Niñero por obligación

Episodio 26: "Una verdad"

 

ALESSA DIGIORNI

 

Son tantas las cosas que advierto cuando su boca cae sobre la mía que simplemente decido optar por dejarme llevar por la manera en la cual sus expertos y gruesos se mueven sobre los míos con movimientos exquisitos y demandantes.

 

Nunca me había sentido así, esta necesidad de querer más, de querer… simplemente fundir mi boca contra una persona. Nunca lo había querido tanto como ahora que siento como una de sus manos me toma con firmeza por la nuca y la otra se asienta en mi cintura como si se tratara de un ancla que me pega a su cuerpo.

 

Jadeo muy bajo cuando siento como sus dientes se clavan en mi labio inferior y con ferocidad tira de él. Diablos, se siente bien ser besada así. Más cuando lo deseas.

 

Más cuando el hombre que lo hace huele tan delicioso y es tan… bello como lo es Alessandro. Su tamaño me cubre por completo y mis pies empiezan a sentirse acalambrados a causa de mi esfuerzo por llegar un poco a su altura y que él no se doble tanto para llegar a mi boca. Me remuevo incómoda por la posición y él parece notarlo, pues me alza con agilidad, haciendo que mis piernas se enreden en su cintura.

 

—Oh —chillo cuando me despego de sus labios en busca de aire, siento que mis pulmones arden, queman en busca de oxígeno. Jadeo con premura y él me pega más a la pared.

 

—Alessa… ¿Qué me estás haciendo? —cuestiona con una voz que nunca había escuchado, es gruesa, potente. Sus ojos me traspasan y siento que todo dentro de mi quema. Logra erizar cada vello existente de mi cuerpo, yo no entiendo su pregunta—. Respóndeme, maldición —punza buscando una respuesta de mis labios—. ¿Qué carajos estás haciendo con mi cordura? ¿Dónde se va ella cuando te tengo cerca? —sigue cuestionando y yo siento que mi corazón se quiere salir por mi boca. Trago saliva, sintiendo mis labios arder a causa de nuestro reciente encuentro.

 

—Y-yo n-no —tartamudeo con la voz tan ronca que me sorprendo, él me mira con una sonrisa depredadora y una carcajada carente de humor y llena de deseo puro brota de sus adentros. Me hace temblar, me hace… querer gritar.

 

—¿Ahora te quedas calladita? En otras cosas eres tan fiera y aquí tan inocente, jodida mujer —ladra entre dientes mientras su brazo me toma del cuello como aquella vez y siento que todo se desquebraja dentro. Me remuevo deseosa, siendo incapaz de reconocerme mientras me restriego contra su cuerpo.

 

—Solo… solo nunca lo había sentido —me sincero mirándolo con ojos humedecidos ante el cumulo de emociones extrañas y tan placenteras, estoy hambrienta y no de comida, sino de él—. Dime tú a mí —punzo mordiendo mi labio y humedeciendo mi boca seca con saliva—. ¿Dónde carajos dejas mi cordura? Ella se va, se marcha voluntariamente y no quiere volver —respiro sonoramente mientras busco su boca de nuevo, dándome el gusto de sentir este contacto, que, por primera vez, me es tan… gloriosamente bueno.

 

—Eres tan bella, me vas a volver loco. Alessa, loco —lamenta mientras corresponde a mis besos, esos que carecen de extrema experiencia, pero me dejo guiar con facilidad y es momento de presumir, que siempre he sido una excelente alumna.

 

—Tal vez eso es lo quiero, se siente bien volver a un hombre loco. Me gusta, me siento poderosa —le revelo mi sentir sonriendo mientras él me mira incrédulo.

 

—Alessa, niña… eres una pícara, y pensar que al principio creí que eras lesbiana —se ríe mientras me mueve sobre él con desorden y yo le sigo mientras juntamos nuestras frentes y suspiramos en busca de calmarnos. Los niños están a pocos metros, maldición. ¿Cómo me voy a poner así con él? ¡Y aquí!

 

—Yo… perdón, no sé qué me pasó —hablo con los ojos cerrados, sintiendo mi corazón acompasarse, sin embargo, no lo logro del todo por la posición en la cual me tiene.

 

—Me deseas y te deseo, te gusto y me gustas. Eso ocurrió, pero ya después de esto no puede pasar más. Mereces algo mejor, Alessa. Y por ahora no puedo dártelo —él insinúa lentamente y yo me despego de su frente con incredulidad.

 

—¿Me estás diciendo que te alejaras de mí por que…?

 

—No seas ilusa, niña. Mal educada, déjame hablar —él ladra con rapidez y rabia, interrumpiendo mi verborrea y llevándose mi labio entre sus dientes en un arranque de rudeza.

 

—¿Qué? —chillo dejando un beso sobre sus labios, ni yo me reconozco. Dios mío. ¿Qué pasa conmigo?

 

—No puede pasar a más porque todavía no puedo hacerte el amor —susurra en mi oído en palabras tan lentas que siento que cada sílaba explota en mi cerebro, mis ojos se abren de nuevo y todo vestigio de fuego se marcha, dando espacio a la vergüenza por sus palabras tan seguras y seductoras que creo que me voy a derretir como bombón al sol.




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