ALESSA DIGIORNI
Una carcajada llena de indignación me abandona como un acto totalmente natural ante la ofensa que recibo de esta ricachona estirada y tramposa.
Sus cejas se entornan hacia mí, mientras yo me recompongo y recobro la seriedad.
—Perdón, nunca espere ver tanto dinero en mi vida —suelto tratando de enmendar la cagada que estaba a punto de hacer y ella dibuja una mueca de satisfacción en su malvado rostro.
—Lo supuse —mueve sus hombres, y yo sonrío con toda la falsedad del mundo entero.
—Sí, señora Santoro… seamos sinceras. Si usted quiere que la ayude, debe decirme la verdad. Si quiere que funja como abogada en el caso de drogas del señor Alessandro, necesito que sea sincera conmigo y cuando digo sincera, es porque quiero la verdad de lo que está ocurriendo —suelto quitando mis lentes para acentuar mi mirada en ella, aquella seriedad típica merma por excelencia.
—¿Insinúa usted que estoy mintiendo? —su gesto ofendido me hace asentir, no me importa lo que piense de mí.
—Soy joven, pero estudiada. Quiero aclararle eso desde un principio, tal vez solo tenga meses ejerciendo, pero mi astucia a la hora de litigar es bien hablada entre todos y eso no es un secreto —alardeo—. Soy joven, si —repito—. Pero todo el tiempo invertido en mi preparación me ha hecho experta en algunas cosas, como leer el lenguaje corporal de una persona. Saber cuándo miente, cuando dice la verdad y cualquier otro tipo de emoción es algo sumamente fácil para mí, es pan comido… ahora dígame. ¿Qué es eso que esconde? Quiero conocer la verdad de su posición, mi apoyo ya lo tiene —le guiño un ojo mientras aprovecho a beber de mi café.
Espero que me crea porque de lo contrario estoy frita y sin pruebas de por medio de que ella en realidad quiere causarle un perjuicio a Alessandro. Lo que me ha dicho desde ahora son suposiciones infundadas que, si muestro, me pueden jugar en contra gracias al dichoso video donde se observaba con claridad como consumía drogas.
—No esperaba encontrar dicha astucia en alguien tan joven —ella reconoce y eso solo hace que me caiga peor. No la soporto. Sonrío falsamente dejando un mordisco con mi panque.
—¿Entonces? —le incito a hablar y ella suspira para mirarme fijamente, yo le mantengo la mirada, borrando de mis orbes todo lo que sé y dejándolos totalmente el blanco.
—Voy a confiar en ti… por tú bien, espero que no me defraudes, niña. Tienes futuro como sigas a mi lado—sus ojos se encienden, la maldad brilla y por un momento trago saliva, pues, esta faceta que llegó se fue y ahora me muestra a un ser despiadado que quiere destruir a uno inocente.
(…)
ALESSANDRO SANTORO
—Los amo —susurro por primera vez a ellos, quienes que me abrazan con fuerza y muchos aplausos se escuchan de fondo.
—Y nosotros a ti, tío… pero te hicimos llorar, pensamos que te había gustado —habla Nicci con un puchero. Yo suelto otra lágrima mientras me rio levemente.
—Es de felicidad, hermana. ¿No ves que no nos ha regañado? —objeta Lucas obvio y yo asiento enseguida.
—Así es, pequeños. Me han hecho llorar de felicidad —reconozco y la sonrisa aparece de nuevo en la pequeña rubia.
—Pues, debemos celebrar que te hemos hecho feliz. Creo que debemos hacer galletas… ¡Con helado! —agrega él con euforia y su hermana le sigue con la misma emoción.
—A ustedes lo que me pidan… ¿Pero qué tal si primero vamos a comprar unas hamburguesas? —propongo dejándolos en el suelo. Los pequeños torpedos gritan un sí a la par que supongo, van a buscar sus cosas.
Yo saco mi teléfono de mi bolsillo y justamente me acabo de acordar que Gretta estaba en videollamada. Lo tomo con rapidez y busco su contacto para ofrecerle una disculpa que no siento, en lo absoluto, por nota de voz. La verdad es que me deje llevar por la emoción.
Me salgo del auditorio y me poso en la salida para esperarlos, mientras lo hago, marco el número de Alessa, quien debe ser notificada a los lugares que debo ir para que queden reportados y no sean vistos como actividades sospechosas.
Ya me acostumbré a ello. El tono resuena y yo espero con falsa paciencia que me conteste, una de las cosas que mejorará mi día es escuchar su voz. La extraño a ella, sus abrazos y sus besos. Ella junto a los gemelos me dan paz, todo lo que necesito luego de una vida tan… llena de cosas innecesarias.
Editado: 01.09.2022