Niñero por obligación

Episodio 31: "A quien admiramos"

 

ALESSANDRO SANTORO

 

Una actividad en el colegio de los niños donde debo asistir por invitación de los ellos, me tiene en aprietos. Se supone que quería darle a Alessa una visita en su trabajo. Sin embargo, no puedo dejar plantados a los niños.

 

Ellos son mi prioridad. Termino de hacerle unos intentos de moñitos a Nicci, que, según ella, tienen mucho estilo y le paso una gorra de su equipo favorito a Lucas.

 

Y si… no me pregunten como es que aprendí a hacer moñitos para niñas. Fueron horas de videos por el internet y muchos tutoriales que fui obligado a ver en contra de mi voluntad.

 

—Bien. ¿Llevan la cartulina que hicieron, que por cierto no me quisieron mostrar? —bufo fingidamente indignado mientras termino de preparar sus bolsos y dejo las meriendas perfectamente acomodadas en sus empaques.

 

—Sí, tío. Es que…

 

—¡Calla, Lucas! —la gemela salta con rapidez.

 

—Esas palabras, Nicci —reprendo con impresión. Con ellos me siento una especie de viejito prematuro. Es que salen con cada cosa y cada palabra que aun no creo que tenga solo 6 años. Aunque próximamente serán 7.

 

—No iba a decir nada igual, agresiva —chista Lucas caminando hacia el auto mientras le saca la lengua a su hermana, esa que va detrás de él.

 

—Ya, no peleen. Los hermanos no lo hacen —les digo mientras abro la puerta.

 

—¿Tú no peleabas con la tía Nore… Lorena? —indaga mi sobrina, yo niego abrochando sus cinturones.

 

—Muchas veces ni hablábamos —les confieso, de mí emana una sonrisa amarga al caer en cuenta que nunca me trató bien. Siempre fui el raro para ella. Yo el problemático y ella la perfecta. La perfecta mosca muerta que se folló al novio de su mejor amiga… ¿Hay más traición que esa? No lo creo.  

 

—Eso ya no importa —ella asiente mientras su hermano mueve sus manos al aire—, ahora nos tienes a nosotros. Nosotros si hablamos contigo —cuchichean, sacándome una sonrisa ante sus ingenuas, pero verdaderas palabras.

 

—Así es, pequeños… ahora los tengo a ustedes. ¿Para que más? ¿Cierto? —me rio y ellos asienten con ese brillo de felicidad que los caracteriza y es nuevo desde hace unas semanas.

 

Antes solo veía resentimiento en sus ojos y hasta en los míos propios. Ahora me agradan, pero eso es un secreto.  Nadie tiene porque saberlo.

 

«Aunque tus ojos ya te delatan», fastidia el diablillo en mi hombro. Yo niego para encaminarme hacia el colegio. Pensando en esa abogada de ojos bellos que me tiene algo más que cautivado.

 

Todo este tiempo alejado de la toxicidad de mi viejo mundo me ha hecho demasiado bien. Lo que pensé que sería un desastre, lo fue en principio. Ahora todo es armonioso, nos llevamos bien y no puedo sentirme más a gusto con ellos. Esta necesidad de protegerlos… es grande y no dejaré que ningún otro fulano les haga daño.

 

(…)

 

Dejo a los niños en su salón y yo me dirijo al auditorio, ese que está lleno de padres y representantes. Tomo un lugar en el centro para verlos mejor y así, poder transmitirle a su madre el acto en vivo. Es la única manera en la cual pudo asistir. El baboso de su esposo también lo verá, yo solo me limitaré a sostener el móvil sin mirar a la pantalla porque sé que le querré decir sus cuatro cosas bien merecidas.

 

Los parlantes empiezan a sonar y yo activo la videollamada, así como me siento desde un mejor ángulo.

 

»Hola, Gretta —la saludo con rapidez, ella solo sacude su mano y me muestra una sonrisa. Cuando observo de a pocos como su esposo tomará asiento en la cama, dejo de ver a la cámara tal cual me lo propuse y la poso al frente.

 

—Hola, queridos padres y representantes —la directora se posa sobre el escenario a medida que habla—. Es un placer tenerlos aquí, hoy es un día muy importante para sus niños… ¡Y es hora de revelarles la sorpresa a todos los presentes! —una música de festejo empieza a retumbar por el lunar y yo frunzo mi ceño para sonreír a medias. No sabía nada de una sorpresa. Tal vez es para los padres, por eso querían que Gretta observará todo.

 

Los aplausos se escuchan y yo dejo el teléfono sobre mis piernas para aplaudir con euforia cuando localizo a mis enanos sobrinos salir en fila india con el resto de sus compañeros. Cuando ya están todos los niños en el escenario, recuerdo que debo enseñarle el acto a Gretta, por lo que tomo el teléfono con rapidez.

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.