ALESSA DIGIORNI
Lo observo con seriedad a la par que trato de recuperarme de mi ataque de ahogamiento. Respiro apenas y él me observa.
Me desespera no encontrar burla, diversión o alguna pisca de broma en esa mirada de él que siempre grita lo que quiere expresar sin dilaciones.
Mi única respuesta es tomar un cojín y golpearlo en la cabeza.
—¡¿Qué te pasa?! ¿Eres loco o te picó un bicho y no me di cuenta? —indago enseguida mientras escucho su quejido lastimero.
—¿Loco por qué? Me gustas, te gusto… veo una vida contigo y con los niños. Me parece lógico que nos casemos. ¿Por qué no quieres? —chista con un tono tan obvio que me provoca propinarle algunos golpes contundentes.
—¡Alessandro! ¿Crees que me merezco una propuesta de esa magnitud bajo los efectos de una decisión desesperada? ¡Ni siquiera me has pedido que sea tu novia porque…! —lo golpeo con el cojín una y otra vez—. ¡Porque no te ha dado la gana! ¿Y quieres pedirme que me case contigo? —chisto mientras él me despoja del cojín con rapidez y empuja mi cuerpo, ese que cae sobre el cojín y me aplasta con el suyo sin causarme daño, todo en busca de intentar calmarme.
—Tienes razón, mereces la propuesta más grande del mundo entero, Alessa. Te amo, te amo de verdad. Y me mata el hecho de que te duela, que no te haya pedido ser mi novia… pero mírame. Por ahora solo soy un niñero que no tiene nada que ofrecer, no tengo estabilidad, nada —razona y yo me remuevo inquieta.
—¿Y qué te hace pensar que la propuesta de matrimonio es mejor que esa? Ay, Alessandro… tú no aprendes de verdad —niego una y otra vez, no queriendo prestarles atención a esas palabras que dijo después de mencionar mi nombre.
—¡Sí! ¡Claro que si aprendo! ¡Para cuando nos casemos ya tendré la empresa bajo mi mando! —habla y yo solo niego de nuevo con mi cabeza, quiero despellejarlo por sus locas ideas.
—No entiendo de verdad, esa lógica que tú fórmulas dentro de tu cabecita no es lógica para nada, te lo juro —niego una y otra vez.
—Te juro, Alessa… dame tiempo y cuando menos lo esperes, sucederá. Entiéndeme, por primera vez en mi vida quiero hacer las cosas bien. Si fingimos que nos casamos, los niños estarán conmigo, hasta contigo si aceptas mudarte a vivir conmigo. Cuando todo explote retomaré inmediatamente el puesto que me corresponde dentro de la empresa. Necesito un apoyo, un sostén y tú, eres el mío. Siempre lo has sido… sé que suena ilógico, tramposo y desesperado. Pero, por favor. No es por mí, es por ellos, por su bienestar. Ellos merecen estar con alguien que los ame y los cuide de verdad, ver la presencia de alguien. Ver la mía y la tuya que los hace felices. No te pido una respuesta ahora mismo, pero piénsalo. Ayudaremos a esos niños, lo merecen, merecen tener todo lo que yo no tuve. Alguien que se preocupara enteramente por mí… solo, solo piénsalo, mi amor y no quiero —sus manos se enredan en mis mejillas—. No quiero que bajo ningún ámbito pienses que te estoy manipulando al decirte que te amo, solo que me golpeabas y bueno, me puse debilucho y revele lo que se supone, debía decir en otras circunstancias más especiales —susurra y lo observo fijamente y como desde un principio, concibo que dice la total verdad.
Suspiro, regañándome a mi misma por haberle dicho lo de la propuesta de ser novios… ¿En qué cabeza cabe que voy a preguntar eso? Ahora creerá que estoy desesperada por ello cuando solo hice el modo de comparación ante su propuesta llena de impulsividad.
—Lo voy a pensar, Alessandro Santoro. Pero solo por los niños, sin embargo, antes, debemos charlar con el abogado personalmente y preguntarle si, estando casado, las probabilidades de tener a los niños son más altas… y dejando al lado, esa extraña propuesta de matrimonio, háblame más de Gretta. ¿Los niños han tenido muchas niñeras? —cuestiono y ambos nos volvemos a sentar en el mueble con más tranquilidad, una, que, por mi parte, es bastante engañosa.
Por dentro maquino millones de cosas que no puedo ni controlar, mientras lo escucho por igual, tomo mi computadora de nuevo para teclear las cosas que me resulten más relevantes para el caso. Su mano jugueteando con mi muslo me saca una leve sonrisa, Alessandro me encanta y sí, lo amo… pero no considero pertinente mencionar aquello de una vez.
Son muchas cosas las que tengo que lidiar, está el caso de su madrastra donde fungiré como testigo y el caso de los gemelos donde, aún no sé si seré abogada y terminaré aceptando su loca propuesta para salvar a esos pequeños rubios de mente ocurrente y corazón inocente.
Las horas pasan volando y se hacen las doce de la madrugada cuando Alessandro finalmente abandona mi apartamento, entre besos y abrazos que se quedan grabados en mi piel y en mi mente.
Editado: 01.09.2022