Niñero por obligación

Episodio 41: "Juicio"

 

ALESSANDRO SANTORO

 

Todo ha pasado tan rápido, pero tan rápido que aún no lo asumo. Me encuentro sentado en el lado demandante del juzgado desde hace unos minutos. Trago saliva nervioso mientras observo a Alessa de reojo. Al final, ella no es quien me está defendiendo y todo porque yo lo insistí. Aún me odia levemente, pero prefiero eso, a dañar su reputación al defenderme teniendo una relación sentimental conmigo.

 

Mi madre es una tramposa, una… mujer capaz de lo que sea para tener la mínima oportunidad de retrasar lo inevitable. Estoy seguro de que tiene fotos de nosotros, me lo advirtió aquel día que conversé con ella.

 

Alessa mira al abogado, ese que ella mismo recomendó. Le advierte con la mirada que, si hace algo mal, le irá… muy mal. La amo y lo hice por cuidarla. Pero eso aún no lo comprende del todo.

 

—Estamos aquí por el caso presentado a favor del señor Alessandro Santoro, quien hace tres meses, exactamente el 15 de mayo del año en curso, fue acusado por los cargos expresados en autos. Señor juez, es de saber que la reputación de mi cliente fue dañada, así como también fue abusado al ser inducido en contra de su voluntad y sin su consentimiento, a ingerir drogas para grabar esos mediáticos videos que surgieron… se descarta a su vez, el presunto “amorío” de mi cliente con la señora Ferrison, mención importante en vista de que se sabe, que ella iba a intentar una acción en contra de aquellas falsas acusaciones. A todas estas, hace dos semanas, se descubre a causa de un anonimato, la responsabilidad alevosa y premeditada de la señora Nicolleta Santoro y la señorita Lorena Santoro, ambas mencionadas presentes en la sala, siendo las demandadas en el presente acto, por haber manipulado la bebida y comida de mi cliente todo con la finalidad, y lo escucharan en las pruebas también presentes en autos, de que no pudiese tomar la posesión de su cargo en la empresa tal cual como le corresponde según los estatutos de la misma —él dice algunas otras palabras y yo solo me remuevo sintiendo la incomodidad latente, el temor de que puedan ganar me aterra. Ellas son malas, manipuladoras y unas malditas arpías.

 

Un tacto en mi hombro me hace sobresaltar levemente, pero cuando reconozco de quien es, me relajo. Sabía que su orgullo no iba a durar mucho. A fin de cuentas, lo hice porque prefiero cortarme las bolas que perjudicarla a ella. Además, este abogado es bueno, se le nota.

 

Más le vale porque si no, Alessa le va a cortar la cabeza. Yo confío en quien ella eligió, según me contó, fue su mejor competencia cuando estudiaba.

 

El juicio se desarrolla con una facilidad y naturalidad impresionante. Las pruebas presentadas son demoledoras, impresionantemente no hay nada que pueda salvarlas. Aunque era de esperarse. Recuerdo las palabras que me dijo mi bellísima.

 

“La verdad siempre prevalece. Los malos siempre pagan, más cuando caen en manos de Clarkson o mías”

 

Clarkson es el abogado que me defiende.

 

—Tomaremos un receso de veinticinco minutos y volveremos con el veredicto —el juez suena el martillo y yo me apoyo totalmente en la silla. Evito mirar al lado, donde están esas arpías para observar cómo mi abogado le dirige una mirada a mi chica.

 

—¿Todo en orden? —indago cuando me doy cuenta de que la está como que mirando mucho.

 

—Nada, es que sigue siendo igual de preciosa —vocifera y yo alzo mis cejas ante sus palabras—. Antes competíamos por todo, pero lo cierto es que siempre me ha cargado loco. Luego de este juicio la voy a invitar a salir —chista bien fresco, yo carraspeo a la par que lo miro a él y luego poso mi mirada sobre ella.

 

«Claro que sé que es hermosa, es hermosa en muchos lugares… abogadito soso», bufo para mis adentros. Es un atrevido.

 

—¿En serio? No me digas —gruño con una sonrisa más falsa que el día 30 de febrero. Mis ojos se abren, se me desorbitan ante las palabras de este abogado que ahora no me está cayendo muy bien que digamos.

 

Observo como algunas personas salen de la sala y yo me levanto para salir un momento, no sin antes dirigirle una mirada a ella para que me siga. Estoy celoso, maldición.

 

Camino por un lugar solitario, detrás de mí solo se escucha un taconeo detrás de mí. Suspiro tratando de controlar mi impulsividad y casi grito cuando observo una puerta. La abro con cuidado y festejo por dentro cuando está solo.

 

Entro al lugar y segundos después ella abre la puerta. La observo desde mi lugar con mis manos metidas en mi bolsillo. Sus cejas fruncidas me dejan saber que no entiende nada.

 

—¿Qué ocurre? —cuestiona al fin, luego de varios segundos, de una mirada intensa de mi parte y es que no sé por donde empezar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.