ALESSANDRO SANTORO
El día hoy amaneció tétrico, helado… no hay ni una pizca de luz que le regale brillo a este día. Lo único, lo único que solamente considero que puede alegrarme es estar con los niños o con mi abogada bonita. Sin embargo, ellos están en la escuela y ella está llevando a mi padre al sitio donde nos vamos a reunir.
Estoy lleno de rencor, no puedo mentir. Pensar siquiera que él haya sabido todo lo que tramaba mi madre me duele… que no haya hecho nada para impedir que cayera aquí duele aún más. Sin embargo, mi nuevo yo me dice que todo pasa por algo.
Cada acción tiene una consecuencia, seguiría siendo el mismo estúpido y tapado de mente que era antes. Me miro al espejo y ajustando mi campera, me doy cuenta de que ser niñero de estos niños… que Alessa haya sido mi defensora en ese juicio y la treta que armó esa señora maligna junto a mi hermanastra me llevo a un lugar donde me gusta estar.
Reconocer que he cambiado es un gran paso, amar a esos niños incluso más que a mi mismo me deja saber que ya el Alessandro egoísta que una vez fui, ya no está.
Enamorarme de Alessa me ha hecho abrir los ojos. ¿Realmente era amor lo que sentía por esas mujeres de la alta sociedad? Esas modelos sin coeficiente intelectual, únicamente interesadas en mi billetera y en lo que yo les hubiese podido proporcionar si hubiese puesto un anillo en sus dedos.
No creo que fuese feliz, nunca fui feliz realmente. Ahora con todo y lo que descubrí, con aquello que Alessa hizo que la malévola confesara, me siento feliz. La amargura la sentía, la pesadez en mi corazón estuvo ahí taladrando de manera inclemente… pero todo era porque creía que ella me había traicionado.
No dormí por 3 días, pensar en esa escena era tortura. Mis dedos picaban por llamarla, mis pies inquietos querían conducir e ir a pedirle explicaciones. Pero si ayer estaba furioso, los días pasados lo estaba por el doble. Hasta pensarla dolía, y ayer… ayer cuando todo se aclaró, mi corazón al fin pudo latir en paz. Cuando la bese solo quería vengarme, quería castigarla por traidora, sin embargo, cuando se separó de mí y esa mirada se posó atónita sobre mí, solo quise disculparme. Pero me contuve. Hasta que finalmente me lo confesó todo.
Ahora estoy convencido de que no solo la quiero… la amo. Amo a esa mujer testaruda y no puedo esperar, simplemente no puedo esperar para pedirle algo formal. Solo quiero asentarme más, quiero demostrarle el verdadero hombre de negocios que soy, ese que quedó escondido detrás de una rebeldía inmadura y sin sentido.
Secretamente, todas las noches estudio, refuerzo lo aprendido en mi carrera universitaria para retomar aquello de lo que tanto rehuí para que mamá no me viera como su enemigo, nada de eso funcionó, por lo que ahora tomaré lo que me pertenece y me importará muy poco como lo tome ella y en especial, Lorena.
Silbo mientras me monto en la camioneta y conduzco hacia el lugar que me envío Alessa. Me pone nervioso ver a mi progenitor. Necesito estar sereno y desde ya, me mentalizo.
(…)
ALESSA DIGIORNI
—¿Podría…? —respiro con fuerza—. ¿Podría por favor quedarse tranquilo en su asiento? —bufo para el padre de Alessandro. Ese que me mira con gesto ofuscado y yo no puedo evitar pensar que con razón su hijo salió igualito.
—Por Dios… ¿Qué persona normal entra en algo tan pequeño? —sus rodillas golpean la guantera de mi pobre bebé que ha soportado las largas piernas de Alessandro y ahora debe soportar las de mi sue… las de su padre.
Yo misma corrijo a mis traicioneros pensamientos. Él aún no me ha pedido nada. Y si… me causa un poco de amargura él hecho de que tal vez no sea tan guapa como esas novias modelos, rubias de metro setenta que no se comparan en nada a mi insípido tamaño.
Sí… no pude evitar mi curiosidad y Googleé un poco, solo un poco. Y fue terrible, esa autoestima que por lo general oso tener, se fue a los suelos. Esas mujeres son tan bellas y exuberantes como el mismo Alessandro. Con esa belleza de un maldito Dios griego que pone a temblar a cualquiera.
Miro de reojo al señor Santoro y no puedo evitar que una risa se escape de mis labios. Se ve inmenso dentro de mi auto con esas facciones de fastidio al no tener ese confort al que de seguro esta muy acostumbrado.
—Mejor dígame cómo va la cuestión de los videos que le entregué… tiene hasta el lunes para darme respuestas, solo le recuerdo —hablo y puedo notar de reojo como clava sus ojos en mí.
—Ya todo está listo, ella pagará lo que hizo. Ahora, lo que me tiene nervioso es hablar con mi hijo, debe pensar lo peor de mí —su tono de voz triste no me pasa desapercibido. Yo le miro mientras poso una mueca.
Editado: 01.09.2022