de incredulidad.
—Pues, señorita, usted está viendo muchas películas —toco la punta de su naricita mientras ella se ríe con coquetería y se remueve mientras me toma de la mano para sacarnos de aquel cuarto lleno de pinturas y su “arte”
—Bueno, mejor vamos a comer galletas mientras tú me mientes —ataja y yo opto no por decir nada. Simplemente impresionante la mente de esos gemelos.
Editado: 01.09.2022