ALESSA DIGIORNI
La consciencia viene a mí poco a poco y con ella, el último y alarmante recuerdo que me paraliza el cuerpo entero.
¡Dios mío! ¡Soy muy joven para morir asesinada! El miedo me suspende, pero a su vez, me llena de adrenalina. Ocasionando que me mueva con soltura y me levante de aquella silla donde estaba acostada.
Observo todo a mi alrededor con gestos frenéticos, no entiendo un carajo cuando me doy cuenta de que la elegancia predomina en esa ¿Oficina? Una foto de Alessandro con un hombre en unos de los mostradores solo logra confundirme más.
Cuando estoy a punto de sollozar por los nervios, un carraspeo me hace voltear con rapidez. Busco la fuente de ese sonido y me encuentro con un hombre de cabellos blancos y facciones llenas de curiosidad. ¿Qué carajos? Acaso es…
Vuelvo a mirar la foto con rapidez al darme cuenta de que ese es el hombre que Alessandro tiene abrazado.
¿Este hombre es el padre de Alessandro? Hendrich Santoro… sí es él. ¿Cómo demonios no pude darme cuenta?
—¿Se puede saber por qué carajos me tiene a mí aquí? —cuestiono con valentía llena de tintes de temor—. ¿Acaso su esposa no le dijo que había quedado con ella mañana? ¡Que tuvo que irrumpir en mi casa y secuestrarme! ¡Es un delito! —le señalo, sintiéndome ardida ante sus actitudes antiparabólicas.
—Por favor, haz silencio. Tu voz queda bien con tu tamaño, chillona, pequeña y fastidiosa —bufa rodando sus ojos con petulancia, me recuerda tanto a su hijo, yo abro mi boca con indignación—.
Un delito es lo que mi esposa planea hacer con mi hijo. Sé que tienes un plan, quiero escucharlo —ataja con claridad, cruzando sus manos sobre el escritorio tan fresco como una maldita lechuga.
Yo simplemente no lo puedo creer, quedo atónita ante sus palabras. Empuño mis manos alrededor de mi cuerpo.
—¡Es usted un pasado! ¡No puedo creer que me haya secuestrado! ¿No pueden ser normales? —cuestiono refiriéndome a su familia. Todos son raros. Algo debe haber mal en sus genes.
—Primero, lo hice porque Loretta es una arpía que tiene vigilantes en todos lados. Te sacamos en una cesta de ropa para no levantar sospechas —me cuenta y yo jadeo incrédula ante sus palabras.
—¿¡Una cesta!? —indago atónita. Él asiente como si nada.
—Sí, ahora siéntate y me vas a contar todo lo que planea mi mujer —él señala el sillón con una tranquilidad desquiciante.
—¿Qué me asegura que usted no quiere hundirlo también? —le miro con ojo de águila.
—Precisamente por eso recurrí a ti. Sé lo que te traes con mi muchacho —él espeta sabiondo, yo respiro con fuerza y duda ante sus palabras. ¿Sabe lo que me traigo con Alessandro? ¿Cómo es eso posible? Hemos sido… cuidadosos.
—¿Qué?
—So —completa y yo frunzo mi ceño. Ahora sé de donde Alessandro sacó su pésimo sentido del humor.
—¿Es en serio? —indago con incredulidad mientras bufo para negar con la cabeza. Esto es el colmo, la verdad.
—¿Qué me asegura a mí que no estás con él por su fortuna? —él refuta con perspicacia. Yo niego mientras suspiro. Me voy a terminar desinflando de tanto que lo hago.
—No es su fortuna… yo…
—¿Sabes? Alessandro no es la persona más santa, mucho menos la más humilde —me interrumpen—. Tiende a ser potencialmente insoportable y caprichoso. Pero eso es solo una coraza que se creó y todo por mi culpa. Él merece alguien que lo ame y le enseñe. Debo confesar que me sorprendí y para bien cuando me entere detrás de quien andaba mi muchacho… él no es de andar con mujeres sin operaciones y tú eres tan naturalmente cautivadora que puedo entenderlo —él fórmula y cada vez me deja sin palabras.
¿Este hombre supo siempre lo que ocurría con Alessandro?
—¿Me está diciendo que usted sabía de los tratos que recibía Alessandro y no hacía nada? —indago sintiendo la rabia bullir con mucha rapidez, quiero matar gente. Puedo empezar por él.
—Yo… sí —acepta cabizbajo y yo jadeo indignada. Quiero gritar porque él fue cómplice de todo el sufrimiento que le causaba su esposa e hijas.
—Me voy, no planeo estar ni un segundo más con usted. Me da tanto asco como su mujer, son tal para cual —escupo llena de veneno. Molesta, incrédula ante lo que el hombre acepta como si nada. Como si fuese lo más normal dejar que tu hijo sea maltratado por bruja y media.
Editado: 01.09.2022